lunes, 26 de octubre de 2015

Sueño 8

Abrí el portón oxidado de la casa antigua, había chatarra en un pasillo sobre el que se abalanzaba la edificación con sus balcones en varios pisos, como tambaleante, poniendo todo su esfuerzo contra el tiempo para no desmoronarse. Crucé el umbral polvoriento del garage, quería evitar el contacto con esa casa y sus recuerdos en lo posible. Sobre mí se sostenían con dificultad las enormes y toscas vigas de madera, negras por el incendio que había puesto fin a los sufrimientos de aquel lugar. Me agaché entre las enormes telarañas, de algunos huecos en los pilares manaban gusanos muertos, como sangre maldita en los poros de una historia terrible que sólo yo recordaba. Me aparté de una crisálida gigante, probablemente estaba incubándose desde hacía siglos, recordaba haberla visto tal cual en mi niñez, quizás un poco menos brillante que ahora, y aún no quería saber qué era lo que saldría de ella. Subí las escaleras empinadas al segundo piso, en el remanso donde me dejaban las comidas aún estaba el sillón de caucho, estaba con toda su cubierta derretida, se notaba pegajoso todavía a pesar del polvo. Continué subiendo hasta los áticos donde estaba mi pieza, el suelo lleno de tierra y ceniza nublaba el aire con cada pisada, activé el interruptor de la luz y esperé un rato en vano. No quedaba nada, nunca había habido nada, la cama y un mueble igual de vacíos que antes. En las paredes llenas de chinches estaban todavía colgadas las miles de siluetas recortadas en papel blanco, personitas, animales y autitos, único vestigio de pureza en todo el recinto. Entonces noté algo que no solía estar allí, un recorte de diario, aunque tenía aspecto antiguo. Me acerqué hasta casi tocarlo con la nariz para intentar ver de qué se trataba entre la oscuridad, era una foto de una niña con un vestido negro, acurrucada junto a una cama en la que yacía un adulto recostado. Con dificultad logré leer solo el titular: "nuevas víctimas, se hace llamar Susan Black". Por qué estaba ese recorte ahí, la incertidumbre se llenó de miedo y en el asco de mis recuerdos bajé apresurado la escalera. Al llegar abajo la vi, apoyada en un hacha junto a la crisálida, una niña pelirroja de unos nueve años vestida de negro, al levantar su cabeza se posaron sobre mí dos vacíos que apenas se asomaban entre los paños tiesos y mal pegados unos con otros, que cubrían su rostro. Se levantó exclamando "soy su aprendiz, Susan Black!", corrí para pasar por el hueco que quedaba a su lado, pero me apartó con un feroz movimiento de su hacha que se incrustó en el pilar, tenía una fuerza extraordinaria. Me quedé pasmado entre las astillas que volaron mientras retiraba, casi sin esfuerzo, la herramienta apestosa de sangre oxidada, volvió a exclamar "soy su aprendiz, Susan Black!". Entonces ella corrió delante de mí hasta el umbral exterior y se paró junto a él ligeramente agachada y sosteniendo el hacha contra el suelo, como preparada para cortar un trozo de leña, continuaba repitiendo la misma frase cada vez más compulsivamente. Sólo corrí, no me lo cuestioné,  la única opción de salir que tenía era pasar frente a ella y rogar por que su movimiento fallara. Lo hice y continué corriendo hasta el portón, pero no sentía nada tras de mí,  miré atrás y la vi caminar en dirección a mí,  lentamente arrastrando el hacha, su cabello parecía flotar como electrificado cuando comenzó a llorar con gritos desconsolados. Seguí corriendo hasta el portón, me apoyé en la barbacoa sobre la que solían dejar las bolsas de basura y salté hacia el exterior. Recién una vez fuera me di cuenta del terror que inundaba todo mi cuerpo, aún podía escuchar a la niña llorando desconsoladamente,  me agaché y grité con todas mis fuerzas, el grito que casi me desgarra la garganta no era suficiente para quitarme de encima el asco y el horror. Continué gritando mientras me alejaba corriendo del lugar al que seguramente no volvería jamás.
De pronto dejé de correr y comencé a volar, las calles se ensancharon abriéndome paso a medida que ganaba altura. Comencé a ver y saber a la vez. Lo sentí, era un ser omnisciente en Ra’lla, era parte del sueño, pero a la vez no, a la vez era un recuerdo futuro. Yo no era un “catalizador para detener la revolución”, yo era la revolución, la revolución estaba ocurriendo al interior de mi cuerpo, los experimentos de Albers estaban, efectivamente catalizando la revolución, pero a manera de concentrarla bajo mi voluntad. Sentí que me encontraba suspendido más allá del tiempo en Ra’lla y pude ver las mafias, pude ver las empresas, pero no pude ver ni a Albers ni a los togas. La geografía de Ra’lla era muy similar a la geografía terrestre, y el barrio Nueva York por el que llegaba yo se encontraba en el mismo lugar que en la tierra, al sur de América. En Asia al norte de los Himalayas se llevaban a cabo guerras a gran escala y al sur de los Himalayas, al igual que en Oceanía, las mafias dominaban. Pude ver todo eso en un instante mientras sobrevolaba Ra’lla. No sabía si estaba soñando o haciendo uso de las fuerzas sobrenaturales con las que Albers experimentaba, pero tenía una sensación real y vívida.

Al despertar descubrí que había vuelto dos días antes de irme a dormir. Debía advertirle a Albers de lo que sucedería, eso me había dicho él dos días en el futuro. Pero no iba a seguir el plan al pie de la letra. Ya tenía una idea de lo que estaba pasando en Ra’lla y tenía cartas en mi mano. Sentí una especie de responsabilidad, yo era el héroe que Ra’lla estaba esperando. Tenía que seguir con los experimentos de Albers y explorar hasta dónde me podían llevar. Mientras, debía investigar por qué no había podido ver nada de Albers ni los togas en mi visión.

De Vuelta

La tierra temblaba, afuera se escuchaban gritos. Las luces iban y venían, me levanté del sillón de dentista y me apresuré a la zapatería. Los edificios de enfrente no se movían, pero una gran grieta se abría paso a lo largo de la calle, en el mismo lugar en el que estaba cortado el trozo de barrio en mis viajes al futuro. Corrí de vuelta al laboratorio
-¡No! ¡No! ¡No! ¡Todavía no!
-¡Albers…!
Albers apretaba botones en una gran máquina instalada en la pared del fondo que antes no estaba ahí. Me daba la impresión de ser un computador, sin embargo estaba conectado a cuatro estanques de vidrio a los que llegaban líquidos de distintos colores desde unos tubos conectados por el suelo.
-¡Albers! Sé lo que está pasando…
-¡Sáilinguer!
Su cara de sorpresa se mezcló por un momento con preocupación, pero de inmediato volvió a presionar botones. Me acerqué y lo detuve.
-Albers, sé lo que está pasando, lo he visto, y tengo una buena idea de lo que estos experimentos son en realidad.
-No ahora señor Sáilinguer…
-El barrio se está moviendo en el tiempo. He estado en el futuro.
La impresión en su cara aumentó
-¿¡Qué!? … Qué fecha.
-Cinco años al futuro.
-¿1547?
-Eso, 1547.
-No…
De inmediato dejó de lado la máquina y se quedó viéndome a los ojos como intentando entender algo con gran dificultad. Con un lento movimiento instintivo me tomó del brazo, su tono era una mezcla de alivio y desesperación.
-Tengo una idea, Sáilinguer, necesito tu ayuda, tienes que soñar de nuevo…
Lo miré con incredulidad y me zafé enfáticamente.
-Primero me vas a tener que explicar qué es todo esto.
-¡No hay tiempo! ¡Si este único edificio se mueve en el tiempo todo está arruinado!
-Yo no sé a quién estoy ayudando, prefiero arrepentirme por no ayudar que por ayudar a la persona equivocada.
Durante un instante vi nuevamente un atisbo de desesperación en su cara, pero de inmediato empezó a hablar.
-Entiendo. Mira, no te he sido del todo sincero. Acá no estamos midiendo el sueño, ni nada de eso. Pero, creo que ya te habías dado cuenta. Es más, tengo claro que tú no perteneces aquí, mi suposición es que vienes de una dimensión alterna distante. En fin, lo que no sabes es que llegas en un momento crucial, en la historia de este mundo, quiero decir. Desde hace algún tiempo ciertos grupos han comenzado a manipular fuerzas más allá de lo natural, fuerzas con las que el humano no debería jugar. Pero no es como suena, no estamos hablando de individuos que manipulan la materia, no sé cómo ven eso en tu dimensión, pero aquí ya lo superamos, de eso no se habla. El problema hoy es que el mundo empresarial está avanzando hacia poner estas fuerzas sobrenaturales al servicio corporativo, y eso es grave ya que las corporaciones no velan con sentido común, en ellas la volición individual se ahoga; quiero decir, una empresa llena de personas preocupadas por el medio ambiente suele terminar produciendo graves daños ambientales de todas formas.
-Suena muy teórico…
-Hay una multinacional farmacéutica famosa, el Grupo Vaco…
-Hm.
-¿Lo has oído hablar?
-Algo leí por ahí.
-Estos tipos son peligrosos de verdad, claro, venden muchos remedios útiles, pero si lo ves en perspectiva, una gran porción de sus avances están teniendo consecuencias terribles por doquier. Toma las copiáceas por ejemplo, gracias a ellas las mafias en algunos lugares han conquistado incluso países enteros.
-Eso de las copiáceas, me lo tienen que explicar mejor en algún momento.
-En fin, lo que estoy haciendo contigo es que te estoy tratando de usar como un catalizador para detener el manejo de estas industrias sobre estas fuerzas sobrenaturales.
-Eso… ¿Eso significa que tú vas a tener el control de esas fuerzas?
Claro, todo se trata de poder, quizás era cierto que había empresas gobernando más allá de la ciencia, pero qué seguridad ofrecía dejar descansar esa responsabilidad sobre un individuo, ¿la pregunta por el mal menor?
-No. Eso significa que nadie va a tener control, lo que pretendo es neutralizar la revolución.

Inmediatamente supe que mentía, sin embargo en ese mismo instante tuve la sensación extraña de que debía seguirle el juego, no era una intuición, era una certeza de que las cosas tenían que seguir por ese camino, como si ya lo hubiese vivido; tenía la sensación de recordar ese momento como un déjà vu y saber que aquello era lo adecuado.