¿Usted tiene todavía la cara de sentarse ahí y mirar para afuera? ¿De dónde viene? De Noruega, probablemente, o Dinamarca. ¿Usted sabe acaso la huella de carbono que dejó su viajecito en avión hasta acá? Claro, haga como que no me escucha, ¿sabe lo que es esto? (Le muestra el dedo medio, un caballero que acarrea unas bolsas con diarios se para junto a ella y le muestra el mismo dedo). ¡Inconscientes! Vienen acá a mirarnos como un zoológico, a ver si le toca alguna marcha estudiantil con barricadas y todo para que saque fotos y le muestre a su familia lo salvaje que es la vida acá. Ojalá no le toque un terremoto, eso sí, eso es cosa seria, se podría asustar. ¡La temperatura del planeta sube cada año y cada vez tenemos menos agua potable además de otros recursos esenciales para la vida, no sólo la humana sino la de todos los seres del mundo! ¡Y la culpa es mía así como es suya! (Levanta el puño enfáticamente hacia su público involuntario, mientras el hombre que continúa a su lado le sonríe y vuelve a levantar el dedo medio). ¡A ver si lo entienden de una buena vez y empiezan a pensar un poco más! ¿No va a decir nada? (Se queda quieta mirando hacia arriba, buscando la mirada del hombre que por primera vez hace contacto ocular con ella durante un instante. Y luego de una breve atonía, le extiende la mano con su palma hacia arriba y la mueve de lado a lado buscando las miradas de los demás, sin éxito.)
Al menos ese es el monólogo que se me antoja tras un vidrio que me impide escuchar lo que le mujer le grita a los turistas atónitos sobre el segundo piso del bus. Me imagino qué impresión se harán de su viaje, y adivino que el narrador comenta algo similar a "Y por la izquierda tenemos un típico ejemplo de protesta fundamentalista santiaguina".
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