lunes, 13 de noviembre de 2017

Cierre de transmisiones ((GRIETA))

Damas y caballeros,

me complace anunciar que el anterior capítulo publicado de (GRIETA) fue el último que emitiré en tiempo real a través de mi blog. Para conocer el final de la historia será necesario esperar la publicación oficial.

Cabe reconocer que esto es un proyecto en pañales, y por lo tanto no tengo ninguna garantía de que dicha publicación llegue a afecto, o cómo será la misma. Supongo que siempre está la opción de autopublicar a través del medio electrónico. En todo caso, en cuanto haya fechas y plataformas las haré saber por este mismo blog.

Espero poder finalizar la redacción este mismo mes, y las correcciones dentro del siguiente, de manera de estar apuntando a publicar en enero, pero podrían no ser esos los tiempos, de antemano me disculpo por las incertidumbres. En todo caso se ve que antes de tener nuevos avances para el lector pasará un tiempo considerable, así que intentaré acelerar entremedio la sorpresa que se avecina (de la que hablé en una publicación reciente).

Le insto a quedarse atento.

martes, 7 de noviembre de 2017

Perspectiva

Mientras decenas de interacciones explícitas e invisibles se desencadenaban a la vez, sólo Albers permanecía quieto observando el orbe suspendido en su trayectoria aérea, como resignado a la acción de fuerzas que el resto no podíamos comprender actuando sobre el enigmático objeto. Calia no desperdiciaba tiempo para intentar aprehenderlo situándose en su camino y Chiro se desplazaba hacia la habitación contigua desde donde un flujo de copiáceas se dejaba ver ingresando al ataque.

***

-Es demasiado tarde.
Albers me hablaba más allá del tiempo. El orbe se había desmantelado espontáneamente liberando un polvo naranjo pálido brillante, algunas partículas de éste habían alcanzado a Calia, Albers observaba con especial interés sus ojos, parecía preocupado de que el polvo hubiese entrado en ellos.
-Mi compresor de fusión es una verdadera obra de arte de ingeniería, aunque el principio es extremadamente simple, se necesita una fuerza de contención desmesurada para que los extractos de coralis interactúen entre sí. Para esto tuve que crear un aparato que fuera impenetrable desde dentro y desde fuera; la forma en que lo logré fue haciendo que todas las partes interactuaran entre sí, como un dominó, o una cúpula: mientras cualquiera de las partes se someta a la más mínima tensión, las demás reaccionan automáticamente. Es por eso que la única forma de abrirlo es dejarlo libre de cualquier tensión. Normalmente eso requeriría un proceso complejo de suspensión y anticentrifugado, pero con los poderes de este niño eso no fue problema. Ahora la coralita, estas partículas, pronto llegarán al sistema nervioso de Sithuria, imagino que en apenas unos minutos va a ser capaz de controlar el tiempo tanto como nosotros. O más.
-¿Unos minutos? Interesante elección de palabras.
Un escalofrío recorrió nuestras espaldas, la voz de Calia provenía de un lugar indeterminado, no podía ser, estábamos viéndola, estaba ahí inmóvil con la coralita igualmente suspendida en el aire.
-Par de corbículos. Se ve que no tienen idea de nada, la comprensión más básica se les escapa de las manos. Creen que pueden verme si no hay tiempo, ¿no saben cómo funciona la luz?
Soltó una carcajada mientras nos dejaba como estúpidos. Pero aunque era cierto que la luz no podía moverse si no había tiempo, no podía ser eso, antes yo había visto a Albers moverse fuera del tiempo.
-Eso es porque tu cerebro rellena los espacios vacíos, pero en realidad lo que dice ella es cierto, ¡Cómo no lo pensé antes! Las ondas de sonido producen una reacción en cadena, es por eso que podemos escuchar, pero no ver, nuestros cerebros asumen qué es lo que vemos gracias a lo que escuchamos.
 En efecto, ya era demasiado tarde, antes de poder reaccionar, el suelo temblaba bajo nuestros pies pese a estar el tiempo detenido. Nos costó volver a nuestros sentidos, para cuando echamos a correr el tiempo nuevamente, la escena era surreal. Una especie de distorsión espacial frente a nosotros irradiaba una tenue luz amarilla, y en el centro de ella, justo delante de nosotros, una versión miniaturizada de Calia caminaba estática, haciéndose lentamente más pequeña. Inmediatamente no supimos reaccionar, me acerqué a la distorsión, intenté tocar la miniatura de Calia, pero mi mano la atravesó, ni siquiera sentí algo inusual en mi piel.
-Es fútil.
Me moví alrededor de la distorsión, la figura de Calia rotaba junto conmigo, siempre mostrándome su espalda, como un holograma, mientras continuaba encogiéndose.
-Es fútil te digo, es una perspectiva.
Finalmente la figura de Calia se volteó y nos miró, hacía un gesto con sus manos mientras parecía decir algo, aunque no podíamos escuchar nada. Seguíamos pasmados, mientras el suelo continuaba temblando cada vez más violentamente. Sólo Chiro, que acababa de despejar el camino hacia la otra habitación, mantenía su mente clara.
-Hay que salir.
Pese a señalarlo con tan natural cordura, nos aferraba fuertemente de los brazos y sin desperdiciar un segundo nos arrastraba hasta que nuestros propios pies finalmente comenzaban a correr a su ritmo. La mayor parte del largo pasillo que habíamos recorrido hasta ese laboratorio se encontraba en buen estado a pesar del movimiento, sin embargo, poco antes de llegar al acceso del edificio, partes de los muros se habían desmoronado, y poco más adelante el pasaje se descuadraba; la tierra se había separado, como cortada por un invisible sable gigante.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Pre-anuncio

Estimados lectores, me complace anunciar que se aproxima el final de la historia que relato a través de (GRIETA). Como una forma de incentivar la expectativa, la redacción en tiempo real se suspenderá poco antes de ello. En otras palabras el final de la historia quedará oculto hasta la publicación oficial. Por lo pronto podemos esperar la publicación de uno o dos capitulillos más hasta entonces.

Quiero aprovechar de agradecer al puñado de lectores anónimos que se pasan por aquí regularmente. De todas formas, si han disfrutado el relato hasta ahora, pueden esperar algunas sorpresillas en un futuro próximo!

martes, 31 de octubre de 2017

Propósito

-Eso sería todo, hija querida.
-¿Crees que le tengo miedo a este corbículo?
-No es Roberto del que tienes que tener miedo.
Albers amarrado todavía sobre una especie de camilla metáica parecía especialmente calmo.
-Qué crees que va a pasar, Sithuria, no tienes poder contra estos dos, no tienes más trucos. Entrega el orbe y olvídate.
-¡No!
Los dos tipos con rifles parados tras ella no pudieron ayudarla tampoco, en cuanto detuve el tiempo para hacerme cargo, noté que Chiro ya había derribado a uno, al volver el tiempo Calia nos observaba impotente sobre ambas copiáceas junto a ella. Asía con especial afán el orbe metálico que había extraído del laboratorio de Albers.
-¡Se los advierto!
-No le hagan caso, ya no le quedan trucos. Podemos terminar con esto.
No fue problema para Chiro recuperar el orbe de los brazos de Calia mientras yo liberaba a Albers.
-Calia, ¿de qué se trata todo esto? Tú sabes que para mí este mundo es extraño, pero te encuentro una persona inteligente, sensata. ¿No te das cuenta de lo ridícula que es esta conspiración?
-Claro Roberto, tú llegaste por casualidad y ahora tienes poderes sobrenaturales. ¿Qué te parece eso?
-Bueno… no es el punto.
-¡El punto es que las posibilidades son ilimitadas!
Albers se mantenía al margen, entonces algo se movió dentro de él, algo sobre la infinidad de posibilidades le picaba una sensibilidad antigua.
-No entiendes Sithuria, antes de todo esto las cosas estaban bien, antes el mundo estaba sano, feliz. Todo empezó con los coralis, las crovs, los ikghurianos, todo eso es mentira, todo es falso, nada de esto debía existir. ¡Éramos felices! La gente suele decir que es el precio para tener nuevas tecnologías, diablos, yo mismo lo creí así cuando comencé Vaco, realmente creí que podíamos tomar toda la mierda que nos había caído encima y dar vuelta la tortilla, usarlo para hacer del mundo algo mejor…
Nada de lo que decía Albers tenía sentido, era como si mezclara distintos tiempos en el presente, quizás los poderes sobrenaturales tenían un efecto secundario en las capacidades cognitivas.
-En todo caso Calia, ¿qué pretendías?
Calia respondió mirando fijamente a Albers.
-Quiero mejorar el mundo. Tú quieres arreglar las cosas acabando con todo, y crees que eso es lo mejor que puedes hacer, qué astuto. ¡Eres un cobarde! Si quieres arreglar las cosas aprovecha todo lo que hemos logrado.
-A qué te refieres.
-Mira Roberto honestamente el mundo no me interesa, cada uno hace lo que puede por sí mismo, pero es la humanidad la que decide el destino de sí misma. Vaco no es malo, ¿cómo podría serlo? Vaco se mueve en el mercado y la gente elige lo que compra, si la demanda exige instrumentos de destrucción, ¿quién es malo, el que las vende, el que las compra o el que las usa? La humanidad usa lo que tiene como puede, si los coralis no existen algo más será usado para provocar sufrimiento a los demás. Y puedo apostar a que la realidad de la que provienes me da la razón.
Algo de razón tenía, y pudo notarlo en mi expresión al escucharla, aún así no lo necesitaba, estaba suficientemente segura por sí misma, por esa aguda mente que era su arma más peligrosa. Volviéndose a Albers nuevamente, continuó explayando.
