martes, 13 de septiembre de 2016

Pasado o futuro

Al interior de la grieta Jarso y Andrea discutían respecto a la nueva apertura. Tras explorar extensamente, sólo habían encontrado coralis hasta donde alcanzaba la vista. Se daban vuelta sobre lo mismo, pero el lugar no tenía explicación. La única conexión que podían establecer era la gran cantidad de coralis en dicho lugar, sin embargo no era suficiente como para explicar que el túnel se abriera por esa razón. De todos los campos de coralis en el mundo, podría haber sido cualquiera. Finalmente decidieron mantener el lugar bajo observación.

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Estaba todo escuro, escuchaba un pitido en mi oído. Suavemente comenzó disiparse el desagradable sonido y comencé a incorporarme en el entorno, noté que el suelo de cemento vibraba heterogéneamente y piedrecillas chocaban contra mis palmas. Comencé a escuchar gran variedad de golpeteos, similar a lo que se escucha en un taller de carpintería, pero distinto, los ruidos eran igual de heterogéneos que las vibraciones. A medida que mi vista se sensibilizaba a la oscuridad, noté la pesadez del aire, y finalmente comencé a ver, entre el humo, una conmoción de siluetas moviéndose. Estaba en la mitad de la calle, los edificios alrededor a medio derrumbar se mezclaban con el olor a pólvora. Súbitamente, desde el fondo del paisaje, al final de una larga avenida, comenzaron los disparos. De inmediato me agazapé y busqué asilo tras una de las pocas murallas que se mantenían en pie en la construcción junto a mí. Otras siluetas cercanas hicieron lo mismo, no tenía idea quiénes eran los enemigos de quiénes, pero yo tenía que estar precisamente al lado de los que al parecer no contaban con absolutamente ninguna arma de fuego. Pronto la calle estuvo desierta, salvo por varios cuerpos inertes, y la cadencia de las armas mermó. Un par de sujetos audaces comenzaron a arrastrarse cerca de los edificios en dirección a los soldados que desde el otro extremo comenzaban a avanzar corriendo y parapetándose uno tras otro. De vez en cuando disparaban en nuestra dirección. Cuando estuvieron a tres o cuatro casas de nosotros, los dos sujetos que se arrastraban, uno a cada lado de la calle, se detuvieron, confundiéndose con el resto de los cuerpos. Brevemente una pausa entre ambos grupos se apoderó del momento, ninguno hacía movimiento alguno.
Por un instante pude escuchar el viento, nadie hacía un ruido, sin embargo en el aire se sentía aumentar la tensión. De pronto unos leves golpes en el suelo se impusieron desde la casona de en frente, lentamente los golpes fueron tomando el cuerpo de formidables pisadas que abrieron paso a la robusta figura que continuó avanzando decidida hasta la mitad de la calle. Ahí estuvo dramáticamente unos instantes en que el único movimiento fue el de su capa mecida por el viento.
Hasta que finalmente se inclinó levemente, como preparándose para algo, y en ese momento decenas de soldados al unísono comenzaron a disparar en su dirección desde las edificaciones cercanas. Sin embargo nada hallaron los proyectiles en su camino, pues la pesada silueta ya había saltado ágilmente hacia un costado e inmediatamente hacia el opuesto, avanzando por la calle como si rebotara contra las casas. Las balas lo buscaban, pero su figura se desplazaba precisa e implacable ganando velocidad, hasta que estuvo en la misma línea de los soldados, justo frente a los dos cuepros que aún yacían camuflados en el suelo, y dejó golpear todo su peso contra una primera muralla, desplomándola al instante. Mientras los soldados escapaban hacia la avenida como vertidos desde el edificio colapsado, la escena se repetía en la construcción opuesta, y en la anterior, y en aquella frente a esta última; hasta que la robusta masa homínida desaparecía nuevamente con un simple salto tras las ruinas. Los soldados confundidos, encontrados todos juntos, sin embargo aparentemente ilesos en su mayoría, de pronto comenzaron a soltar gritos de guerra y rápidamente avanzaron en nuestra dirección disparando sin objetivos en variadas direcciones.
Continuaron en masa varios metros, registrando las casas que quedaban en pie y disparando ocasionalmente dentro de ellas. Hasta que estuvieron sobre el lugar en el que aún permanecían las dos figuras mimetizadas con los bultos, rehusándose aún a mostrar señales de vida, y en un instante todo se llenó de luz. Desde el suelo y entre los cadáveres, centenares de destellos y rayos púrpura afloraron, y entre ellos pude ver los rostros llenos de horror de los soldados, que en el color de la luz parecían adivinar un fin inexorable. En menos de un segundo habían desaparecido en su totalidad, sólo quedaban algunos restos de las extremidades, un pie por allí, una mano por acá. Y sin embargo ningún rastro de sangre, salvo manchas pequeñas en las paredes de las casas.

