Esa
semana fui todos los días a Nueva York. Me dediqué a caminar muy lentamente,
miraba a mis al rededores, buscaba a Calia. Pasé bastante tiempo mirando las
tiendas, los edificios, las personas. Al principio evité acercarme a la zapatería,
no quería toparme con el gordo ni con el viejo. Reflexioné sobre las pocas
veces que había estado en esta dimensión, ya había conocido a tres personas,
eso no era común para mí, en general evitaba el contacto humano. Durante esa
semana pasé varias horas sentado en un banco, sólo mirando, esto se parecía más
a la relación que tenía con varios otros barrios de la ciudad. Había olvidado
lo que se sentía, observar a la gente caminando de prisa, nadie me conoce. Sentarme
en un mismo lugar varios días y no reconocer a nadie, sólo los edificios, sólo
ellos entienden qué es lo que realmente pasa por estas calles.
El
viernes de esa semana noté que algo había cambiado, las veces anteriores siempre
habría ocurrido algún suceso que yo catalogaría como paranormal, sin embargo
esta semana no había ocurrido nada extraño. Entonces comencé a dudar, quizás
ahora estaba en Nueva York por primera vez. Se me ocurrió preguntarle a una
señora que esperaba su turno junto a un lustrador de zapatos.
-Disculpe,
¿cómo se llama este lugar?
-Ésta es
Nueva York, ahí está el metro Universidad de Chile.
¿Sería
eso? ¿Acaso aquí terminaban mis viajes fantásticos? Quizás nunca más vería a
Calia. En realidad no lo lamentaba mucho, desde el principio me había hecho la
idea de que las extrañas ocurrencias no serían más que un sueño pasajero, y que
pronto perdería contacto con ello sin saber nunca la verdad detrás de las
inusuales conductas de estas personas. Más allá de eso, el personaje que
realmente me intrigaba era Héctor Plasma, sabía que lo que había ocurrido era
verdad, en algún lugar este espécimen sobrenatural existía. Me apollé en el
vidrio de la zapatería, no había nadie. Al mirar adentro sentí algo desagradable,
algo no calzaba, pero no sabía exactamente qué. Miré a mi alrededor, lo primero
que pensé fue “entré”, pero no, estaba aún en Nueva York, la gente aún caminaba
agitada como siempre, el ambiente no había cambiado. Volví a mirar la zapatería,
algo estaba fuera de lugar.
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