-¿Ves? Tienes que usar lo que tienes, porque al final lo único malo es la humanidad como colectivo, ¿acaso vas a borrar a la humanidad completa? Seguramente eso sería más ético que lucrar con lo que tienes. Piénsalo, infinitas realidades, infinitos tiempos, sólo significa una cosa: infinitas tecnologías. Todo lo que quiero es establecer un modelo económico que trascienda las barreras del espacio y tiempo, ¡podría ofrecerle a Ra’lla las tecnologías más inimaginables! Seguro habría -mejores y peores- opciones, pero no seré yo quien elija lo que se vende, sería el libre mercado.
-Qué bien Sithuria, ¿sabes que la humanidad tiende a autoaniquilarse y pretendes darle la posibilidad de hacerlo en módicas cuotas?
-Mientras que tú quieres ser quien elige el destino de todos, y tal vez quieras que te levantemos un monumento por eso.
-Pero Calia, si realmente no te importa nada, ¿no crees que la tendencia natural sería tomar ese poder y usarlo para estar cómoda de la forma más fácil?
-Robertito no has entendido nada, no habría honor en eso. Te digo que yo no soy la mala de la película, no hay tal cosa como lo bueno y lo malo, no hay tal cosa como un orden natural, lo bello de la vida es ver más allá de un sentido intrínseco. Si crees ser bueno mientras pretendes arbitrar la naturaleza, no eres realmente bueno.
Vacilé menos de un instante, creo que Chiro también, Albers observaba a Calia con una mezcla de disgusto y resolución. ¿Podía ser acaso que tuviera razón? Quizás tuve ese pensamiento porque en definitiva nada de lo que sucediera significaba realmente un peligro para mí. Chiro parecía tener mayor claridad, se dirigió a Albers cargando aún el orbe en sus manos.
-Cómo nos deshacemos de esto.
Nadie más lo pudo ver, pero la breve expresión en su cara me fue clara, la impresión, casi miedo, antes de reflexionar una respuesta; estaba midiendo sus palabras. El orbe era importante, aunque nadie quisiera referirse directamente a él, Albers y Calia intentaban bajarle el perfil, pese a ello ya quedaba claro que su relevancia era crucial en los planes de ambos. Todo estaba en las manos de Chiro, cosa que me daba una extraña sensación de calma, a fin de cuentas, en las manos y las decisiones de este curioso adolescente, nada salía mal. Sin embargo Calia no estaba dispuesta a dejarlo ir aún, mientras comenzábamos a retirarnos debía seguir intentando, aunque ya no le prestáramos atención.
-¿Acaso no tiene sentido? ¿De verdad van a dejar que el viejo arruine todas estas maravillas?
-No.
-Entonces, Chiro, qué quieres tú. ¿Qué crees que deberíamos hacer con todo esto?
-Nada.
Su voz seria, su mirada intensa, ninguno de nosotros podía entenderlo en ese momento, probablemente aun Calia no lo habría entendido. Pero a través de ese acto Chiro le estaba dando una magistral lección de vida, él había entendido cabalmente el raciocinio que ella explicara segundos antes, e incluso podría estar de acuerdo, con todo, su comprensión no acababa ahí; Chiro experimentaba ambos puntos de vista varios pasos más adelante. Calia sólo lo observaba de vuelta concentrada, como si sus palabras hubiesen cavado hondo en ella, la verdad era otra.
Mientras los tres concentrábamos nuestra atención en la escena, ella llamaba a sus copiáceas para emboscarnos. Fue Chiro quien sintió primero el tirón en su pierna y hombro casi simultáneamente, mientras un tercer sujeto se abalanzaba sobre el orbe. Nadie más alcanzaba a reaccionar mientras Chiro instintivamente extendía su mano con el orbe, alejándolo de sus atacantes. Y mientras la inercia del movimiento desprendía levemente el mismo de su palma, los ojos inexplicablemente horrorizados de Albers servían a Calia como clave de que algo había cambiado a su favor.

lunes, 30 de octubre de 2017

Acción política

Entre tanto, en Nueva York, Jarso y Andrea conversaban con transeúntes alrededor de una mesa con aromáticos panfletos. Repartían hojas de papel con detalladas imágenes, ilustraciones que parecían tan reales como una fotografía, explicando la actividad de Vaco, resaltando anomalías ecológicas y denunciando el defecto inmanente de quien quiere jugar contra las fuerzas de la naturaleza. Varios togas dispersos por el lugar repartían los panfletos invitando a los incautos ciudadanos a acercarse a escuchar los relatos.
No entendían nada, tras todo su esfuerzo, habían decantado en tal patético cliché. De todas formas no tenía mucho caso, finalmente los togas no tenían realmente mayor capacidad para contribuir de alguna forma en lo que realmente importaba. En cierta forma ambas cosas eran relevantes, ellos apuntaban a derribar a Vaco, nosotros a salvar el destino del mundo: era un tema de prioridades. Este tipo de cosas eran las que lentamente me hacían comprender mi lugar en el mundo, en este mundo, mi destino, y las grandes cosas en él.
Para ellos Vaco era una empresa más con inclinaciones corruptas, desde esa perspectiva el objetivo no era más que derrocarla de manera de detener su actividad por medio de la extirpación del incentivo lucrativo. Incluso teniendo en cuenta que los peligros hasta ese punto se bifurcaban lejos de las consecuencias comerciales, algo de razón tenía suponer que Vaco seguiría significando un efecto ecológico nocivo luego de acabar con sus intenciones de manipular las fuerzas de la naturaleza. En definitiva, la acción de los togas, al menos, no era del todo fútil.

