viernes, 16 de mayo de 2014

Todavía no tengo título para éste

Parecía una mañana como cualquiera, me duché tranquilamente, disponía de tiempo suficiente para llegar a la universidad. Tengo la rutina de apagar la luz del baño y encender una (o varias) velas, la luz tenue e irregular me resulta muchísimo más relajante. Sin embargo al salir de la ducha noté una situación particular llevándose a cabo en ese mismo momento y en esa misma habitación húmeda. Una particular tensión se había provocado con el paso de ciertas materias a ciertos estados. Centré mi vista en una particular figura anaranjada, -yo no lo sabía aún- en la cúspide de su fálica figura se llevaba a cabo una pugna en la que una decena de fuerzas se oponían con todo su ímpetu. Al borde de lo que me parecía un abismo, una frágil masa líquida se asomaba incapaz de contenerse a sí misma, a punto de ser expulsada al precipicio por su propio peso.  Al principio me pareció sólo eso, esperé a que la primera gota se escurriera llevándose con ella a todas las demás y me ofrecieran el espectáculo de un derramamiento progresivo producto de la erosión acelerada que ellas mismas causarían, sin embargo el tiempo comenzó a escurrirse en vez del misterioso líquido que desafiando mis expectativas, se aferraba a su estabilidad con fuerzas desconocidas. El primer minuto voló, no sabía cómo, pero la situación se veía cada vez más frágil –como si acaso fuere posible-, lo único que escurría sin control era el suspenso desalmado en el que ya me encontraba sumergido. Ya había perdido demasiado tiempo esperando, pero la incertidumbre era peor que cualquier consecuencia, cómo podría saber a estas alturas si la cera estaba a punto de derramarse, así como parecía estarlo desde el principio; por otra parte, esta idea parecía estar atrapándome de a poco en una trampa que podría significarme un encierro eterno en ese baño.
Un pensamiento cruzó mi mente, sólo un empujoncito, nada más. Me decidí, acerqué mi dedo, y no pude hacerlo. Estaba condenado, jamás saldría de ese lugar, así que decidí seguir secándome mientras me preparaba para aceptar mi nefasto destino. Me imaginaba cuando tras algunas semanas encontraren mi cadáver cada vez más paciente siendo contemplado por una burlesca masa caliente o fría que nunca revelaría su misterio. Finalmente, cuando ya me encontraba completamente resignado, sentado observando la escena como un can en la perrera observa sus captores, ocurrió. Una simple gota se derramó y junto con ella muchas más, me habían liberado, sin embargo no me sentí libre, mi temple ya había flaqueado y nunca volvería a ser el mismo. Me vestí y salí.

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