viernes, 25 de julio de 2014

Épocas

      2010
      Siento envidia y admiración en el ambiente, pero yo soy sólo un neófito y aquí hay incluso algunos rostros de Hollywood. Algunas personalidades importantes se me acercan y se toman fotografìas conmigo, soy una especie de revelación. El evento principal está a punto de empezar, se apagan las luces. Un camarero aprovecha el momento para avisar que aquel caballero rubio, el mudo, ha invitado una ronda de vodka a toda la habitación, los asistentes le dan las gracias. Aprovecho la ocasión para acercarme a él, es una de las pocas personas al rededor de las que me siento cómodo en este lugar. Por un momento pienso, quizás yo también podría invitar una ronda de vodka a toda la habitación, qué pasaría si hiciera algo como eso, probablemente nadie sabría que en ello se iría todo mi capital.

      1860
      Estoy en el vagón del tren cuando la mujer más hermosa que conozco se acerca a mí. Se inclina y me seduce con su cuerpo entero como si una conexión ulterior entre nosotros dictara que este momento debia llevarse a cabo en cualquier plano de la existencia, "Así que estás escribiendo tu libro, dicen que será un exitazo, qué crees tú?". Yo no lo sé, yo no sé apenas qué hacer en la presencia de esta mujer y su rostro deslumbrante que amenaza con sofocarme bajo el sol del oeste. Se levanta ligeramente la falda y me muestra una pistola, es común llevar pistolas en viajes largo como es común llevar todo tipo de pertenencias en viajes largos.  
      "Sabes, puedes tener lo que desees, sòlo tienes que tomarlo."
      Juntos, ambos con un revólver en cada mano, estamos parados como iguales. No sólo nosotros, por un momento todos en este sucio tren somos iguales. Cuando junté mis ahorros para pagar el pasaje esperaba que este viaje cambiara mi vida, pero no imaginé que sería de esta forma. Me pregunto si está bien, es un tren que toma la clase alta de California para mover sus "negocios" a las nuevas tierras del Este. Sin embargo ya algunas personas me conocen, aunque mi libro no esté terminado, me pregunto si el pañuelo que tengo hasta la nariz es suficiente para esconder mi identidad, no, no puede serlo. Aún así nadie parece reconocerme. No sé si hago esto por el dinero, o si lo hago porque siento que es mi destino, un único destino capaz de producir el deseado desenlace en el que me quedo con esta mujer a mi lado para siempre.
      1960
      Tomo mi mochila del banco que está frente al taller y le doy las gracias a mi compañero, el gordo. Si él no me hubiese conseguido este trabajo de medio tiempo, jamás hubiese podido juntar lo necesario para dejar este pueblucho y probar suerte con algo mejor. "Tranquilo, la vida empieza aquí mi amigo". Se sienta sobre el capó de un escarabajo amarillo y mira el vidrio de la tienda frente a la banca. Señala mi abrigo viejo, es el mismo que usaba cuando no tenía nada, está demacrado y me recuerda el olor de las calles por la mañana, me muestra una placa de automóvil en la vitrina. "Sabes que cualquiera puede tener una de esas?" Lo observo intrigado. "Claro, puedes simplemente tomar una, por Dios, puedes simplemente tomar un trozo de metal y grabarle los números que quieras encima, el punto es que tener una placa no te va a traer un automóvil" Dice estas últimas palabras daldo un golpecito a la placa del escarabajo con una mano, mientras que desliza la otra por debajo del parachoque y extrae un enorme fajo de billetes, "Echa un vistazo a esto".
      "Eh! Jefe! Métase sus motores en el trasero, yo me voy de aquí! Saben qué es esto? Cien mil dólares en efectivo". Me aparto de él mientras lo veo arquear el fajo de billetes y comenzar a despedirlos de a uno por el aire, billetes de 5 y de 10, algunos de 20. El fajo parece infinito en sus manos despidiendo y derrochando billetes, no puede ser que haya juntado esa cantidad de dinero sólo trabajando, es imposible.

lunes, 14 de julio de 2014

Sueño 4

-Ésta es la última sesión de la primera fase. Una vez que despierte, Fisk le administrará una encuesta para controlar el proceso. Por lo demás todo va como siempre, puede dormirse cuando lo desee.

Entro al cubículo al que sólo se puede llegar por escaleras exteriores, es un cuarto o quinto piso ubicado en la parte superior. Ahí encuentro finalmente a mi abuelo, está tratando de alistar un hilo negro y uno rojo en la única máquina costurera de la que dispone el buque, es una aparatosa caja de madera ubicada al centro. A pesar de que el mar está calmo, le cuesta trabajo mantener el equilibrio, pues en los pisos superiores el movimiento de la embarcación se amplifica considerablemente. Al mirar por la ventana veo el horizonte extrañamente cerca, como si se hubiese plegado y comenzara a abalanzarse sobre nosotros, es una ola de al menos veinte metros que avanza implacable por estribor. Sé que por mucho que se mueva cuando llegue, nuestra flotación no corre peligro, sin embargo admito que al ver esta monstruosidad siento un poco de miedo.
-Afírmate.
No parece haberme oído, está sumamente concentrado en un hilo rojo que se rehúsa a ser hilvanado.
-¡¡Afírmate!!
Noto la impresión en su rostro al observar la gigantesca masa de agua que ya golpea con fuerza aturdiendo por un instante la visibilidad en las ventanas. No ha pasado nada, el movimiento no fue tan fuerte como creí, sin embargo el mar del otro lado de la ola es cosa totalmente distinta, nunca había visto las olas golpearse unas contra otras con tal furia, pareciera como si todas conmocionadas buscaran un lugar a dónde ir, un tumulto de valles y crestas de unos siete metros totalmente desorientados. Tenemos que bajar, esta cosa se va a empezar a mover harto, pero no podemos salir, las olas están pegando y nos pueden botar. Él sólo se aferra lo más fuerte que puede a una baranda, afortunadamente llevamos treinta días navegando y ya sabemos a qué atenernos. En ese momento sentimos un golpe, una lancha cubierta totalmente por el agua es azotada contra los fierros con violencia, imposible saber si tiene tripulación, por más que quisieran, el ímpetu de este mar decide sobre cualquier maniobra que intentaren. ¿Qué hace una lancha en estas aguas?, nuestro buque apenas logra mantener su rumbo. Veo que la popa se inclina a estribor por donde aún da tumbos la lancha, adivino una improvisada maniobra de faena del capitán para salvar la diminuta embarcación subiéndola a bordo. La maniobra tiene éxito, sin embargo nadie sale a celebrar. Por un momento me parece ver un mástil enorme pasar frente a nosotros, vuelvo a verlo brevemente a babor, pertenece a una nave que nos superará al menos tres veces en tamaño, pero ¿cómo puede moverse tan rápido? Un súbito remezón me arranca de mis divagaciones, las olas nos azotan contra un buque casi tan grande como el nuestro, las dos masas de fierro rechinan mientras un vaivén las separa brevemente sólo para volverlas a azotar con aún más fuerza. El desconcierto se puede sentir en el aire húmedo. El enorme mástil misterioso vuelve a aparecer un instante por estribor y desaparece bajo popa. Los dos buques desamparados se separan y finalmente caigo en la cuenta de que estamos girando a la sazón de un gigantesco torbellino. Un terror efímero me devuelve a la realidad, él también lo sabe, no hay mucho más que hacer que asirse a esa delgada baranda en la que nos aferramos a toda esperanza. No sé qué pasa con algo que cae en un torbellino, pero imagino que pronto estaremos nuevamente en el mar calmado como si nada hubiese ocurrido. El mar alrededor comienza a elevarse, veo por última vez el mástil a lo lejos, parece inmóvil. Comienzo a sentir mi cuerpo aligerarse hasta que de golpe nos arrebatan la luz y la gravedad, sólo quedan un cúmulo de silenciosos músculos tensos. Me doy cuenta de que si la caída cesa de pronto, no tengo mucho que hacer, mejor me relajo, cierro los ojos. Y despierto.