Sólo un puñado de soldados se mantenía de pie, paralizados por el miedo un poco más atrás. Observaron la situación brevemente, miraron atrás, tenían que estar dispuestos a huir. Sin embargo decidieron retroceder sólo un poco y comenzaron a disparar en diversas direcciones alrededor del sector donde el resto del pelotón había desaparecido. Pronto uno de los proyectiles alcanzó a uno de los sujetos tirados en el suelo, se estremeció y gritó, pero sin más demora dos disparos más se encargaron de callar sus alaridos. El otro sujeto estaba en peligro, fue entonces cuando lo pude ver bien, la figura robusta de antes, que ahora se paraba tras una muralla derrumbada a pasos de mí, era Zóhoro. No me conocía, y tenía ambos ojos. Con inmensa fuerza levantó el trozo de concreto, arrojándolo con pesadez justo delante de donde el otro sujeto yacía aún inmóvil, y nuevamente con un ligero movimiento aterrizó tras el mismo. Sin embargo justo antes de alcanzar la seguridad del parapeto, un único disparo alcanzó su cabeza, y por un instante todos pensaron que sería el fin. Pero antes de que los soldados pudieran celebrar, su estridente rugido los mantuvo en silencio, y con la sangre a un costado y su compañero sujeto del otro huyó entre las miradas pasmadas.

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Solo un segundo de calma bastó para que desde todas direcciones la conmoción se hiciera presente. Como si la esperanza se hubiera perdido súbitamente, sujetos acá y allá se volcaron sobre las calles entre el ruido igualmente atropellado de disparos en el otro extremo de la calle. La confrontación desordenada pronto llenó de cuerpos los huecos entre los escombros. Y más soldados comenzaron a avanzar en nuestra dirección. Había más gente de la que pude apreciar en un principio, cerca de mí cientos de ikghurianos corrían por sus vida, y muchos eran alcanzados antes por el plomo. Una proporción menor peleaba contra los soldados, se veían movimientos fugaces, individuos sumamente ágiles, otros parecían disparar sin armas, y otros quietos tras refugios concentrados, notoriamente todos operaban por la lucha de alguna forma, y pese a ello, sin un plan, como había ocurrido antes, lentamente sus números disminuían en relación a aquellos de los humanos.

Entonces lo sentí, algo había dentro de mí, algo ikghur, algo podía hacer. De la misma forma que había llegado a esta escena, algo podía hacer en ella. Algo de poder corría por mi sangre. Quería hacer algo por mí, no por humanos ni por ikghurianos, quería sobrevivir y contar la historia, sin embargo por alguna razón a la vez me sentía parte del bando ikghuriano. En cualquier caso no sabía de qué era capaz, antes de saber qué defendería, debía comprobar que efectivamente tenía la posibilidad de influir de alguna forma en la contienda. Intuitivamente cerré los ojos y me concentré, visualicé el espacio a mi alrededor, como un modelo computarizado del terreno, de pronto tuve completa claridad sobre cada recoveco en 200 metros a la redonda. Sentí que el tiempo se congelaba y todo se volvía negro, en la representación mental que hacía del lugar, cada elemento se oscurecía, pero continuaba presente, era como si en mi mente dejara de ver las cosas y comenzara a sentirlas, y a través de ese fenómeno la sensación se volvía mucho más real; ya no era como si visualizara el terreno al interior de mi mente, era como si lo sintiera en realidad. Era como se fuera parte del espacio, o el espacio fuera parte de mí. El tiempo estaba detenido, podía sentirlo, pero no sabía qué más hacer… Abrir los ojos y explorar el tiempo congelado, o quizás intentar mover el tiempo, o tal vez operar de alguna forma sobre la materia misma, sentía que cualquier cosa era posible. Sin embargo tan pronto titubeé, la sensación se difuminó, necesitaba mantener la concentración, y ese fue mi error. Mientras trataba de recobrar el trance comencé a sentir la inestabilidad, como una inquietud en todo mi cuerpo, como una interferencia de ondas que atravesara mi piel, y en el breve instante que mis ojos se abrían alcancé a vislumbrar como una gran explosión turquesa cubría poco más que todo el espacio que visualizaba.