viernes, 20 de octubre de 2017

Rho

El pasillo se extendía en solitaria penumbra, tuberías de varios grosores recorrían el techo y se bifurcaban ingresando a través de las paredes aquí y allá, mas los accesos laterales correspondientemente esperables, brillaban por su ausencia. Lentamente, a medida que avanzábamos, la cantidad de tuberías sobre nuestras cabezas disminuía y la penumbra se transformaba en umbra; se nos aparecía como un misterio el origen de la tenue iluminación a la vez que la ausencia de puertas laterales acrecentaba en mí un sentido de sospecha. Luego de caminar cerca de un kilómetro nos detuvimos, ya no divisábamos la subida de la escalera por donde habíamos llegado, nos comenzábamos a preguntar qué tan lejos podía llevarnos este pasaje recto. Mientras decidíamos si continuar o volver, un fugaz sonido metálico me hizo voltear, describir ese momento resulta significativamente más simple de lo que fue vivirlo, y debo agregar que describirlo no carece de dificultad: Mientras el trozo diagonal de metal suspendido en el aire caía verticalmente y la punta de su filo rozaba la punta de mi propia nariz, su silueta se imprimía inversamente en mi camisa manchando de sangre todo alrededor. Y el desplome de la menuda figura inmediatamente tras ella, descubría a Chiro serenamente -sin deleite ni orgullo- erguido un paso más allá.
-¡Mierda! ¡Chiro! ¡Lo mataste!
Sólo el tamboleo de la espada en la roca fría se escuchaba. Chiro apenas prestaba atención, como sumido en un interés ulterior.
-De dónde salió este sujeto.
Ni siquiera se dignaba a justificar su acto, podría haber dicho que no sabía, que lo había tomado por copiácea, podría haber dicho que me había salvado la vida, lo cual, en efecto, y con el pesar de mi ego, había hecho. Pero nada de eso, no le interesaba, sólo quería saber de dónde había salido. Me acerqué a examinar el cadáver, no había lugar a interpretación, su pecho estaba perforado de un lado al otro y un charco de sangre le servía de lecho. Pocos segundos después una sinfonía de campanas celebraba el deceso, a todo nuestro alrededor, desde las paredes podíamos escucharlas, tenuemente resonaban en el pasillo. Estábamos desconcertados, pero algo nos hacía intuír que el inesperado réquiem no era casual, así que nos detuvimos contra nuestras espaldas a esperar.
-¿Alguna idea?
-¿Qué?
-Qué fueron esas campanas.
Se volteó ligeramente sobre su hombro, intentaba hacer sentido de mi pregunta.
-No importa.
Súbitamente se vertieron sobre el corredor una masa de copiáceas, cientos de matones con bate cerraban el camino adelante y tantos del sujeto con rifle cortaban el camino de regreso. Los matones se abalanzaron sobre mí sin titubear, el asunto no se veía bien, no iban a hacer preguntas y no nos querían vivos. No podía darme el lujo de alterarme, respiré y me concentré, al menos el entorno era fácil de visualizar, podía hacerlo. Me tiré al suelo, necesitaba al menos unos segundos, y si es que los tipos de rifle estaban tan decididos a atacar como los del bate, los disparos me iban a alcanzar mucho antes, la única opción era que apuntaran a Chiro en primer lugar y éste los desviara, de todas formas, con su velocidad difícilmente iban a poder dar con él.
En efecto, la simpleza del lugar ayudó, en pocos segundos lo había logrado. Chiro estaba cerca del techo junto a mí, su mirada de reojo puesta sobre mí con suma concentración. Chiro podría haber terminado el asunto antes de que yo congelara el tiempo, quizás había adivinado lo que trataba de hacer, pero a la vez, esto tenía que terminarlo yo, si me posicionaba detrás de las copiáceas acabaría aplastado, como hubiese sucedido con el tumulto que encontramos al ingresar. Tenía que pensar en algo rápido, pero sólo tenía a disposición los rifles y bates calientes, quizás podía combinarlos de alguna forma. Lo más rápido que pude tomé seis de los bates, efectivamente estaban calientes, los dejé suspendidos, tres de ellos apuntando hacia las copiáceas de un lado y tres hacia el otro. Inmediatamente tomé uno de los rifles y disparé dos veces detrás de cada uno de los bates, esperaba que los disparos pudieran propulsar los bates a través de las copiáceas, la mayor cantidad de ellas idealmente, y, volviendo al suelo, eché a andar el tiempo.
Sólo escuché varios gritos, al parecer había tenido éxito. Al levantar la vista noté lo contrario, sólo unas pocas de las copiáceas cerca de nosotros estaban quemadas, pero al parecer Chiro ya se había encargado del resto, cuyos restos se exhibían aplastados contra las paredes cercanas. Realmente me estaba hartando de su altanería, quizás los poderes eran más como un juego de cachipún, según la situación podría borrarle la cara sin problemas, pero en estas circunstancias había que admitir que sus habilidades resultaban más eficientes que las mías. En fin, ya llegaría mi momento.
De todas formas, la pregunta de Chiro ahora se hacía más patente aún: de dónde habían salido. Y sin embargo no había tiempo para ello, hasta donde alcanzaba la vista, a lo largo de todo el pasillo, más y más copiáceas aparecían. De dónde salían, a estas alturas, incluso combinando mis habilidades y las de Chiro, la situación se volcaba en nuestra contra, la única opción era encontrar por dónde estaban llegando, esa podría ser quizás la única vía de escape para nosotros. Quizás fue el estrés del momento, quizás la adrenalina, como fuere, logré detener el tiempo casi instantáneamente, y de inmediato busqué en las pareces, palpando, debía haber algún conducto. Me aventuré hacia las copiáceas de un lado y descubrí que el muro se había desplazado lateralmente, descubriendo varias aperturas dejaban salir copiáceas a lo largo del túnel. Tomé a Chiro, que se encontraba convenientemente suspendido horizontalmente cerca del techo y lo empujé hasta una de dichas aperturas, una de las pocas que se encontraba despejada. Al interior una escena bizarra nos saludó: centenares de copiáceas del sujeto con katana, todas teñidas de una tonalidad celeste, en diversas posiciones naturales, algunas de ellas tendidas sobre el suelo, rígidas, como estatuas caídas en una amplia sala de techo bajo. En los costados estanques llenos de un líquido azul desprendían un tenue destello que iluminaba el lugar apenas lo suficiente para poder ver.
Al volver el tiempo, el muro volvió a cerrarse, dejando al resto de las copiáceas afuera, aunque también a nosotros encerrados dentro. Escuchábamos la conmoción, nos buscaban, al menos no sabían que nos encontrábamos en esta habitación, teníamos algo de tiempo para planificar nuestro próximo movimiento.
-¿Qué es esto? Están todos tiesos.
-Crees que sea porque…
-Fue cuando mataste al original. Mira todas las katanas en el suelo, esto fue lo que escuchamos antes, al matar al original, todas sus copiáceas dejaron de funcionar.
-Pero por qué no se marchitaron.
-¡Cresta! Está congelado.
El frío me había quemado la yema del dedo en un instante, me recordó al cristal rosado que había inundado los campos de coralis días antes. Investigamos el lugar en busca de pistas, pero todo lo que había allí eran las copiáceas congeladas y los estanques. El cuarto no tenía ninguna salida, salvo por donde habíamos entrado, y no teníamos la más mínima idea de cómo volver a activarla. Chiro miraba en todas direcciones, su mirada iba y venía desde las tuberías que salían de los estanques y se posaba brevemente sobre las copiáceas.
-Ahí.
Señaló un punto de la pared cercano al techo.
-Ese tubo es el que alimenta los estanques. Si rompemos esa pared, llegaremos a algún lugar.
-¿Tienes alguna idea para romper el concreto?
No me prestó más atención. De inmediato se acercó a una de las copiáceas.
-¡Cuidado!
Mas el tacto de la misma no parecía afectarle, la tomó y la trasladó hasta dejarla en el suelo cerca del punto que había señalado. Luego tomó otra y la situó a continuación, finalmente tenía cinco copiáceas congeladas en línea. Seguía sin hablar, no tenía ninguna hipótesis sobre qué trataba de hacer. Se acercó a cada una de ellas, posando su mano sobre la piel rígida, aún me resultaba inexplicable que pudiese soportar la extrema temperatura de las figuras. A la vez que hacía esto, me pareció verlas moverse, aún rígidas, como acercándose unas a otras.
-Chiro qué estás haciendo. Qué es esto.
No me prestaba atención. Las cinco copiáceas juntas formaban una línea hacia el puto que Chiro había señalado, se detuvo frente a la segunda desde la pared, y con esfuerzo comenzó a levantarla, comprobé que las cinco copiáceas estaban unidas, como por acción de un pegamento invisible, aunque parecía costarle trabajo llevar a cabo la acción, eran demasiado pesadas.
-Un poco de ayuda me podría servir.
-No las puedo tocar, Chiro.
Me miró con su inexpresividad característica, por favor, al menos podría haberse dignado a mostrar un atisbo de desilusión. Sólo se detuvo en su lugar, pensativo. Entonces tuve una idea, la transmisión de calor ocurría matemáticamente como una diferencial en el tiempo, es decir, si detenía el tiempo, tal vez podría tocarlas sin quemarme. Lo intenté, finalmente me animé y vencí la reticencia, al tocarlas pude comprobar aquello a lo que no había prestado atención en ocasiones anteriores, no tenía sensación de calor o frío.
-Perfecto Roberto, necesito que las levantes y las apoyes sobre ese punto, luego párate aquí.
Me señaló un punto en la mitad de la habitación. Me intrigaba su plan, pero no perdía nada. No esperaba que luego de todo lo que ya había visto, el engreído sujetillo pudiere seguir sorprendiéndome; cuán equivocado estaba. Lo que sucedió a continuación volvía a escapar a mi capacidad lógica. Chiro se detuvo frente a la copiácea de en medio, y acercó sus manos a las dos adyacentes a ésta, haciendo una pausa al posarlas sobre ellas.
-¿Listo? Sólo quédate ahí.
No pude ver qué fue lo que hizo, sólo reaccioné a cubrirme cuando los cuerpos violentamente se azotaron unos a otros en el aire y trozos de ellos volaron en todas direcciones, Chiro parado en frente me servía como escudo humano; o ikghuriano. Había previsto aquello. Una vez que la arrebatada entropía había finalizado su ciclo, la escena daba paso a una enorme grieta en el punto que Chiro había señalado, justo bajo la tubería, además de una profusa perforación en el suelo, donde la quinta de las copiáceas había estado apoyada.

Del otro lado podíamos escuchar la tos de una mujer tan sorprendida como yo despejando el polvo de los escombros en el aire. Calia.

sábado, 23 de septiembre de 2017

Chi

El trayecto fue mucho más corto de lo que esperábamos, al salir del túnel grieta simplemente dieron la vuelta al mismo edificio del barrio Nueva York, e ingresaron por la puerta principal. ¿Acaso se transportaban a otra dimensión nuevamente a través de un portal similar que no conocíamos? No, la respuesta era mucho más simple, debíamos haberlo supuesto cuando descubrimos que el Galpón de industrias Vaco en la apertura del túnel se encontraba en el futuro, aunque en el mismo lugar físico. El galpón desde el que ya en más de alguna oportunidad se había comunicado Onon, aparentemente sin relevancia para las distorsiones, era en realidad la base de operaciones desde donde se organizaba la conspiración de Calia.
Aunque no por la misma razón para los togas y para mí, ambos nos quedamos observando desde cierta distancia. Habíamos dejado de dar seguimiento a Albers, como si nos hubiésemos rendido en su búsqueda pese a haber encontrado su ubicación. Los togas se agruparon, desde el principio no planeaban ingresar y actuar por fuerza, aunque a mi parecer las apuestas en ese momento eran bastante altas; el destino del mundo recaía sobre lo que sucediera en ese galpón oculto.
Para mí se trataba de otra cosa, realmente deseaba entrar en ese galpón, no precisamente para liberar a Albers y finalizar el conflicto, más bien se trataba de curiosidad. En ese momento lo que más quería era saber qué planeaba Calia, quería saber qué tanto era posible hacer con estos poderes. Lo que me detenía no era lo que fuere a suceder allí dentro, ya me consideraba omnipotente, no tenía qué temer. Lo que me preocupaba era que el acceso al edificio se encontraba en un lugar al que yo no podía llegar, más allá del portal de vuelta a la tierra, es decir, si intentaba entrar, acabaría volviendo a mi dimensión.
Los togas se replegaban y yo me quedaba en medio de la nada, entre mí mismo y un enemigo mitad invisible, mitad imaginario. Antes de intentar algo debía evaluar las posibilidades, qué sucedería si no hacía nada; en el peor de los casos Calia encontraría la forma de replicar el experimento de Albers. Si eso sucedía tendría un rival al detener el tiempo, pero no mucho más, una vez detenido el tiempo, el desenlace de cualquier confrontación quedaría determinado por recursos físicos. Otra posibilidad era que alguien aparte de mí viajara en el tiempo. Esta posibilidad abría finales impredecibles. Aún no sabía de qué dependía que Albers lo lograra, pero de ser así podría borrar todo lo que había vivido en Ra’lla, despertaría de pronto nuevamente en mi aburrida vida en la tierra. Ahora bien, en el caso de que Calia lograse viajar en el tiempo, no había forma de adivinar, pero no podía ser bueno para nadie.
Tenía que intentarlo. Me apresuré hacia la entrada, sin embargo lo temido sucedió, a lo lejos pude divisar el tumulto opaco, la penosa prisa santiaguina me llenó de rabia instantáneamente.
-¡No!
No pude evitar gritar en voz alta, pero nadie me escuchó, mientras mi cabeza se acaloraba y mis pulmones se vaciaban, el tiempo estaba detenido, detenido en Ra’lla y en la Tierra, sólo ese breve momento. No era la sensación de relatividad en un momento crítico, de alguna forma mi disgusto había servido para detener el tiempo. Eso era, quizás si detenía el tiempo podía evitar el portal, había que intentarlo. Retrocedí un poco y comencé a concentrarme, nuevamente me costaba trabajo, más que en los campos de Coralis. Mientras lo intentaba, el tiempo se detuvo sólo unos segundos. El fenómeno me desconcertó. No podía ser Calia, no podía haberlo logrado tan rápido, tenía que ser Albers. Entonces lo entendí, cuando detuve el tiempo antes brevemente, Albers tuvo que haberlo sentido, ésta era su respuesta. Quizás trataba de decirme algo, al menos sabía que seguía vivo.
Por más que lo intentaba, no me era posible, sentía que me acercaba, y no acababa de lograrlo. Varios minutos y tantos intentos fueron necesarios para resignarme, pero me negaba a aceptarlo, apenas un rato antes lo había logrado en los campos de Coralis, por qué entonces no podía. Decidí volver a los campos de Coralis, quizás era el lugar, tal vez podría practicar. Traté de pasar lo más sigilosamente posible al túnel, pero ya sabía que los togas lo vigilaban, sería imposible mientras no pudiera detener el tiempo, más bien era un jugueteo, me sentía en una misión secreta, como un niño de 10 años jugando a los comandos; una parte de mí lo disfrutaba y otra me reprochaba la falta de madurez. Quizás eso fue un error, en ese momento sólo Chiro me observaba, el resto de los togas probablemente se encontraban reunidos en el parque forestal discutiendo su próximo movimiento.