-Cómo se siente.
-Un poco cansado.
-Las lecturas de esta sesión no fueron satisfactorias, su actividad cerebral se comportó de forma impredecible. Sin embargo esto no tiene importancia para usted. De todas formas la próxima sesión comenzaremos con la segunda fase, para eso es necesario que se tome una de éstas la noche anterior a la sesión. La caja contiene cuatro, debe tomar una antes de cada sesión de la segunda fase.
La caja era completamente blanca, igual que las tabletas. Sólo tenía el número “026” grabado en uno de los bordes. La observé un rato con sospecha, no sabía si estaba dispuesto a arriesgarme hasta ese punto, pensándolo bien, teniendo en cuenta que estaba en una dimensión distinta, las normas éticas podían no ser las mismas a las que estaba acostumbrado. El fármaco perfectamente podría tener efectos secundarios fatales si aquello no estaba legislado de la misma manera que yo conocía.
-¿Para qué son?
-Descuide, son nada más que para regular el ciclo del sueño, o mejor dicho para desregularlo, sin embargo esto no tiene ningún efecto adverso, es posible que se despierte un par de veces más de lo común para usted durante la noche en que las tome, sin embargo no habrá más cambios que éste.
-¿Cómo así?
-El medicamento altera su ciclo de sueño reajustando el ritmo hormonal de la melatonina, la hormona encargada de regular sus horarios de sueño. Usted toma el medicamento la noche anterior, de manera que sus hormonas ya están en marcha, por lo que no tendrá problemas para dormirse, sin embargo a la mañana siguiente su sistema estará esperando para reiniciar el ciclo, por lo que cuando duerma en la sesión, los ritmos personales de su sueño estarán limpios y podremos tener una lectura de su actividad neuronal en acople óptimo con sus sueños.
-No le entiendo bien, ¿eso no significa entonces que a partir de ese día me dará sueño a la hora a la que me duerma en la sesión?
-Su conclusión indica que ha entendido a la perfección lo que le dije, sin embargo no debe preocuparse por eso, ya que su ciclo hormonal no puede variar tan bruscamente, por lo que a la hora a la que usted se duerme normalmente, su sistema buscará realinearse con sus horarios normales, de manera que no habrá cambios.
Dentro de todo, no me daba esa sensación de viejo loco que tenía constantemente, parecía estar hablando como un científico común y honesto. Decidí arriesgarme.

El cuestionario que me aplicó el Gordo no tenía nada de extravagante, una serie de preguntas de escala sobre cómo me había sentido y en qué medida podía recordar los sueños que estaba teniendo, también algunas preguntas en relación a la inusualidad de los sueños en comparación con mis sueños fuera de las sesiones.

Carta a los Lectores

Acabo de notar que hay gente visitando este blog últimamente. Quiero instarlos a comentar sus impresiones, especialmente a los lectores que no me conocen.

PS: Y les agradezco las visitas, me da ánimo para seguir escribiendo.

domingo, 13 de julio de 2014

Antes de dormir

-¿Cómo se llama este lugar?
-Ra’lla*.
-¿Cómo?
-Ra’lla.
-¿Cómo escribes eso?
-R-A-‘-L-L-A
Señaló al cielo, nunca había mirado al cielo, cómo nunca había mirado al cielo: era morado. Al verlo me congelé, no quería dejarla ver que estaba impresionado, esto debía ser normal para ella, cambié el gesto con la vista fija arriba, una vez compuesto volví la cara hacia ella. Ahí estaba esa sonrisa misteriosa, una mezcla de seriedad madurada en años duros con esa picardía resiliente.
-¿Cómo sabes que no soy de aquí? ¿Sabes de dónde vengo?
Su gesto cambió, me miró con sospecha, como si no tuviera derecho a hacer esa pregunta. En ese preciso momento dejé de verla con los mismos ojos, quién se creía. Noté cómo su acto misterioso no era más que una forma de dominarme, acaso había notado mi interés en ella y simplemente estaba aprovechando para sentirse importante. Decir “no te preocupes, las cosas se van a dar de tal forma” o algo por el estilo, ¿realmente era algo de qué jactarse? Perfectamente podía ser simplemente una niña tratando de vivir en una dimensión fantástica por no poder afrontar las limitaciones de la realidad. Me la imaginé esperando sucesos a su alrededor, simplemente contemplando, maravillada, si nadie podía saber qué esperar, la única forma de sobreponerse era no esperar nada. Y eso era algo que ella sabía hacer bien.

