viernes, 23 de agosto de 2019

El alma de una historia

Escribiendo ciencia ficción tengo un miedo frecuente. La perecibilidad de la obra. Pero miro la obra de Hugo Correa, por ejemplo, "Los títeres", que todavía es interesante de leer. Aún cuando me resulta simplísimo entender que la evolución natural de los títeres seguiría un camino totalmente distinto al visualizado por él. En la misma medida me resulta obvio que todos mis intentos de vaticinio deben necesariamente ser erróneos. Más que en sus plazos, en su concepción completa. Espero que todos mis vaticinios en mi universo ficticio sean incorrectos, no concibo que pueda ser de otra forma. Quiero decir, como principio básico, si pudiéremos imaginar lo que viene, ya lo estaríamos haciendo. Esto es una reducción, pero la conclusión que antepongo es que "si puedo imaginarlo, necesariamente debe ser imposible", o también "para que sea un futuro real, necesariamente debe no ser vaticinable".

Lo relevante es que salvando tales normas, las obras como la de Hugo Correa o Isaac Asimov se siguen leyendo. Esto quiere decir que hay algo más allá de la innovación científica en ellas. Eso es obvio también, pero cuál es la extensión de ese "espíritu" de la obra. Ojalá que mis historias también lo tengan, aunque de no ser así, continuaré buscando hasta que así sea.

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