jueves, 8 de mayo de 2014

(GRIETA)

   Una montaña sobre otra, el cielo pintado de gris verdoso se aleja de mí como aterrado, como si supiera de qué se trata. El barranco de la primera montaña y las otras que me observan desde arriba con desdén. Yo me lo busqué, y encontré este lugar perfecto, un lugar de cielos e infiernos, todos lejos y tan cerca en su desprecio. A penas puedo recordar el sinuoso camino que me trajo hasta aquí, pero una cosa me quedó clara: sólo viniendo hasta acá se puede conocer un lugar como éste y en este momento entiendo, una vez que llegas no hay forma de volver.

   Siento la roca fría en mi espalda, imagino que tocar el suelo allá lejos es una sensación similar, imagino que tocar el cielo allá lejos es una sensación similar. Estoy atrapado con estas desoladas y desinteresadas amistades, pero me siento en una planicie, lo único real es el abismo. Siento como si estuviera parado al borde del abismo con un abismo igualmente insolente a mis espaldas, un abismo que necesitaría para darme vuelo y correr y saltar al cielo, para no caer nunca... Si el cielo no se aterrara tanto por mis intenciones. Pero yo sé a lo que vine, mis brazos se endurecen y se me aprieta el pecho. La curvatura de mi cuerpo es igual a la curva del horizonte mientras deslizo mi vista sobre mis pies hasta el fondo inclemente, no hay nada que ver. Aquí no hay nada, en el vacío quedan mis pensamientos, mis temores y si aún tuviera, mis anhelos. Lo siento en cada pelo de mi cabeza, desde mis hombros parte un impulso casi natural, como si un trébol creciera desde la planta de mis pies empujándome tan lenta y suavemente, hacia arriba, hacia abajo, hacia ningún lado. Mi cabeza vuelve como absorbida por mi pecho y mi espalda deja de ser huesos hasta que de pronto, casi sin sentirlo, estoy cayendo. El arte de los vientos que recorren mis ropas ingenuas me reconforta y me hace saber, como falsamente, que todo va a estar bien. Me he dejado llevar, no sé bien si por mí mismo, a esta situación. La caída es larga y la puedo enfrentar con entereza si me lo propongo. Asumo una posición erguida y abro los ojos, el aire en mi cara a penas me deja ver algo del suelo aún lejano acercándose cada vez más rápido. ¿Cómo llegué aquí?

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