Se quedó mirándome fijamente.
-Roberto, yo vivo aquí. De dónde vengas y dónde estás ahora no tiene ninguna importancia.
¿Qué había querido decir con eso? Esa era su respuesta, en realidad no me lo esperaba. Esperaba que me dejara en suspenso nuevamente, sin embargo todo lo que hizo fue restarle importancia a lo que para mí significaba un viaje interdimensional. Era cierto que su respuesta me había dejado perplejo, pero no confirmaba mis suposiciones, si eso era lo que quería, su respuesta no era ni obvia ni absurda, es más, me había dejado perplejo precisamente que no fuese ninguna de ambas.
-Tú me hiciste una pregunta que tiene una respuesta muy obvia, ¿no?
-Es cierto.
-¿Soy el único que ha venido aquí?, ¿Hay alguna razón?, tú sabes la respuesta a cualquiera de estas preguntas Roberto, me parece que te das cuenta de que todas estas preguntas se responden por sí mismas.
Era cierto, no habría motivo para preguntar si ella lo sabía, no había motivo para preguntar si era el único, no había motivo para preguntar por una razón, más que el dar por hecho que la respuesta a todas estas preguntas era la misma afirmativa.
-Pero entonces, Calia,  tú sabes algo, a fin de cuentas.
-Yo sólo sé que hay algo más allá de Ra’lla.




*[Rala]

Realidad

Esa semana fui todos los días a Nueva York. Me dediqué a caminar muy lentamente, miraba a mis al rededores, buscaba a Calia. Pasé bastante tiempo mirando las tiendas, los edificios, las personas. Al principio evité acercarme a la zapatería, no quería toparme con el gordo ni con el viejo. Reflexioné sobre las pocas veces que había estado en esta dimensión, ya había conocido a tres personas, eso no era común para mí, en general evitaba el contacto humano. Durante esa semana pasé varias horas sentado en un banco, sólo mirando, esto se parecía más a la relación que tenía con varios otros barrios de la ciudad. Había olvidado lo que se sentía, observar a la gente caminando de prisa, nadie me conoce. Sentarme en un mismo lugar varios días y no reconocer a nadie, sólo los edificios, sólo ellos entienden qué es lo que realmente pasa por estas calles.

El viernes de esa semana noté que algo había cambiado, las veces anteriores siempre habría ocurrido algún suceso que yo catalogaría como paranormal, sin embargo esta semana no había ocurrido nada extraño. Entonces comencé a dudar, quizás ahora estaba en Nueva York por primera vez. Se me ocurrió preguntarle a una señora que esperaba su turno junto a un lustrador de zapatos.
-Disculpe, ¿cómo se llama este lugar?
-Ésta es Nueva York, ahí está el metro Universidad de Chile.
¿Sería eso? ¿Acaso aquí terminaban mis viajes fantásticos? Quizás nunca más vería a Calia. En realidad no lo lamentaba mucho, desde el principio me había hecho la idea de que las extrañas ocurrencias no serían más que un sueño pasajero, y que pronto perdería contacto con ello sin saber nunca la verdad detrás de las inusuales conductas de estas personas. Más allá de eso, el personaje que realmente me intrigaba era Héctor Plasma, sabía que lo que había ocurrido era verdad, en algún lugar este espécimen sobrenatural existía. Me apollé en el vidrio de la zapatería, no había nadie. Al mirar adentro sentí algo desagradable, algo no calzaba, pero no sabía exactamente qué. Miré a mi alrededor, lo primero que pensé fue “entré”, pero no, estaba aún en Nueva York, la gente aún caminaba agitada como siempre, el ambiente no había cambiado. Volví a mirar la zapatería, algo estaba fuera de lugar.

No tenía caso seguir pensándolo, las respuestas no estaban aquí, estaban allí. Entonces decidí que no me quedaría de brazos cruzados esperando que las cosas ocurrieran, de ahora en adelante trataría de descifrar exactamente qué estaba ocurriendo y cómo era posible que dos dimensiones distintas existieran en el mismo lugar.
...me importaba lo que pensaran, qué me importaba...

...finalmente supe cómo develar los misterios, tal como había imaginado, no sería suerte ni un trabajo simple. Sin embargo esto, nuevamente, me llenó de alivio...

...por más que traté de encontrar una explicación, cada vez me convencía más de que me sería imposible, todos los resultados eran ridículos, inaceptables, ni siquiera yo podría hacer que esas excusas baratas sonaran convincentes. Sin embargo quedaba mucho aún, y mis dedos probablemente guardaban todavía secretos que me ayudarían a descifrar el enigma...

jueves, 10 de julio de 2014

Pavor

Estaba teniendo una pesadilla y me desperté en el clímax, probablemente porque estaba demasiado asustado en el sueño, me desperté en un momento en el que me había meado los pantalones (en el sueño) y trataba varias veces de decir una frase pero la voz simplemente no me salía. Cuando me desperté, tenía el cuerpo caliente y rígido, todos mis músculos estaban apretados.
Y pese a todo eso, lo primero que hice una vez que desperté fue algo que nadie imaginará: traté de volver a quedarme dormido para volver a la pesadilla.

