Varios días pasaron en los que salí de mi casa sólo para lo estrictamente necesario, y el resto del tiempo me dediqué a reflexionar sobre las cosas. Necesitaba saber si Calia era real o producto de mi imaginación, sin embargo no era posible; pronto descubrí que eso no era algo que debía saber, sino una decisión que tenía que tomar. La verdad la podría descubrir más tarde. La decisión era más simple de tomar, y en cuanto tuve la fuerza para hacerlo, salí a un mundo en el que Calia no existía.
Me atreví a volver a Nueva York, sólo para recordar. Me había convencido de que las personas que vi aquel día no estarían y me preguntaba qué podría encontrar. En cierta forma tenía inquietud por conocer la verdad sobre esa misteriosa calle, esa verdad que está disponible para todos, menos, a veces, para mí. Automáticamente caminé hasta el lugar donde estaba el local en el que vi al sujeto gordo, decidí partir mi reconocimiento allí. Me pareció que lo mejor era estar lo más convencido posible de la calidad onírica de mis recuerdos sobre el barrio, por eso decidí ir directamente a un local que podría recordar y convencerme de que el barrio que recorría ahora no era el mismo en el que había estado antes. Confieso que aún con desilusión producto de una esperanza infantil, quizás de no estar loco, o quizás de que alguna magia en el mundo fuere real, fue que llegué a una simple reparadora de calzados. Le eché una mirada, tenía toda la cara de estar ahí desde hacía muchos años, al menos me reconfortaba ver que aún conservaba la capacidad para reconocer el mundo real. Me di la vuelta para echar un vistazo al resto de los locales y mientras lo hacía escuché el ruido de la puerta abriéndose tras de mí seguida por una voz más arrastrada que grave ¿Viene por el anuncio del experimento? Justo nos desocupamos con la última voluntaria, me llamo Fisk. ¿Es idea mía o aquí no todo es real? Ahí estaba el mismo gordo, Fisk, su nombre no podía sino ser una señal... ¿de qué? ¿Una señal conspiratoria, o una señal de Calia? O simplemente una señal de que estaba en el lugar correcto, pero correcto para qué. N-- Sí, vine por el anuncio. Ya había cruzado el portal ¿qué portal?, tenía que seguir el juego de esta curiosa dimensión. Ah qué bueno, soy Fisk. Ya me había dicho este jetón. Soy Roberto. Pasa por aquí Roberto, voy a buscar al doctor. ¿Doctor? Pero esto es una zapatería. Sí eh-- bueno sí, espera un poco, el doctor ya viene.
Albers. ¿Cómo, Alberto? Albers, qué bueno que vino señor... Zeitlinger, Roberto Zeitlinger. Acompáñeme por aquí señor 'Sailinguer'. Albers, ¿zapatero o doctor? Un sujeto de bata gris clarísima con una modesta cabellera blanca amarrada atrás para no molestarle mientras come su lasagna bolognesa. Provisto de un tenedor demasiado alargado y extremadamente recto recorta el bloque de lasagna en las partes exteriores recogiendo cualquier trozo de carne que cae al plato y dejando siempre una figura regular; de esta manera mantiene la temperatura y la apariencia bien cuidadas. Me detuve un instante en el olor a betún impregnado en su bata, probablemente más zapatero que doctor, o al menos le debía gustar más. El sujeto tenía cada vez menos sentido para mí. Tras una puertecita de madera parcialmente al descubierto bajo la pintura blanca descascarada, a la que resultaba especialmente incómodo llegar, apretándose para pasar por la barra de atención, y a través de la que apenas cabía una persona erguida, me encontré en una sala completamente oscura y con un olor totalmente distinto, como a envoltorios de plástico nuevos. Al cerrar la puerta sentí como si nos hubiésemos transportado lejos, entonces se iluminó la habitación y noté que las paredes estaban cubiertas de espuma para aislar el sonido y al centro un sillón como el que usan los dentistas junto a un curioso aparato lleno de cables que parecían tentáculos. En unos minutos podremos comenzar, sólo tengo que preparar los archivos de lectura en el ordenador. 'Sailinguer' no es un apellido común. Ahm, es austriaco, mi abuelo llegó a Chile en los tiempos de la Alemania Nazi. Me miró con sospecha y mecánicamente contesté anticipando la duda. No, no soy judío, es-- Muy bien señor,.. Sailinguer, necesito que firme aquí y podremos comenzar. El documento no tenía nada de raro, me pedía mi autorización para medir mi actividad cerebral mientras... ¿dormir? ¿Tengo que dormir durante una hora? Me parece que eso quedaba bastante claro en el anuncio, ¿algún problema señor Sailinguer? Hm, no, es, no es nada. Muy bien, por favor póngase cómodo, por norma la almohada está recién lavada, una vez que se haya dormido comenzaremos las mediciones, usted no necesita preocuparse por nada. Con cierta desconfianza entrecerré los ojos un rato pensando que en cualquier momento este tipo saltaría sobre mí con un cuchillo. Finalmente, quizás sumido en la fantasía de estar medio durmiendo, pude convencerme de estar en una dimensión distinta a mi realidad. En alguna parte tenía que haber un portal escondido que yo estaba cruzando desde la calle Nueva York, y en tales circunstancias, dormirme en presencia de este sujeto era realmente lo menos descabellado de todo.