-¡Roberto!
-¡Onon! No te había reconocido.
-¿Cómo van las pruebas?
¿Las pruebas? Tengo cosas más
importantes de qué preocuparme en este momento. Onon se ve sumamente relajada,
sacando un paquete de galletas que tiene con un extremo amuñado en su mochila. Me
sigue sorprendiendo verla volver a poner el paquete dentro, dejando a la vista
nada más que una pulcritud aparentemente intacta. Incluso me dan ganas de
pensar que es un ritual compulsivo, aunque más bien me da la impresión de tener
un excelente sentido de sus propias necesidades biológicas. Las pruebas…
Historia de la psicología, Ser humano como sistema biológico, Teoría de la
comunicación, Estadística II, Investigación IV, las pruebas de fin de semestre.
-Todo tranquilo, se hace lo que
se puede. ¿Cómo vas tú?
-Me tiene complicada la prueba de
Estadística. Estoy segura de que me lo voy a echar.
Qué patrañas, Onon tiene el mejor
promedio de la carrera, dice que nunca ha sido científica, aún así nos ayuda a
estudiar estadística a los demás. Yo debería estar más preocupado. Hace semanas
que no visito la tierra, ni siquiera estoy seguro de la materia que estamos
viendo. He estado completamente absorto en Ra’lla, me pregunto si ha sido una
mala decisión. Sin embargo los sucesos en ese mundo paralelo me dan un sentido,
tengo un impacto y una función, y son importantes. En la tierra soy nadie, un
estudiante más que discute las pruebas con Onon.
-¿Te había dicho que te pareces
un montón a Miranda Cosgrove, la actriz?
-Como cuatro veces ya.
Suelto una carcajada, es verdad,
siempre hago lo mismo.
-Pero no te conté que te puse en
mi libro, ¿verdad?
-¿En serio? Creí que habías
dejado de escribir, de dónde sacas tiempo.
-Así es, eres una agente
encubierta para un grupo revolucionario.
Ella sonríe, obviamente se está
imaginando a sí misma en Chile en la década del 80; a veces me pregunto si
realmente puesta en ese lugar habría tenido las agallas de hacer todo lo que se
le viene a la mente en estos momentos.
-¿Y a qué debo ese honor?
-A tu nombre nomás, me gusta tu
nombre, le pega a la historia.
-Bueno, obligada a leerlo
entonces. Me vas a tener que mostrar donde salgo. ¿Cómo está tu polola?
¿Mi polola? La imagen de Calia se
me viene a la mente de inmediato, pero por qué. Primero Calia y ahora Onon. No
puede ser coincidencia encontrar dos contrapartes en ambas dimensiones. Mi
mente se detiene a divagar al respecto mientras su pregunta resuena en el fondo
de mis pensamientos. ¿Estoy pololeando? De alguna forma no puedo dar con una
respuesta, no puedo decir que mi polola está bien, no puedo decir que estoy
soltero. Algo no cuadra, y pese a ello tengo una sensación de vacío patente que
me sugiere que siempre he estado solo.
Me retiro pensativo. Casi había
olvidado mi vida antes de Ra’lla. Dónde estoy o dónde tengo que estar. Cierro
los ojos para concentrarme en el campo de flores, no sé dónde está ese campo de
flores, pero cuando me imagino en él siento completa serenidad.
Al abrir los ojos estoy ahí, no
siento haber viajado, no siento haber usado los poderes que los experimentos de
Albers me han dado, aún así la sensación es vívida. El paisaje me parece
extrañamente más familiar, me recuerda a los campos de Coralis, aunque las
montañas en este paisaje son significativamente más modestas. Me concentro en
la imagen de Calia, como una sensación de destino que nos une. Visualizo su
figura y la hago presente en el paisaje, recuerdo haber visto esa figura en
sueños de este lugar. Pero por qué; por qué ella. Apenas la conozco, ¿acaso tan
fácilmente me despierta sentimientos…? No, no es eso, algo en ella me produce
atracción, pero a la vez me infunde miedo y cuidado. Algo en su misterio me
cautiva, a la vez que me hace estar alerta.
Finalmente despejo las emociones
de mi mente y me dejo ser parte del escenario, mis pies son como estolones y se
mezclan con las raíces de las flores. Estos campos permanecieron prístinos por
centenarios, hasta que el hombre urdió el progreso más primitivo en ellos mutándolos
con sus dedos ingenuos. Primero una pequeña porción de la vegetación sucumbió a
la migración del bípedo manchándose de entrópicas rectas y curvas a las que
pronto llamaron caminos. Poco después naves alienígenas se posaron súbitamente
por aquí y por allá, eran las viviendas humanas construidas azarosamente en la
medida que sus habitantes juzgaran adecuado. Las flores sobrevivientes, ya
parceladas fueron arrancadas en porciones que les parecieron no obedecer a ley
alguna, sin saber que dichas porciones habían sido designadas arbitrariamente
por los mismos humanos, quienes se habían apropiado de sectores definidos a ser
administrados equitativamente. Así fue como el paisaje rápidamente mutó del
amarillo eterno al café de la tierra, aunque sólo brevemente, para recibir el
verde de sus plantaciones, las cuales recibían a distintas épocas una pequeña
variedad de colores que alegraban el entorno con su entusiasmo antes de ser
cosechados para dar paso al siguiente ciclo. Un sector se tornaba rojo y otro
dorado, algunos permanecían verdes todo el año.
El reinado humano duró varios
centenarios también, hasta que la naturaleza violentamente volvió a reclamarlos
para sí. En pocos años y como una pandemia que se expande heterogénea, pero sin
piedad en absoluto, sus campos fueron arrebatados por el distintivo verde
turquesa que hasta hoy perdura y que ahora siento como un recuerdo patente en
mis venas.
-¿Me escuchas?
Una voz familiar me invitaba a
incorporarme. Otra voz me interpeló desde lejos.
-¿¡ Roberto!?
Era la voz de Calia.
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