En realidad tenía varias razones para volver:

  1. El horror que estaba viviendo en esa pesadilla era perfecto, puede ser difícil de entender, pero insisto en que la mayoría de las emociones, independiente de que sean positivas o negativas, pueden disfrutarse. Y este no era un miedo cualquiera, era un terror de una exquisitez sumamente poco frecuente.
  2. La pesadilla no había terminado, y dentro de mí confiaba en que todavía había manera de dar vuelta las cosas, de lograr que todo lo terrible que estaba pasando en ese momento tuviese un buen desenlace.
  3. En la pesadilla había una niña,  probablemente incluso más aterrada que yo, a la que estaba tratando de salvar, y valía la pena volver con tal de seguir intentando salvarla.
  4. El nivel de detalle y precisión de la pesadilla era espectacular


No logré volver a dormirme y por eso estoy escribiendo esto. Pero me sorprendí a mí mismo con esta valiente reacción.

Sueño 3

Fue muy similar al primer sueño. Estaba en el mismo campo florido, pero esta vez Calia estaba allí desde el principio. Me quedé quieto observando, el ambiente estaba menos vívido y yo no estaba precisamente disfrutando de su presencia. Luego de un rato se volteó, su cara era una mancha negra, no podía verla, pero sabía que era ella. Nuevamente no sentí ánimos de moverme, aunque esta vez simplemente contemplaba la situación con desinterés. Sentí su mirada perdida sobre mí, comenzó a transformarse en un peso que se hacía cada vez mayor, detrás de ella el sol comenzó a oscurecerse hasta que lo único visible en la escena fue su vestido que aún ondeaba. Entonces, como si nada hubiera pasado, se acercó a mí y me saludó amablemente. Su rostro comenzó a hacerse visible y noté cómo sonreía con ligereza, como si da nada hubiera que preocuparse en el mundo. La miré extrañado, pero su gesto no cambió, se quedó con su sonrisa congelada un buen rato. Finalmente comenzó a desvanecerse junto al sol que lentamente desaparecía bajo el interminable campo de flores. Seguí inmóvil esperando al cielo nocturno, sin embargo la escena sólo se oscureció cada vez más hasta que no hubo nada.

-Las lecturas de sus signos son satisfactorias, señor Sailinguer. ¿Cómo se ha sentido?
-Bueno, estuve dormido así que no tengo mucho qué decir. Aunque me siento medio dormido todavía.
-Hm.
Terminó de anotar en su cuadernillo, noté que algo de mi comentario le había molestado. El viejo aún me inspiraba un poco de desconfianza, por lo que me mantuve alerta.

-Es cierto lo que dice, pero no se preocupe, a partir de la cuarta sesión comienzan las variaciones en el tiempo de sueño, eso debería solucionarlo.

lunes, 7 de julio de 2014

...necesitaba que los demás supieran, pero eso generalmente sólo empeoraba las cosas...

...pero también yo protegía ciertas cosas, comencé a estudiar estas cosas y tratar de descubrir por qué sólo ellas eran especiales. Quizás ahí estaba la clave que me permitiría proteger todo lo demás...

...mi único descubrimiento se llenó de vergüenza, cómo podía vencer la dualidad?...

domingo, 6 de julio de 2014

Héctor Plasma

No quería arruinarlo, así que había esperado, y por fin era nuevamente martes. Cada vez que me paraba al principio de la calle me preguntaba si sería la última vez que entraría a ese lugar. Hice una breve recapitulación mental para tener control de ciertas variables, recordé esquemáticamente el plano de la calle, la distancia desde un extremo hasta el otro, la cantidad de locales que tenía que haber, la altura de los edificios. Entré. Lo primero fue revisar un letrero, “Relojería Pasture”, luego miré mi mano, ahí estaban mis dedos, volví a mirar el letrero, “Relojería Pasture”. Nada raro, me habían dicho que si fuese un sueño, algo debería haber salido terriblemente mal en ese ejercicio.
Entonces seguí mi camino con determinación, pero me detuvo de pronto una presencia sombría. Sentí como si los olores se desvanecieran, el aire se sentía helado sólo al respirarlo, en realidad la temperatura no había cambiado, pero algo se sentía como una alteración indescriptible, como si lo que respiraba ahora tuviese vida. Finalmente pasó junto a mí un sujeto pálido con un largo abrigo negro y pantalones negros. Sus pasos largos y pausados eran inaudibles, al mirarlo a la cara daba la impresión de estar flotando. Se desplazó unos metros con la vista fija, sin girar la cabeza en lo más mínimo, entonces se detuvo, se arqueó ligeramente hacia adelante y cerró los ojos un instante. Me pareció por un momento sentir un olor a piedra mojada y escuché un golpecito a mis espaldas, al voltearme, una paloma picoteaba un adoquín como tratando de recoger una migaja invisible de pan atorada. Migajas de pan, me lo imaginé agachado, rodeado de mirlos, partiendo lentamente trozos de pan, todos de igual tamaño y poniéndolos prolijamente sobre el suelo como si se tratara de un ritual. De tanto en tanto echándose un trozo a la boca él mismo, reflexionando una pregunta nunca hecha. Alimentarse no es comer, lo importante es sentir. Al darme vuelta nuevamente, el sujeto ya se encontraba varios metros más allá. Héctor Plasma, te lo presento. ¡Calia! Hola. Me quedé pasmado un momento, Héctor Plasma podía irse a donde quisiera, ver a Calia de nuevo me llenaba de una sensación extraña, casi dolorosa, y a la vez sumamente reconfortante, su presencia me hacía sentir como si estar en cualquier dimensión extraña fuera mi destino. Hola, ¿Cómo estás? Sonrió, señaló a Héctor Plasma. Nunca ha hecho bien ni mal a nadie, nadie sabe mucho sobre él en realidad, pero es impresionante verlo, vi que se comunicó con los adoquines cuando estaba contigo, ¿qué te pareció? ¿Con los adoquines? Bueno, con el espíritu de los adoquines. Finalmente llegó hasta la fuente y se detuvo frente a ella, su silueta se confundía con las mujeres de la fuente, me costaba trabajo verlo, hasta que noté que ya no se encontraba ahí. Esa fue la primera y la última vez que vi a Héctor Plasma.
Vive en la fuente, bueno, algo así, sólo lo hemos visto entrar y salir; algunos dicen que es el espíritu de Mag, pero eso son tonterías. Vine al experimento de sueños en la zapatería, ¿lo has escuchado? El centro de investigación del sueño, ¿y qué te pareció, tus zapatos quedaron bien? No tenía cara de estar burlándose, por un momento me pregunté si era sensato sentirme tan atraído por alguien que vivía en un mundo distinto, no sólo físicamente, me costaba entender lo que decía. Acaso sus costumbres serían aún más extrañas para mí, no me atreví a imaginarnos cocinando la cena, sabía que incluso algo así era una situación que tendría que explorar con apertura de mente.
Me dio la mano inclinándose levemente. Espera, esto,.. Podrías… Inmediatamente me di cuenta de que pedirle su número no me serviría de nada, aunque quizás esa era la solución. Sin embargo qué haría si me daba, de hecho, un número que no pudiere marcar, cómo decirle que no podría llamarla. Mis prioridades eran ridículas, pero las tenía bastante claras, no podía arriesgarme. Digo, podríamos volver a vernos, tomar un café… Estás aquí Roberto. Sonrió. Eso significa que nos volveremos a ver. No sé por qué, pero algo en su respuesta me pareció esperable, quizás simplemente el hecho de que aquí las cosas no tenían sentido, o al menos tenían un sentido distinto. Sin embargo, su certeza era una promesa de esclarecimiento. Nos volveríamos a ver, podía confiar, entonces, en que en algún momento tendría respuesta sobre qué era este lugar, y por qué todo era tan extraño en él.
Camino a la zapatería me topé con Fisk, quien amablemente me acompañó nuevamente al laboratorio. Señor Sailinguer, lo estábamos esperando, el procedimiento es el mismo, póngase cómodo. 

viernes, 4 de julio de 2014

...yo tampoco tenía la respuesta, y mi intuición me decía que al final ambos seguiríamos sin saber....


