El trayecto fue mucho más corto
de lo que esperábamos, al salir del túnel grieta simplemente dieron la vuelta
al mismo edificio del barrio Nueva York, e ingresaron por la puerta principal.
¿Acaso se transportaban a otra dimensión nuevamente a través de un portal
similar que no conocíamos? No, la respuesta era mucho más simple, debíamos
haberlo supuesto cuando descubrimos que el Galpón de industrias Vaco en la
apertura del túnel se encontraba en el futuro, aunque en el mismo lugar físico.
El galpón desde el que ya en más de alguna oportunidad se había comunicado
Onon, aparentemente sin relevancia para las distorsiones, era en realidad la
base de operaciones desde donde se organizaba la conspiración de Calia.
Aunque no por la misma razón para
los togas y para mí, ambos nos quedamos observando desde cierta distancia. Habíamos
dejado de dar seguimiento a Albers, como si nos hubiésemos rendido en su
búsqueda pese a haber encontrado su ubicación. Los togas se agruparon, desde el
principio no planeaban ingresar y actuar por fuerza, aunque a mi parecer las
apuestas en ese momento eran bastante altas; el destino del mundo recaía sobre
lo que sucediera en ese galpón oculto.
Para mí se trataba de otra cosa,
realmente deseaba entrar en ese galpón, no precisamente para liberar a Albers y
finalizar el conflicto, más bien se trataba de curiosidad. En ese momento lo
que más quería era saber qué planeaba Calia, quería saber qué tanto era posible
hacer con estos poderes. Lo que me detenía no era lo que fuere a suceder allí
dentro, ya me consideraba omnipotente, no tenía qué temer. Lo que me preocupaba
era que el acceso al edificio se encontraba en un lugar al que yo no podía llegar,
más allá del portal de vuelta a la tierra, es decir, si intentaba entrar, acabaría
volviendo a mi dimensión.
Los togas se replegaban y yo me
quedaba en medio de la nada, entre mí mismo y un enemigo mitad invisible, mitad
imaginario. Antes de intentar algo debía evaluar las posibilidades, qué
sucedería si no hacía nada; en el peor de los casos Calia encontraría la forma
de replicar el experimento de Albers. Si eso sucedía tendría un rival al
detener el tiempo, pero no mucho más, una vez detenido el tiempo, el desenlace
de cualquier confrontación quedaría determinado por recursos físicos. Otra
posibilidad era que alguien aparte de mí viajara en el tiempo. Esta posibilidad
abría finales impredecibles. Aún no sabía de qué dependía que Albers lo
lograra, pero de ser así podría borrar todo lo que había vivido en Ra’lla,
despertaría de pronto nuevamente en mi aburrida vida en la tierra. Ahora bien,
en el caso de que Calia lograse viajar en el tiempo, no había forma de
adivinar, pero no podía ser bueno para nadie.
Tenía que intentarlo. Me apresuré
hacia la entrada, sin embargo lo temido sucedió, a lo lejos pude divisar el
tumulto opaco, la penosa prisa santiaguina me llenó de rabia instantáneamente.
-¡No!
No pude evitar gritar en voz
alta, pero nadie me escuchó, mientras mi cabeza se acaloraba y mis pulmones se
vaciaban, el tiempo estaba detenido, detenido en Ra’lla y en la Tierra, sólo
ese breve momento. No era la sensación de relatividad en un momento crítico, de
alguna forma mi disgusto había servido para detener el tiempo. Eso era, quizás
si detenía el tiempo podía evitar el portal, había que intentarlo. Retrocedí un
poco y comencé a concentrarme, nuevamente me costaba trabajo, más que en los
campos de Coralis. Mientras lo intentaba, el tiempo se detuvo sólo unos
segundos. El fenómeno me desconcertó. No podía ser Calia, no podía haberlo
logrado tan rápido, tenía que ser Albers. Entonces lo entendí, cuando detuve el
tiempo antes brevemente, Albers tuvo que haberlo sentido, ésta era su
respuesta. Quizás trataba de decirme algo, al menos sabía que seguía vivo.
Por más que lo intentaba, no me
era posible, sentía que me acercaba, y no acababa de lograrlo. Varios minutos y
tantos intentos fueron necesarios para resignarme, pero me negaba a aceptarlo,
apenas un rato antes lo había logrado en los campos de Coralis, por qué
entonces no podía. Decidí volver a los campos de Coralis, quizás era el lugar,
tal vez podría practicar. Traté de pasar lo más sigilosamente posible al túnel,
pero ya sabía que los togas lo vigilaban, sería imposible mientras no pudiera
detener el tiempo, más bien era un jugueteo, me sentía en una misión secreta,
como un niño de 10 años jugando a los comandos; una parte de mí lo disfrutaba y
otra me reprochaba la falta de madurez. Quizás eso fue un error, en ese momento
sólo Chiro me observaba, el resto de los togas probablemente se encontraban
reunidos en el parque forestal discutiendo su próximo movimiento.
Al detenerme sobre el paraje pude
sentirlo, la dificultad radicaba en el escenario. Para detener el tiempo
necesitaba sentir el lugar, imaginarlo y ser uno con él. Lo intenté,
rápidamente detuve el tiempo, tenía que practicar un par de veces más, era
cuestión de acostumbrarme a la sensación. En la tercera oportunidad descubrí a
Chiro, como por arte de magia había aparecido a pocos pasos de mí, se encontraba
ahí parado, se dirigía en dirección a mí, su semblante tranquilo, sus pies
apenas separados del suelo -algo inusual ya que parecía caminar a paso normal-.
Me paré tras de él antes de volver a echar a andar el tiempo. Sólo un momento
pareció sorprendido, inmediatamente desapareció hacia el cielo, así era como lo
hacía, simplemente saltaba con la agilidad que lo caracterizaba. En lo que me
tomaba volver a detener el tiempo, pude contemplarlo cuatro metros por sobre
mí, observaba hacia abajo, sólo me situé unos pasos de vuelta para dejarlo caer
frente a mí.
-Parece que todos los ikghurianos
me quieren cazar acá.
Se quedó mudo, sabía a lo que me
refería, él había ayudado a Zóhoro a llevarme ahí antes. Sin saberlo, en parte
era culpable de su muerte.
-Qué quieres, Chiro.
-Eres el único dispuesto a ir.
Un hombre de pocas palabras,
sabía que no me iba a decir nada más, estaba hecho, aunque era el único que me
intimidaba en todo el asunto, ya no me importaba tanto tenerlo de mi lado o no,
de todas formas no era rival para mis poderes, por otra parte, esos pocos
intentos me habían dado la confianza que necesitaba, estaba seguro de que podía
detener el tiempo en el barrio Nueva York. Le expliqué mi predicamento, de
manera que accedió a esperar a comprobar que me fuera posible entrar. Seguía
siempre tan compuesto, casi como si tuviera otro plan o varios, en cualquier
caso, no llegaría a saberlo.
Miré a mi alrededor, ciertamente
la arquitectura del lugar era un nivel de dificultad mayor a los campos de
Coralis. Pero podía hacerlo, podía sentirlo, la gente, los edificios, sólo
tenía que imaginarlo y concentrarme. Detuve el tiempo antes de que Santiago
apareciera en el trasfondo y caminé lentamente, a pesar de avanzar, la imagen
se mantenía, funcionaba. Pensé en entrar, pero me devolví para acordarlo con
Chiro.
Mientras hablábamos, el tiempo se
detuvo varias veces por pocos segundos, Albers. Trataba de decirme algo, se
encontraba prisionero aún, por eso la duración de las detenciones, quizás
intentaba advertirme de una trampa, quizás intentaba decirme que me apresurara.
Segú Chiro, él se demoraría aproximadamente tres segundos en cubrir los
doscientos metros que nos separaban del acceso y entrar en él. No estaba seguro
de cuánto me demoraba en detener el tiempo, por lo que le indiqué que entrara
en cuanto me viese desaparecer. Tenía que apurarme de todas formas, no podía
detener el tiempo sostenidamente o mataría a Albers, y si es que había alguna
trampa esperándome, él era el único que podría advertirme.
Al ingresar al edificio me
encontré con muchos más guardias de los que me esperaba, todos clones, aunque
ya no eran sólo el mismo tipo de antes, habían tres tipos distintos, los otros
dos eran más bajos y delgados que el primero, uno especialmente delgado. Algunos
de ellos relajados, otros preparados, como si esperaran que alguien entrara. Se
encontraban repartidos en una amplia recepción de estilo antiguo sin muebles de
ningún tiempo. A ambos lados de las paredes de mármol al igual que en la pared
del fondo colgaban enormes cuadros con espectaculares ciudades impresionistas.
No podía reconocer ninguna de las tres, aunque el de la izquierda me recordaba
un famoso cuadro de la catedral del Salvador de Zaragoza junto al río nocturno
y el del fondo parecía ser una ciudad europea medieval enclaustrada en medio de
un valle con sus muros exteriores intactos, aunque algo de ella parecía poco
natural, como civilizada. En cuanto al de la derecha, desde la vista de una
persona promedio se alzaba una imponente edificación que pretendía tocar las
estrellas, mucho más allá de una amplia cúpula dorada se erguían torcidos unos
tentáculos de pálido celeste, como arbotantes huachos de una catedral invisible
que se sostienen a la vez que se pisan unos a otros intentando alcanzar los
cielos. En ambas esquinas escaleras cubiertas de alfombra púrpura, por la
izquierda la escalera subía y por la derecha bajaba, al centro, justo bajo la
pintura, una rudimentaria puerta antigua que muy mal encajaba con el resto de
la ambientación.
No podía volver a echar a andar
el tiempo inmediatamente, estos tipos estaban preparados para defender el
lugar, tenía que encontrar dónde detenerme, esperaba que Albers pudiera
aguantar, ya iba cerca de un minuto. Me detuve osadamente sobre el primer
peldaño de la escalera que subía, tras uno de los matones, pero antes de volver
al tiempo, me preparé mentalmente, tenía que volver a detenerlo rápido, de lo
contrario me descubrirían. Sin embargo no fue necesario, en pocos segundos
Chiro no sólo entraba por la puerta, además destruía las copiáceas sin
dificultad alguna, sus movimientos eran más rápidos de lo que mis ojos podían
entender. Me hice una nota mental, si alguna vez tenía que enfrentarme con él,
podía tenerle miedo, era detener el tiempo primero o nada, no había forma de
ganarle si tenía el más mínimo espacio para moverse, uno de los dos debía morir
rápidamente, como un fugaz duelo de sables en el Japón imperial.
-Vamos.
No había rastro de duda o
preocupación, su actitud comenzaba a irritarme. Quién se creía, actuaba como si
yo lo siguiera a él, ¿acaso no se daba cuenta de que no lo necesitaba en
absoluto? Era yo quien le permitía, por caridad, acompañarme. Fácilmente podía
terminar con todo el asunto inmediatamente, simplemente no lo hacía para
preservar la vida de Albers, se trataba de un acto altruista.
Chiro pasó tranquilamente a mi
lado y comenzó a subir las escaleras. Me quedé pensando un momento, algo de la
recepción me parecía extraño, pero no lograba señalarlo con certeza. No me dio
tiempo de darle muchas vueltas, a los pocos segundos Chiro ya estaba desarmando
un grupo de copiáceas más arriba, aunque esta vez se escuchaban choques de
metal.
-¿¡Katanas!? Andan con katanas.
¿Por qué andan con katanas? Eso no tiene sentido.
Chiro no se inmutaba. Pero yo ya
entendía qué era lo que no me cuadraba; demasiada parafernalia de ciencia
ficción. Por qué llenarían un edificio con guardias armados con rifles y
katanas. Por qué el arma de elección estaba diferenciado según sujeto, noté que
las katanas sólo las llevaban unos tipos delgados y pequeños en comparación al
grandulón. Además, este último sólo portaba los bates calientes, los rifles
estaban reservados para el tercero, de estatura y contextura promedio. Al final
de la escalera una bifurcación en T con una puerta en frente nuestro.
-Tres a la izquierda y tres a la
derecha, ninguno detrás de la puerta.
Chiro entendió inmediatamente que
había usado mis poderes para registrar rápidamente el lugar y sin problemas se
encargó de los seis sujetos.
-¿A dónde vamos ahora?
-Espera. Estamos buscando un
secuestrado. Tendría más sentido ir al subterráneo, ¿no?
-Quizás.
Nos devolvimos, pisando entre la
carne mustia de las copiáceas marchitas en la entrada, Chiro decidió abrir
casualmente la puerta del fondo, se detuvo en el umbral y lo acompañé a echar
un vistazo. Una enorme sala de techo alto se extendía delante, oscura y
desordenada. A la derecha varias filas de archivadores y la izquierda calderas
y grandes tuberías, algunas de ellas descubiertas y otras con gruesos
revestimientos. Nada de interés allí, sin embargo era evidente por las
dimensiones, que esta sala ocupaba prácticamente la totalidad de la planta
baja.
Continuamos descendiendo, en la
base de las escaleras no pudimos creerlo, un real tumulto de copiáceas llenaba
un ancho pasillo, serían unas trescientas fácilmente. Difícilmente Chiro iba a
poder con todo eso, iba a tener que hacerlo yo, pero no iba a ser fácil de
todas formas, ya que no podía detener el tiempo por mucho rato. Tenía que tomar
un rifle y dispararles con el tiempo detenido, probablemente estos rifles
podían matar a varias de una vez, pero aún así iba a tomar su tiempo, además,
por la misma razón no había garantía de que hubiese copiáceas con rifles entre
el tumulto.
-Échate para atrás.
-Qué.
No lo repitió, simplemente me
empujó hacia las escaleras, desde ahí no pude ver lo que ocurrió en el pasillo,
sólo lo vi desaparecer moviéndose hacia ellos. Un segundo después una masa de
cuerpos volaba a toda velocidad frente a mí, los escuché chocar contra la pared
del fondo bastante más allá. Eso no era “agilidad sobrehumana”, Chiro tenía
algo secreto. Al pararme nuevamente en el pasillo, sólo me miró serio y levantó
su dedo sobre los labios, probablemente nadie o muy pocos lo habían visto hacer
algo así; asentí mecánicamente.