jueves, 8 de mayo de 2014

Bobi Gerstmann y el queso

Bobi Gerstmann acostumbra comprar queso para los sangurulos. Generalmente cuando llego a casa y comienzo a percibir las varias señales que me indican que Bobi estuvo en un supermercado y las despensas rebosan de deliciosos y poco nutritivos contenidos, el queso, uno de los favoritos, viene en láminas y en paquete de plástico. He aprendido viviendo con Bobi varias cosas sobre el queso, y también varias cosas sobre la relación entre el queso y Bobi. En primer lugar aprendí que el queso no dura para siempre, y que es necesario evitar que le salgan hongos y que se seque para aprovecharlo lo mejor posible; en segunda instancia aprendí que no importa qué tan "fácil de abrir" o resellable" sea un envase, Bobi Gerstmann siempre encontrará una forma de torcerle la mano al sentido común. Sin embargo esa no es la historia que he venido a contar hoy (puesto que aquella me dejó tan perplejo, que jamás daré con las palabras para relatarla), el episodio de hoy se acerca más a algo posible de comprender por la mente humana.
Para entender a Bobi, quién pese a ser muy extravagante, realmente se esfuerza por hacer las cosas bien de mala forma, tomemos en cuenta que se ha acostumbrado a mis hábitos de envolver el queso en papel plástico para protegerlo de las inclemencias del refrigerador (aunque en realidad también es para protegerlo de las inxeplicables conductas o acontecimientos [sólo por usar un término más exacto, ya que escapan a toda lógica humana] de Bobi Gerstmann). Ahora bien, todos sabemos que el queso que no viene en envase plástico fácil de abrir y resellable, lo entregan en una conveniente bolsa plástica que además tiene un trozo de papel mantequilla para mantener el queso en óptimas condiciones. No obtante, tal fue mi impresión al abrir la bolsita, retirar el papel mantequilla... Y encontrar el queso envuelto en papel plástico. Sólo me quedó una exclamación que ya me es típica ante este tipo de sucesos: ¡Bobi Gerstmann!

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