...eso me gustó, sentí que el futuro deparaba buenos desenlaces...

jueves, 3 de julio de 2014

Urban biking

Ese soy yo saltando en mi bici... así me veo en la noche?

miércoles, 2 de julio de 2014

La Aprendiz

Abrí el portón oxidado de la casa antigua, había chatarra en un pasillo sobre el que se abalanzaba la casa con sus balcones en varios pisos, como tambaleante, poniendo todo su esfuerzo contra el tiempo para no desmoronarse. Crucé el umbral polvoriento del garage, quería evitar el contacto con esa casa y sus recuerdos en lo posible. Sobre mí se sostenían con dificultad las enormes y toscas vigas de madera, negras por el incendio que había puesto fin a los sufrimientos de aquel lugar. Me agaché entre las enormes telarañas, de algunos huecos en los pilares manaban gusanos muertos, como sangre maldita en los poros de una historia terrible que sólo yo recordaba. Me aparté de una crisálida gigante, probablemente estaba incubandose desde hacía siglos, recordaba haberla visto tal cual en mi niñez, quizás un poco menos brillante que ahora, y aún no quería saber que era lo que saldría de ella. Subí las escaleras empinadas al segundo piso, en el remanso donde me dejaban las comidas aún estaba el sillón de caucho, estaba con toda su cubierta derretida, se notaba pegajoso todavía a pesar del polvo. Continué subiendo hasta los áticos donde estaba mi pieza, el suelo lleno de tierra y ceniza nublaba el aire con cada pisada, activé el interruptor de la luz y esperé un rato en vano. No quedaba nada, nunca había habido nada, la cama y un mueble igual de vacíos que antes. En las paredes llenas de chinches estaban todavía colgadas las miles de siluetas recortadas en papel blanco, personitas, animales y autitos, único vestigio de pureza en todo el recinto. Entonces noté algo que no solía estar allí, un recorte de diario, aunque tenía aspecto antiguo. Me acerqué hasta casi tocarlo con la nariz para intentar ver de qué se trataba entre la oscuridad, era una foto de una niña con un vestido negro, acurrucada junto a una cama en la que yacía un adulto recostado. Con dificultad logré leer solo el titular: "nuevas víctimas, se hace llamar Susan Melanys Back". Por qué estaba ese recorte ahí, la incertidumbre se llenó de miedo y en el asco de mis recuerdos bajé apresurado la escalera. Al llegar abajo la vi, apollada en un hacha junto a la crisálida, una niña pelirroja de unos nueve años vestida de negro, al levantar su cabeza se posaron sobre mí dos vacíos que apenas se asomaban entre los paños tiesos y mal pegados unos con otros, que cubrían su rostro. Se levantó exclamando "soy su aprendiz, Susan Melanys Back!", corrí para pasar por el hueco que quedaba a su lado, pero me apartó con un feroz movimiento de su hacha que se incrustó en el pilar, tenía una fuerza extraordinaria. Me quedé pasmado entre las astillas que volaron mientras retiraba, casi sin esfuerzo, la herramienta apestosa de sangre oxidada, volvió a exclamar "soy su aprendiz, Susan Melanys Back!". Entonces ella corrió delante de mí hasta el umbral exterior y se paró junto a él ligeramente agachada y sosteniendo el hacha contra el suelo, como preparada para cortar un trozo de leña, continuaba repitiendo la misma frase cada vez más compulsivamente. Sólo corrí, no me lo cuestioné,  la única opción de salir que tenía era pasar frente a ella y rogar por que su movimiento fallara. Lo hice y continué corriendo hasta el portón, pero no sentía nada tras de mí,  miré atrás y la vi caminar en dirección a mí,  lentamente arrastrando el hacha, su cabello parecía flotar como electrificado cuando comenzó a llorar con gritos desconsolados. Seguí corriendo hasta el portón, me apoyé en la barbacoa sobre la que solían dejar las bolsas de basura y salté hacia el exterior. Recién una vez fuera me di cuenta del terror que inundaba todo mi cuerpo, aún podía escuchar a la niña llorando desconsoladamente,  me agaché y grité con todas mis fuerzas, el grito que casi me desgarra la garganta no era suficiente para quitarme de encima el asco y el horror. Continué gritando mientras me alejaba corriendo del lugar al que seguramente no volvería jamás.