Parecía una
mañana como cualquiera, me duché tranquilamente, disponía de tiempo suficiente
para llegar a la universidad. Tengo la rutina de apagar la luz del baño y
encender una (o varias) velas, la luz tenue e irregular me resulta muchísimo
más relajante. Sin embargo al salir de la ducha noté una situación particular
llevándose a cabo en ese mismo momento y en esa misma habitación húmeda. Una
particular tensión se había provocado con el paso de ciertas materias a ciertos
estados. Centré mi vista en una particular figura anaranjada, -yo no lo sabía
aún- en la cúspide de su fálica figura se llevaba a cabo una pugna en la que
una decena de fuerzas se oponían con todo su ímpetu. Al borde de lo que me
parecía un abismo, una frágil masa líquida se asomaba incapaz de contenerse a
sí misma, a punto de ser expulsada al precipicio por su propio peso. Al principio me pareció sólo eso, esperé a
que la primera gota se escurriera llevándose con ella a todas las demás y me
ofrecieran el espectáculo de un derramamiento progresivo producto de la erosión
acelerada que ellas mismas causarían, sin embargo el tiempo comenzó a
escurrirse en vez del misterioso líquido que desafiando mis expectativas, se
aferraba a su estabilidad con fuerzas desconocidas. El primer minuto voló, no
sabía cómo, pero la situación se veía cada vez más frágil –como si acaso fuere
posible-, lo único que escurría sin control era el suspenso desalmado en el que
ya me encontraba sumergido. Ya había perdido demasiado tiempo esperando, pero
la incertidumbre era peor que cualquier consecuencia, cómo podría saber a estas
alturas si la cera estaba a punto de derramarse, así como parecía estarlo desde
el principio; por otra parte, esta idea parecía estar atrapándome de a poco en
una trampa que podría significarme un encierro eterno en ese baño.
Un pensamiento cruzó mi mente, sólo un
empujoncito, nada más. Me decidí, acerqué mi dedo, y no pude hacerlo. Estaba
condenado, jamás saldría de ese lugar, así que decidí seguir secándome mientras
me preparaba para aceptar mi nefasto destino. Me imaginaba cuando tras algunas
semanas encontraren mi cadáver cada vez más paciente siendo contemplado por una
burlesca masa caliente o fría que nunca revelaría su misterio. Finalmente,
cuando ya me encontraba completamente resignado, sentado observando la escena
como un can en la perrera observa sus captores, ocurrió. Una simple gota se
derramó y junto con ella muchas más, me habían liberado, sin embargo no me
sentí libre, mi temple ya había flaqueado y nunca volvería a ser el mismo. Me
vestí y salí.
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