Fue muy
similar al primer sueño. Estaba en el mismo campo florido, pero esta vez Calia
estaba allí desde el principio. Me quedé quieto observando, el ambiente estaba
menos vívido y yo no estaba precisamente disfrutando de su presencia. Luego de
un rato se volteó, su cara era una mancha negra, no podía verla, pero sabía que
era ella. Nuevamente no sentí ánimos de moverme, aunque esta vez simplemente
contemplaba la situación con desinterés. Sentí su mirada perdida sobre mí, comenzó
a transformarse en un peso que se hacía cada vez mayor, detrás de ella el sol
comenzó a oscurecerse hasta que lo único visible en la escena fue su vestido
que aún ondeaba. Entonces, como si nada hubiera pasado, se acercó a mí y me
saludó amablemente. Su rostro comenzó a hacerse visible y noté cómo sonreía con
ligereza, como si da nada hubiera que preocuparse en el mundo. La miré
extrañado, pero su gesto no cambió, se quedó con su sonrisa congelada un buen
rato. Finalmente comenzó a desvanecerse junto al sol que lentamente desaparecía
bajo el interminable campo de flores. Seguí inmóvil esperando al cielo nocturno,
sin embargo la escena sólo se oscureció cada vez más hasta que no hubo nada.
-Las
lecturas de sus signos son satisfactorias, señor Sailinguer. ¿Cómo se ha
sentido?
-Bueno,
estuve dormido así que no tengo mucho qué decir. Aunque me siento medio dormido
todavía.
-Hm.
Terminó
de anotar en su cuadernillo, noté que algo de mi comentario le había molestado.
El viejo aún me inspiraba un poco de desconfianza, por lo que me mantuve
alerta.
-Es
cierto lo que dice, pero no se preocupe, a partir de la cuarta sesión comienzan
las variaciones en el tiempo de sueño, eso debería solucionarlo.
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