-Onon, Calia…
Entre ambas me recogían del
suelo, ¿estaba en un hospital? No, estaba en industrias Vaco, a mi alrededor se
erguían los estanques llenos de líquidos de colores, aunque desde la planta
baja sólo parecían enormes barreras curvas de aluminio. Onon y Calia se
encontraban desconcertadas, en realidad la expresión de desconcierto en Calia
era una excelente visión que jamás creí que vería, aunque sólo duró unos
segundos, su agilidad mental le permitiría articular varias explicaciones
inmediatamente. Tan pronto como estuve de pie me invadió con preguntas, la
primera de ellas me llamó especialmente la atención.
-¿Ustedes se conocen?
No. Jamás nos habíamos visto,
pero de alguna forma sabía quién era Onon. Ella por su parte negó con un ademán
seguro.
-¿Tú lo conoces?
Calia no estaba interesada en
Onon, regresó si atención a mí.
-¿Estás bien? ¿No te pasó nada?
El tono de su pregunta había
cambiado casi imperceptiblemente, en su mirada sentía la agudeza de un halcón
posado sobre mí con su intención fija. Me registró fugazmente con la vista y
volvió. Tomó un instante y esgrimió su siguiente frase con especial énfasis.
-Qué bueno que el cristal no te
cayó encima.
Diciendo esto me observó con
especial atención y pudo captar claramente mi sorpresa al escucharla. Cómo
podía ella saber sobre el cristal. Sin saberlo había sido presa de una sesión
de cuestionamiento, más aún, había dado toda la información que se me había
pedido. Quizás estaba sobredimensionando, tal vez era coincidencia, pero en ese
momento tuve la sensación de que había perdido una batalla importante, de que
Calia era el enemigo y de una forma incomprensible para mí en ese momento, me
había sacado la valiosa información que ahora le daría la ventaja.
-Onon asístelo para que le traten
esas quemaduras. Yo voy a revisar que esté todo bien en el galpón.
Y así simplemente, Calia se
perdió entre los toneles, mientras Onon me ayudaba a caminar hacia la salida,
pude notar que las fuerzas me eran escasas y comencé a sentir el ardor en la
piel, tenía varias zonas sensibles en los brazos y las piernas. Me quedó la
sensación incómoda de que Calia se me había adelantado, como si corriéramos una
carrera invisible en la que debía adivinar el camino y ella supiese exactamente
por dónde moverse.
La medicina en Ra’lla era aún más
primitiva de lo que había imaginado. Onon me acompañó hasta una tienda parecida
a una farmacia antigua, en la parte trasera de la misma la señora que atendía
con su delantal de colores me aplicó unos ungüentos en las quemaduras y me
ofreció té de yerbas. De todas formas había que atribuir la situación a una
falta cultural antes que tecnológica, la tecnología médica existía en Ra’lla,
sin embargo el ciudadano promedio recurría a una curandera antes que un
hospital. Realmente no tenía siquiera certeza de que existieran hospitales, en
todo caso sí había tecnología, al menos superior a la que estaba presenciando
en ese momento; la cuestión era si la misma estaba disponible al público o no.
Mientras tanto muchas cosas
sucedían simultáneamente en Nueva York. En el laboratorio de Albers entraba
Fisk saboreando el último bocado de su salchicha, la cual se le atascaba en la
garganta y lo congelaba en su lugar al ver la cara de desaprobación del
científico. Albers lo tomó con humor entendiendo que no tenía mucho caso a esas
alturas y con una palmada lo animó a comenzar a preparar los instrumentos para
el siguiente experimento. El gordo se dirigió a la sala de operaciones a
disponer todos los instrumentos de medición en su lugar, mientras el flaco
preparaba los equipos y conectaba las tuberías a la maquinaria. Encender,
encender, encender, abrir, abrir, abrir, presionar algunos botones y girar unas
cuantas perillas. Curioso, creyó haber abierto todos los flujos, pero no
llegaban a los indicadores principales; algo habría pasado con las perillas.
Cerrar, abrir, cerrar, abrir. Todavía no funcionaba.
-¡Fisk! Ven a ayudarme con esto.
Las perillas no funcionan, hay que revisar el mecanismo.
Supuso que podrían haberse dañado
con el incidente de distorsión temporal, o quizás las tuberías se habrían roto.
No podía ser, estaba seguro de haber tenido flujo después de eso. Fisk ya se
encontraba desmontando la primera perilla cuando sintió la mano ceñida sobre su
hombro y observó la cara de espanto en su jefe.
-¡Cresta! Nos descubrieron.
Pocos segundos después Albers se
había retirado del lugar con la firme intención de no volver. La única
instrucción para Fisk era quedarse en el frente de la tienda y vender zapatos
fingiendo no saber que tras la puerta se hallaba el laboratorio. Él no tenía
problema, después de todo, había llegado a esa tienda a vender zapatos, un día
Albers lo había puesto a operar equipos científicos en la trastienda, y él
había obedecido sin preguntar; así mismo regresaba al mostrador desprovisto de
otra preocupación más que la elección de su siguiente bocadillo.
Simultáneamente salían del túnel
grieta varios togas seguidos por Andrea y Jarso en el galpón de Industrias
Vaco, para su sorpresa se encontraba completamente destruido. Sin embargo lo
que más extrañeza les causó no fue el estado de las instalaciones, sino la
vista que el suceso les permitía, finalmente podían conocer la ubicación, y la
misma resultó bastante evidente. La calle de adoquín tiznada por la explosión
bajo los muros antiguos con sus enormes ladrillos de piedra, bastó un vistazo
al callejón aledaño desde la salida del galpón para saber que se encontraban en
el mismo barrio Nueva York por el que habían llegado.
Instintivamente corrieron hasta
la salida para confirmar la confusa visión, en todas direcciones registraron
las calles vacías y constataron que efectivamente se trataba del mismo barrio. En
ese momento Jarso y Andrea, como compertiendo sus pensamientos, tuvieron la
sensación de que algo no estaba bien, ambos se apresuraron hasta la grieta en
el callejón, entonces compartieron nuevamente la inquietud por un momento: La
grieta había desaparecido sin dejar huella. Tantearon el muro y buscaron
cualquier vestigio, sin embargo era claro que en ese lugar jamás había existido
la grieta. De inmediato corrieron de regreso a la salida en la fábrica temiendo
lo peor, los pocos metros que los separaban de ese lugar se les hicieron
eternos imaginándose que habían quedado aprisionados en una realidad
alternativa de Ra’lla desprovista del resto de la humanidad. Sin embargo,
nuevamente se sorprendieron al reconocer que el túnel permanecía en su lugar.
Junto a los togas que los
acompañaban volvieron a través del túnel para analizar con calma la situación,
temiendo que en cualquier momento la apertura podría volver a cerrarse y
dejarlos extraviados en ese lugar. Sólo pudieron observar tres claves en el
lugar. La primera era que el galpón había explotado, sin embargo no habían
reconocido ninguna huella que permitiese suponer que algo allí se había
incendiado. Segundo, el lugar se encontraba totalmente despoblado, no había ninguna
multitud conmocionada en las calles ni cuerpos dejados tras el accidente. Y
finalmente todos coincidieron en que algo del lugar les había parecido poco
familiar, sin embargo nadie fue capaz de señalar concretamente a qué se debía.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario