domingo, 9 de abril de 2017

Nueva Nueva York

-Onon, Calia…
Entre ambas me recogían del suelo, ¿estaba en un hospital? No, estaba en industrias Vaco, a mi alrededor se erguían los estanques llenos de líquidos de colores, aunque desde la planta baja sólo parecían enormes barreras curvas de aluminio. Onon y Calia se encontraban desconcertadas, en realidad la expresión de desconcierto en Calia era una excelente visión que jamás creí que vería, aunque sólo duró unos segundos, su agilidad mental le permitiría articular varias explicaciones inmediatamente. Tan pronto como estuve de pie me invadió con preguntas, la primera de ellas me llamó especialmente la atención.
-¿Ustedes se conocen?
No. Jamás nos habíamos visto, pero de alguna forma sabía quién era Onon. Ella por su parte negó con un ademán seguro.
-¿Tú lo conoces?
Calia no estaba interesada en Onon, regresó si atención a mí.
-¿Estás bien? ¿No te pasó nada?
El tono de su pregunta había cambiado casi imperceptiblemente, en su mirada sentía la agudeza de un halcón posado sobre mí con su intención fija. Me registró fugazmente con la vista y volvió. Tomó un instante y esgrimió su siguiente frase con especial énfasis.
-Qué bueno que el cristal no te cayó encima.
Diciendo esto me observó con especial atención y pudo captar claramente mi sorpresa al escucharla. Cómo podía ella saber sobre el cristal. Sin saberlo había sido presa de una sesión de cuestionamiento, más aún, había dado toda la información que se me había pedido. Quizás estaba sobredimensionando, tal vez era coincidencia, pero en ese momento tuve la sensación de que había perdido una batalla importante, de que Calia era el enemigo y de una forma incomprensible para mí en ese momento, me había sacado la valiosa información que ahora le daría la ventaja.
-Onon asístelo para que le traten esas quemaduras. Yo voy a revisar que esté todo bien en el galpón.
Y así simplemente, Calia se perdió entre los toneles, mientras Onon me ayudaba a caminar hacia la salida, pude notar que las fuerzas me eran escasas y comencé a sentir el ardor en la piel, tenía varias zonas sensibles en los brazos y las piernas. Me quedó la sensación incómoda de que Calia se me había adelantado, como si corriéramos una carrera invisible en la que debía adivinar el camino y ella supiese exactamente por dónde moverse.

La medicina en Ra’lla era aún más primitiva de lo que había imaginado. Onon me acompañó hasta una tienda parecida a una farmacia antigua, en la parte trasera de la misma la señora que atendía con su delantal de colores me aplicó unos ungüentos en las quemaduras y me ofreció té de yerbas. De todas formas había que atribuir la situación a una falta cultural antes que tecnológica, la tecnología médica existía en Ra’lla, sin embargo el ciudadano promedio recurría a una curandera antes que un hospital. Realmente no tenía siquiera certeza de que existieran hospitales, en todo caso sí había tecnología, al menos superior a la que estaba presenciando en ese momento; la cuestión era si la misma estaba disponible al público o no.
Mientras tanto muchas cosas sucedían simultáneamente en Nueva York. En el laboratorio de Albers entraba Fisk saboreando el último bocado de su salchicha, la cual se le atascaba en la garganta y lo congelaba en su lugar al ver la cara de desaprobación del científico. Albers lo tomó con humor entendiendo que no tenía mucho caso a esas alturas y con una palmada lo animó a comenzar a preparar los instrumentos para el siguiente experimento. El gordo se dirigió a la sala de operaciones a disponer todos los instrumentos de medición en su lugar, mientras el flaco preparaba los equipos y conectaba las tuberías a la maquinaria. Encender, encender, encender, abrir, abrir, abrir, presionar algunos botones y girar unas cuantas perillas. Curioso, creyó haber abierto todos los flujos, pero no llegaban a los indicadores principales; algo habría pasado con las perillas. Cerrar, abrir, cerrar, abrir. Todavía no funcionaba.
-¡Fisk! Ven a ayudarme con esto. Las perillas no funcionan, hay que revisar el mecanismo.
Supuso que podrían haberse dañado con el incidente de distorsión temporal, o quizás las tuberías se habrían roto. No podía ser, estaba seguro de haber tenido flujo después de eso. Fisk ya se encontraba desmontando la primera perilla cuando sintió la mano ceñida sobre su hombro y observó la cara de espanto en su jefe.
-¡Cresta! Nos descubrieron.
Pocos segundos después Albers se había retirado del lugar con la firme intención de no volver. La única instrucción para Fisk era quedarse en el frente de la tienda y vender zapatos fingiendo no saber que tras la puerta se hallaba el laboratorio. Él no tenía problema, después de todo, había llegado a esa tienda a vender zapatos, un día Albers lo había puesto a operar equipos científicos en la trastienda, y él había obedecido sin preguntar; así mismo regresaba al mostrador desprovisto de otra preocupación más que la elección de su siguiente bocadillo.

Simultáneamente salían del túnel grieta varios togas seguidos por Andrea y Jarso en el galpón de Industrias Vaco, para su sorpresa se encontraba completamente destruido. Sin embargo lo que más extrañeza les causó no fue el estado de las instalaciones, sino la vista que el suceso les permitía, finalmente podían conocer la ubicación, y la misma resultó bastante evidente. La calle de adoquín tiznada por la explosión bajo los muros antiguos con sus enormes ladrillos de piedra, bastó un vistazo al callejón aledaño desde la salida del galpón para saber que se encontraban en el mismo barrio Nueva York por el que habían llegado.
Instintivamente corrieron hasta la salida para confirmar la confusa visión, en todas direcciones registraron las calles vacías y constataron que efectivamente se trataba del mismo barrio. En ese momento Jarso y Andrea, como compertiendo sus pensamientos, tuvieron la sensación de que algo no estaba bien, ambos se apresuraron hasta la grieta en el callejón, entonces compartieron nuevamente la inquietud por un momento: La grieta había desaparecido sin dejar huella. Tantearon el muro y buscaron cualquier vestigio, sin embargo era claro que en ese lugar jamás había existido la grieta. De inmediato corrieron de regreso a la salida en la fábrica temiendo lo peor, los pocos metros que los separaban de ese lugar se les hicieron eternos imaginándose que habían quedado aprisionados en una realidad alternativa de Ra’lla desprovista del resto de la humanidad. Sin embargo, nuevamente se sorprendieron al reconocer que el túnel permanecía en su lugar.
Junto a los togas que los acompañaban volvieron a través del túnel para analizar con calma la situación, temiendo que en cualquier momento la apertura podría volver a cerrarse y dejarlos extraviados en ese lugar. Sólo pudieron observar tres claves en el lugar. La primera era que el galpón había explotado, sin embargo no habían reconocido ninguna huella que permitiese suponer que algo allí se había incendiado. Segundo, el lugar se encontraba totalmente despoblado, no había ninguna multitud conmocionada en las calles ni cuerpos dejados tras el accidente. Y finalmente todos coincidieron en que algo del lugar les había parecido poco familiar, sin embargo nadie fue capaz de señalar concretamente a qué se debía. 

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