sábado, 24 de junio de 2017

Punto de fusión

No alcancé a sentir las miradas inquisitorias sobre mí cuando comenzaron a emerger decenas de clones en traje negro desde el túnel grieta, todos cargados con rifles similares a los anteriores. Esta vez no se hicieron esperar para comenzar a disparar, pude ver la mirada burlona de Calia, su sonrisa parecía marcar un desinterés general, para ella no era más que un juego, y todos los involucrados éramos peones desechables.
Instintivamente varios togas tomaron los rifles de las copiáceas anteriores para contraatacar, pero era demasiado tarde, nuestros enemigos ya disparaban y en una fracción de segundo nuestro número se reduciría drásticamente. No había nada qué hacer, incluso con los poderes que creía tener, no podía reaccionar tan rápido. Cerré mis ojos, más para no ver, que para intentar algo, por mi mente pasaron los cuerpos de los togas atravesados por los disparos, su sangre tiñendo las hojas de coralis, los cuerpos inerte de Andrea, Jarso y Chiro, entonces sólo hubo silencio, un silencio antinatural. Abrí los ojos para presenciar la escena congelada. ¡Lo había logrado! Pude ver los proyectiles, ¿láseres?, no, eran una especie de líquido o vapor, varios de ellos a pocos centímetros de los togas detenidos. Andrea estaba tendida en el suelo, Jarso en una postura desafiante, y Chiro cinco metros sobre el suelo, como volando, un buen trecho más delante que los demás. Pensé en la cara que iba a poner Calia, mi poder era absoluto, con esta habilidad todo era posible, ¡era un poder realmente invencible! O al menos eso supuse, por un instante, aunque era difícil medir el tiempo cuando éste técnicamente no estaba transcurriendo.
-¿Qué tal?
El pánico me invadió efímero dando paso a la preocupación. Albers caminaba tranquilamente en mi tiempo detenido. Algo estaba mal, que Albers estuviera allí no encajaba de alguna forma, no se trataba del hecho de que fuera capaz de moverse en tales circunstancias, sino que estuviera allí en ese momento.
-Pareces confuso, pero sólo me miras a mí, o sea, lo que te confunde no es lo que está pasando, sino que yo esté aquí. En otras palabras, crees que esto es obra tuya.
No lo era, era él, él había detenido el tiempo. Continuaba moviéndose mientras hablaba, caminaba alrededor sin pisar dos veces el mismo lugar, algo en ello parecía cuidado, desde sus pasos hasta su respiración.
-Sé lo que parece todo esto, y sé que debes tener muchas preguntas, no tenemos tiempo, así que te lo puedo contar.
Había en sus palabras una calma inusual, ya no parecía un científico estresado por los resultados. En mis estudios sobre psicología había aprendido que las personalidades como la suya, las que buscan respuestas incansablemente, no cambian jamás, aunque encuentren respuestas, nunca dejan de buscar. No parecía ser el caso, Albers reaparecía con una profunda serenidad como quien ha descubierto todas las respuestas que buscaba en la vida. Mientras lo escuchaba comencé a sentirme mareado, la vista se me empezó a nublar. Entonces él hizo una pausa, se quedó quieto por primera vez y con un gesto me indicó acercarme a él.
-Primero tienes que entender las bases físicas de lo que está pasando. Si no hay tiempo, no hay muchas cosas, no hay momento, por ejemplo, no hay gravedad. Pero para que puedas experimentar estas cosas, significa que las leyes físicas siguen funcionando dentro de tu cuerpo, de lo contrario no nos sería posible caminar, al primer paso quedaríamos suspendidos en el aire.
-Tiene sentido, pero entonces, ¿cómo podemos respirar?
-Por eso es que tienes que caminar, el aire fuera de tu cuerpo no se mueve, tienes que moverte tú, de lo contrario estarás respirando el mismo dióxido de carbono.
Luego de caminar volví a sentirme bien, efectivamente era aire lo que me hacía falta. Junto con ello un sinfín de interrogantes cruzaron mi cabeza, ¿qué pasaría con los vacíos de aire que dejamos una vez que nos movemos mientras el tiempo está detenido? Al pensar en ello, por primera vez tuve una idea de lo que había sucedido aquella vez que viajé a la gran guerra, el más mínimo cambio mientras el tiempo estaba detenido, podía tener repercusiones catastróficas una vez que volviera a ponerse en marcha. Albers difirió.
-No te preocupes tanto, Sáilinguer, probablemente tendrás oportunidad de probar tú mismo qué pasa. Ahora concentrémonos en salvarles la vida a estos personajes, mientras te explico. Vamos a tener que moverlos a ellos, no toques los proyectiles, si son lo que creo, al tocarlos te vas a quemar feo.
Definitivamente algo sobre el viejo era diametralmente distinto, incluso tenía una sensación diferente, ya no me producía sospecha, más bien tenía un extraño sentimiento de armonía con él, como si lo conociese desde toda la vida.
-Verás, Sáilinguer, tengo claro que vienes de otra dimensión. Precisamente por eso tuve la esperanza de que el experimento funcionara contigo. La misma esperanza tenía con esta chica que está tirada ahí en el suelo. Honestamente hay muchas variables del experimento que me son desconocidas, como te imaginarás, esto no ha sido por el bien de la ciencia, no me interesa entender las bases, sólo quiero solucionar el problema. Todo comenzó hace unos trescientos años con las plantas de coralis.
A grandes rasgos, el viejo relataba la historia global de Ra’lla en los últimos tres centenarios, mencionó la aparición del coralis como una plaga mundial, luego la creación de los ikghurianos especiales y las copiáceas, señalando que estos dos últimos habían surgido gracias a ciertas propiedades especiales de las plantas de coralis. Mientras continuábamos moviendo a los togas, seguía explicándome.
-Ahora mismo estamos en Plurr, sólo a unos cuántos kilómetros de Ikghur. En ese lugar no hay plantas de coralis, allí los coralis se desarrollaron de forma distinta, probablemente como una mutación. He comprobado que las propiedades son las mismas, sin embargo en ese lugar los coralis crecen como árboles. La única diferencia, probablemente, entre éstos y las plantas de coralis, es que de alguna forma influenciaron la evolución artificial que dio paso a los ikghurianos especiales en ese lugar hace unos doscientos años. Seguramente por el intercambio de minerales con el lago, ya que las plantas de coralis desarrollan raíces sumamente profundas, y los árboles de coralis aún mucho más. Pero en fin…
-Albers, tú no te imaginas lo descabellado que es todo esto para mí. En mi dimensión no podemos empezar a imaginarnos cosas como las copiáceas o los ikghurianos, y ahora mismo, ¡tenemos detenido el tiempo!
-Precisamente, Sáilinguer, es a todo eso a lo que voy. Estas cosas no son naturales, pero finalmente quiénes somos nosotros para decidir eso. Lo que sí podemos decidir es que son malas.
Su tono se tornó serio al decir esto, hizo una pausa antes de continuar.
-Todos estos cambios, todos estos avances, todas estas cosas antinaturales, no han hecho más que traer desgracia al planeta. Vaco estaba pensado para ayudar a la humanidad, sabes, y hoy no es más que una sucia mafia. Las personas se matan y se odian, y aun cuando no se matan entre ellas, es la naturaleza la que nos extermina. Y todo esto comenzó por estas malditas plantas.
Su mirada perdida parecía evocar recuerdos de un pasado traumático, su voz se emocionó profundamente al enunciar esto, era más que una idea, era algo personal; casi como si toda la historia de la que hablaba la hubiese vivido él mismo. Pero no podía ser, él era humano, claramente, y relataba hechos aún anteriores a la aparición de los ikghurianos.
-¿¡Qué pasa!?
Albers se reincorporó tras mi exclamación. Una sensación de profunda incomodidad me había recorrido, por un instante me pareció que alrededor los colores se habían invertido.
-Disculpa, ese es el problema cuando se juega con las fuerzas de la naturaleza, todo se vuelve… inestable.
Había algo interesante en su elección de palabras. “Jugar” con las fuerzas de la naturaleza, es un término que usaría alguien en una posición de prepotencia narcisista, o por el contrario, alguien que critica dicha posición y no desea estar en ella. Definitivamente Albers no parecía del tipo narcisista. ¿Pero entonces qué quería? Cómo podía ser que alguien que profesa en contra de una idea así llegara a manipular algo tan fundamental como el tiempo.
-Eliminarlos de cuajo, literalmente de raíz. Si los coralis no hubiesen existido nunca, el mundo estaría mucho mejor. Eso es lo que estoy tratando de hacer, volver al pasado y dejar que la historia siga su curso natural. El problema es que obviamente no he podido. Por eso estoy aquí ahora, hay dos cosas de las que tengo que ocuparme. La primera es aprender la forma de hacer que esta manipulación me transporte en el tiempo. La segunda es recuperar un cierto objeto que ahora mismo está en el poder de Vaco.
Se trataba del aparato esférico que Calia se había llevado desde el laboratorio. En ese aparato se mezclaban los líquidos rosa y amarillo, el resultado, una especie de polvo anaranjado, era el compuesto con el que finalmente había podido darnos poderes a él y a mí. Me explicó que ese aparato, construido por él mismo, era necesario para mezclarlos debido a que ambos compuestos eran sumamente inestables, y que mezclarlos de cualquier otra forma era físicamente imposible.

-Bueno Sáilinguer, creo que ya te he dicho todo lo que sé. Tengo algunas teorías por probar para el viaje en el tiempo, pero ahora mi prioridad es recuperar, o al menos destruir el orbe de fusión.
-Espera, pero, ¿cómo sabes que puedes confiar en mí? Diciéndome todo esto.
-Más que si es que puedo o no confiar en ti, eres el único que puede hacer esto además de mí. Así que necesito saber si eres un enemigo o no.
En realidad me parecía sensato, incluso demasiado bueno. Me llamó la atención la idea de jugar con las fuerzas de la naturaleza. Era como ser Dios, ¿acaso no se daba cuenta de que estaba haciendo eso? Quería cambiar la historia, pensaba que eso era lo natural, pero eso era precisamente lo más antinatural de todo. Lo pensé, quizás yo no era tan buena persona como él, quizás él se merecía este poder y yo no, o quizás simplemente era hipócrita. ¿Cómo podía pensar en cambiar la historia sólo por el bien del planeta? No tenía sentido, no era una cuestión de inconsecuencia, era una cuestión de psicología.
-No, no soy enemigo.
No técnicamente, me consideraba más un observador, un científico de la conducta. Un dios artificial juzgando a otro dios artificial. No era su enemigo aún, quizás en el momento del juicio. Eso estaba por verse.