No quería arruinarlo, así que había esperado, y por
fin era nuevamente martes. Cada vez que me paraba al principio de la calle me
preguntaba si sería la última vez que entraría a ese lugar. Hice una breve
recapitulación mental para tener control de ciertas variables, recordé esquemáticamente
el plano de la calle, la distancia desde un extremo hasta el otro, la cantidad
de locales que tenía que haber, la altura de los edificios. Entré. Lo primero
fue revisar un letrero, “Relojería Pasture”, luego miré mi mano, ahí estaban
mis dedos, volví a mirar el letrero, “Relojería Pasture”. Nada raro, me habían
dicho que si fuese un sueño, algo debería haber salido terriblemente mal en ese
ejercicio.
Entonces seguí mi camino con determinación, pero me
detuvo de pronto una presencia sombría. Sentí como si los olores se
desvanecieran, el aire se sentía helado sólo al respirarlo, en realidad la
temperatura no había cambiado, pero algo se sentía como una alteración
indescriptible, como si lo que respiraba ahora tuviese vida. Finalmente pasó
junto a mí un sujeto pálido con un largo abrigo negro y pantalones negros. Sus
pasos largos y pausados eran inaudibles, al mirarlo a la cara daba la impresión
de estar flotando. Se desplazó unos metros con la vista fija, sin girar la
cabeza en lo más mínimo, entonces se detuvo, se arqueó ligeramente hacia
adelante y cerró los ojos un instante. Me pareció por un momento sentir un olor
a piedra mojada y escuché un golpecito a mis espaldas, al voltearme, una paloma
picoteaba un adoquín como tratando de recoger una migaja invisible de pan
atorada. Migajas de pan, me lo imaginé agachado, rodeado de mirlos, partiendo
lentamente trozos de pan, todos de igual tamaño y poniéndolos prolijamente
sobre el suelo como si se tratara de un ritual. De tanto en tanto echándose un
trozo a la boca él mismo, reflexionando una pregunta nunca hecha. Alimentarse no
es comer, lo importante es sentir. Al darme vuelta nuevamente, el sujeto ya se
encontraba varios metros más allá. Héctor Plasma, te lo presento. ¡Calia! Hola.
Me quedé pasmado un momento, Héctor Plasma podía irse a donde quisiera, ver a
Calia de nuevo me llenaba de una sensación extraña, casi dolorosa, y a la vez sumamente
reconfortante, su presencia me hacía sentir como si estar en cualquier dimensión
extraña fuera mi destino. Hola, ¿Cómo estás? Sonrió, señaló a Héctor Plasma.
Nunca ha hecho bien ni mal a nadie, nadie sabe mucho sobre él en realidad, pero
es impresionante verlo, vi que se comunicó con los adoquines cuando estaba
contigo, ¿qué te pareció? ¿Con los adoquines? Bueno, con el espíritu de los
adoquines. Finalmente llegó hasta la fuente y se detuvo frente a ella, su silueta
se confundía con las mujeres de la fuente, me costaba trabajo verlo, hasta que
noté que ya no se encontraba ahí. Esa fue la primera y la última vez que vi a Héctor
Plasma.
Vive en la fuente, bueno, algo así, sólo lo hemos
visto entrar y salir; algunos dicen que es el espíritu de Mag, pero eso son
tonterías. Vine al experimento de sueños en la zapatería, ¿lo has escuchado? El
centro de investigación del sueño, ¿y qué te pareció, tus zapatos quedaron
bien? No tenía cara de estar burlándose, por un momento me pregunté si era
sensato sentirme tan atraído por alguien que vivía en un mundo distinto, no sólo
físicamente, me costaba entender lo que decía. Acaso sus costumbres serían aún
más extrañas para mí, no me atreví a imaginarnos cocinando la cena, sabía que
incluso algo así era una situación que tendría que explorar con apertura de
mente.
Me dio la mano inclinándose levemente. Espera,
esto,.. Podrías… Inmediatamente me di cuenta de que pedirle su número no me
serviría de nada, aunque quizás esa era la solución. Sin embargo qué haría si
me daba, de hecho, un número que no pudiere marcar, cómo decirle que no podría
llamarla. Mis prioridades eran ridículas, pero las tenía bastante claras, no
podía arriesgarme. Digo, podríamos volver a vernos, tomar un café… Estás aquí
Roberto. Sonrió. Eso significa que nos volveremos a ver. No sé por qué, pero
algo en su respuesta me pareció esperable, quizás simplemente el hecho de que
aquí las cosas no tenían sentido, o al menos tenían un sentido distinto. Sin
embargo, su certeza era una promesa de esclarecimiento. Nos volveríamos a ver,
podía confiar, entonces, en que en algún momento tendría respuesta sobre qué
era este lugar, y por qué todo era tan extraño en él.
Camino a la zapatería me topé con Fisk, quien
amablemente me acompañó nuevamente al laboratorio. Señor Sailinguer, lo estábamos
esperando, el procedimiento es el mismo, póngase cómodo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario