sábado, 22 de abril de 2017

El último laboratorio

Todavía me ardía la piel en varias partes, pero no podía seguir acostado. Ya habían pasado tres días desde el incidente con el líquido y necesitaba respuestas. Sabía que no había rastros de Albers ni Calia, pero tenía que encontrar a cualquiera de los, sólo ellos podían tener respuestas. Auron no se inmutó cuando me levanté del lecho improvisado con frazadas viejas, entonces noté que realmente en ningún momento me había dicho explícitamente que necesitaba permanecer en reposo, yo lo había interpretado en sus gestos. Tampoco me prestó atención mientras me disponía a retirarme, una parte de mí quería agradecerle de alguna forma por sus cuidados, otra parte, en cambio, percibía que lo correcto era sólo retirarme sin más.
Afuera me esperaba Jarso, el semblante sombrío me recordaba ligeramente al de Zóhoro. Era la primera vez que lo veía solo, en realidad no estaba solo, pero ni él ni yo sabíamos que Chiro se encontraba observando la escena desde algún lugar entre la vegetación.
-Veo que ya estás mejor.
-Sí, cómo estás tú, ¿todo bien? ¿Descubrieron algo sobre las distorsiones espaciales?
Él estaba parado frente a mí con toda su concentración en mis ojos, y yo desde el principio les escondía mis travesías temporales a los togas. Es difícil preguntar por qué uno es interpelado antes de ser efectivamente interpelado, es mostrarse honesto a la vez que revelar que se esconde algo. De todas formas mi tono de vos, mis palabras, todo en mí mostraba que estaba evitando el tema.
-¿Sabes por qué quiero hablar contigo?
-Dejémonos de tonterías, pregúntame lo que quieres saber, no tengo nada qué esconder.
Una mentira estúpida, por qué diría eso a menos que efectivamente tuviera algo qué esconder.
-Quiero saber qué hacías con Zóhoro en los campos de coralis—No, quiero saber si tú mataste a Zóhoro.
-Cómo podría…
 Hice una pausa, antes de responder tenía que analizar la situación. Jarso estaba preguntando únicamente por Zóhoro, la emoción en su pregunta indicaba que sólo había establecido un vínculo entre las circunstancias de la muerte de Zóhoro y yo. Más importante, no parecía tener nociones sobre mis poderes. Podía hablar de los hechos, yo había estado ahí, había visto a Zóhoro en sus últimos momentos, él mismo me había llevado a ese lugar, de manera que le expliqué lo ocurrido obviando mis incursiones en viajes temporales. Zóhoro me había llevado a los campos de coralis y me había dado una paliza, incluso fui honesto sobre el motivo, dudaba de mí. Finalmente un cristal enorme había caído sobre el lugar poniendo fin a su vida y casi la mía. En ese momento noté la fortuna de este hecho, si mi vida no hubiese estado en riesgo definitivamente los togas habrían estado disectándome en esos mismos momentos. También fue afortunado que olvidara mencionar a Chiro en mi secuestro, pues no tenía cómo saber que estaba escuchando toda la conversación.
-Ya veo, eso suena como Zóhoro. Sí que te dio una paliza.
Sonrió, recién entonces lo noté, el dolor en mi piel no sólo venía de las quemaduras; por todas partes tenía marcadas las garras. Aun así, ¿había matado yo a Zóhoro? Después de todo yo tampoco tenía la respuesta a esa pregunta.

Camino a Nueva York me comentó sobre los hallazgos en la apertura de Nueva York y que probablemente tomaba lugar en 1542. También me hizo algunas preguntas sobre la inundación, le comenté del cristal que había caído súbitamente y se había derretido instantáneamente, remarqué el hecho de que el volumen de agua había sido mucho mayor que el tamaño del cristal. También me comentó que Onon se encontraba sin actividad en Vaco desde ese día, que aparentemente le habían dado vacaciones y la habían asignado a otro continente a partir de unos días más.
Decidí dirigirme al laboratorio de todas formas, tenía la sensación de que ya no volvería a ver a Albers nunca más, aun así, Fisk podía saber algo. Al acercarme noté que no había nadie en la recepción, adentro se escuchaban golpes metálicos. Entré sin reparar más, pero antes de llegar al umbral, un sujeto enorme en gabán gris se abrió paso tras éste bloqueando el mío.
-Cerrado.
No parecía ser alguien a quien le faltaran las palabras, pero no iba a decir más que eso.
-¿Qué?
-Cerrado. Fuera.
Me tomé unos segundos, no para pensar cómo desafiarlo, sino por la impresión, era surrealista que un matón me cortara el paso en estos momentos. A él no le pareció lo mismo, sin expresión de arrebato levantó un lado del abrigo y extrajo una vara de madera de intenso amarillo en el segmento superior y suave azul en la empuñadura. Me hizo algo de gracia verlo agitar controladamente el colorido instrumento en dirección a mi cara.
-Fuera.
Continuaba tan serio como yo pasmado, eso fue suficiente para que golpeara suavemente el mesón, e que al contacto con la vara pareció estallar en vapor y toda la zona de contacto quedó hecha carbón expeliendo olor a quemado.
-¡Fuera!
-¡Tú eres un agente de Vaco! ¿Verdad? Qué está haciendo Vacó acá.
-Suficiente, ¿quieres entrar? El jefe va a saber qué hacer contigo.
Me hizo gracia, creía que con un palito caliente me podía asustar, no tenía idea de lo que yo era capaz. Cerré los ojos y lo dejé simplemente tomarme del cuello de la camisa mientras me concentraba, sólo tenía que detener el tiempo, ver qué pasaba en el laboratorio e irme de ahí. Me concentré mientras me arrastraba hasta adentro, los segundos que le tomó pasarme por la sala con el asiento de pruebas y arrojarme hasta la sala de mediciones. ¡No había funcionado! No entendía, ¿acaso las otras veces habían sido suerte o coincidencia? ¿Realmente eran los experimentos de Albers los que me llevaban en el tiempo, realmente había sido un meteorito el cristal rosado? No podía ser tal coincidencia. No importaba, ahora estaba en verdaderos problemas.
-Jefe, este intruso estaba muy determinado a entrar acá.
-¡¡Fisk!!
-Buenos días señor Sáilinguer.
Respondió como si no supiera de qué se trataba, permaneció parado en una esquina sin hacer gesto alguno. No, Fisk no era el jefe, el jefe en su gabardina beige se encontraba muy concentrado agachado tras unas máquinas junto a otro matón revisando algo.
-¿¡Calia!?
-Roberto.
Con una tranquila sonrisa en su rostro hizo un gesto al tipo tras de mí para que me ayudara a levantarme. Ninguno de nuestros dos acompañantes se inmutaba en absoluto ante la situación.          
-Qué afortunada llegada, justo estaba acordándome de ti.
-Calia, qué es esto, qué están haciendo aquí. ¿Dónde está Albers?
Entrejuntó los ojos.
-Esperaba que tú pudieras decirme. No importa, necesito que me ayudes a ver cómo funciona esto. ¿Te molestaría explicarme qué hacía Albers acá? Este gordo parece que de verdad no sabe nada.
Fisk sólo juntó las cecas inflando un poco las mejillas algo confuso.
-Por supuesto que me molestaría, tú tienes harto más qué explicar.
-No seas ingenuo Roberto, no estás en posición de hacer demandas.
El sujeto tras de mí me tomó entonces por los brazos y me afirmó desde la espalda, no podía moverme. Calia se acercó lentamente. No tenía sentido intentar zafarme, el tipo era dos veces mi tamaño.
-Yo sé que tienes muchas preguntas, yo sé que ya tenías varias preguntas antes de saber que trabajo para Vaco, y que ahora tienes más. Y quizás con algo de tiempo tus dudas incluso se aclaren. Pero ahora no estamos aquí para eso, ahora vas a decirme qué hizo Albers contigo.
Por qué quería saber qué hizo Albers conmigo, y por qué ahora, algo sobre el cristal rosado tenía que ver con todo esto, al menos esa pista podía rescatar de nuestro breve encuentro con Onon. En fin, no tenía mucho caso reflexionarlo demasiado.
-No tengo idea. La verdad es que yo sólo me acostaba a dormir, qué pasaba acá atrás, no tengo idea.
Me miró fijamente muy de cerca.
-¿Crees que no sabemos lo que has estado haciendo los últimos meses? Sabemos perfectamente, quizás no sabemos qué hay en el futuro, pero lo vamos a descubrir con o sin tu cooperación.
El tipo me apretó con más fuerza, sentí que el codo derecho se me rompería en cualquier momento, esto no era ninguna broma. Tenía que intentarlo de nuevo, si Calia tenía tanto interés en el experimento de Albers, tenía que significar que algo me había hecho, eso era lo que ella quería. Me concentré nuevamente, esta vez calmé mi respiración, me enfoqué en el olor de Calia alrededor, cada vez más patente, comencé a visualizar el barrio Nueva York, a concentrarme en la sensación del lugar, los edificios, los adoquines… Entonces sentí algo tibio en los labios, tuve que abrir los ojos, los suyos, aun cerrados, dejaban ver toda su belleza a milímetros de mí. No entendía nada.
-Ah-ah. Roberto malo, el ser humano es una cosa muy interesante, y muy imperfecta.
-¿Qué--?
-Eres lindo, sabes, lo reconozco. Pero no nuestro no podría haber sido.
Se largó a reír, lo estaba disfrutando, ¡lo había hecho a propósito para desconcentrarme! Y había funcionado, no era capaz de volver a poner el foco, cerré los ojos, e inmediatamente los volví a abrir, ese beso esperado e inesperado a la vez era todo en lo que podía pensar.
-Karis, toma eso, lo vamos a llevar con nosotros.
El sujeto levantó con dificultad una esfera metálica de unos 40 centímetros de radio, estaba afirmada por varios tornillos y placas, algunas sobresalían dejando ver un grosero espesor. En un punto específico algo que parecía ser una puertecilla con un extraño mecanismo. Lo miró con descontento, al parecer habían estado tratando de abrirla y no lo habían logrado.
-Me imagino que tú tampoco sabes cómo abrir esta cosa.
-Ya te dije que nunca vine a esta sala.
Ambos miramos a Fisk nuevamente, quien tranquilamente se encogía de hombros, él también veía el aparato por primera vez. Se dispusieron a retirarse, el sujeto todavía me así fuertemente, pero no me iba a rendir. Si tan sólo podía concentrarme unos instantes. Decidí usar su truco contra ella, decidí concentrarme en ese beso, si no podía quitar mi mente de ese instante, al menos podía usarlo para concentrarme; algo debía lograr con ello. Cerré los ojos, lo visualicé, una mezcla de placer y rabia me llenaban, no servía. Lo intenté de nuevo, dejé que la rabia me llenara; pero Calia tampoco había terminado. Con un certero rodillazo en la entrepierna me dejó tendido en el suelo mientras Fisk observaba compartiendo mi dolor.
-Tú crees que tienes un poder después de los experimentos del viejo. Pero no tienes ni medio, ya verás.
Y así se retiró su figura meneando la gabardina de lado a lado entre los abrigos de sus acompañantes.

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