martes, 29 de septiembre de 2009

Día nítido II

Descienden de la cordillera las ilusiones infantiles, sortean arbustos y pastos secos hasta dejarse desmoronar verdes y celestes ante una avenida rural. Avanzan ligeras entre los postes de luz, deslizándose como corrientes sinuosas sin reflexionar. Se acercan curiosas a un par de ventanas y divagan entre la nana y una nube reflejada. Se devuelven y se dejan caer sin tropezar. Ruedan sobre los autos despreocupadas y lejanas hasta chocar. Se estrellan con las realidades, las prisas y los edificios de la ciudad, y desaparecen en un destello efímero de felicidad.

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