Al detenerme sobre el paraje pude sentirlo, la dificultad radicaba en el escenario. Para detener el tiempo necesitaba sentir el lugar, imaginarlo y ser uno con él. Lo intenté, rápidamente detuve el tiempo, tenía que practicar un par de veces más, era cuestión de acostumbrarme a la sensación. En la tercera oportunidad descubrí a Chiro, como por arte de magia había aparecido a pocos pasos de mí, se encontraba ahí parado, se dirigía en dirección a mí, su semblante tranquilo, sus pies apenas separados del suelo -algo inusual ya que parecía caminar a paso normal-. Me paré tras de él antes de volver a echar a andar el tiempo. Sólo un momento pareció sorprendido, inmediatamente desapareció hacia el cielo, así era como lo hacía, simplemente saltaba con la agilidad que lo caracterizaba. En lo que me tomaba volver a detener el tiempo, pude contemplarlo cuatro metros por sobre mí, observaba hacia abajo, sólo me situé unos pasos de vuelta para dejarlo caer frente a mí.
-Parece que todos los ikghurianos me quieren cazar acá.
Se quedó mudo, sabía a lo que me refería, él había ayudado a Zóhoro a llevarme ahí antes. Sin saberlo, en parte era culpable de su muerte.
-Qué quieres, Chiro.
-Eres el único dispuesto a ir.
Un hombre de pocas palabras, sabía que no me iba a decir nada más, estaba hecho, aunque era el único que me intimidaba en todo el asunto, ya no me importaba tanto tenerlo de mi lado o no, de todas formas no era rival para mis poderes, por otra parte, esos pocos intentos me habían dado la confianza que necesitaba, estaba seguro de que podía detener el tiempo en el barrio Nueva York. Le expliqué mi predicamento, de manera que accedió a esperar a comprobar que me fuera posible entrar. Seguía siempre tan compuesto, casi como si tuviera otro plan o varios, en cualquier caso, no llegaría a saberlo.
Miré a mi alrededor, ciertamente la arquitectura del lugar era un nivel de dificultad mayor a los campos de Coralis. Pero podía hacerlo, podía sentirlo, la gente, los edificios, sólo tenía que imaginarlo y concentrarme. Detuve el tiempo antes de que Santiago apareciera en el trasfondo y caminé lentamente, a pesar de avanzar, la imagen se mantenía, funcionaba. Pensé en entrar, pero me devolví para acordarlo con Chiro.
Mientras hablábamos, el tiempo se detuvo varias veces por pocos segundos, Albers. Trataba de decirme algo, se encontraba prisionero aún, por eso la duración de las detenciones, quizás intentaba advertirme de una trampa, quizás intentaba decirme que me apresurara. Segú Chiro, él se demoraría aproximadamente tres segundos en cubrir los doscientos metros que nos separaban del acceso y entrar en él. No estaba seguro de cuánto me demoraba en detener el tiempo, por lo que le indiqué que entrara en cuanto me viese desaparecer. Tenía que apurarme de todas formas, no podía detener el tiempo sostenidamente o mataría a Albers, y si es que había alguna trampa esperándome, él era el único que podría advertirme.
Al ingresar al edificio me encontré con muchos más guardias de los que me esperaba, todos clones, aunque ya no eran sólo el mismo tipo de antes, habían tres tipos distintos, los otros dos eran más bajos y delgados que el primero, uno especialmente delgado. Algunos de ellos relajados, otros preparados, como si esperaran que alguien entrara. Se encontraban repartidos en una amplia recepción de estilo antiguo sin muebles de ningún tiempo. A ambos lados de las paredes de mármol al igual que en la pared del fondo colgaban enormes cuadros con espectaculares ciudades impresionistas. No podía reconocer ninguna de las tres, aunque el de la izquierda me recordaba un famoso cuadro de la catedral del Salvador de Zaragoza junto al río nocturno y el del fondo parecía ser una ciudad europea medieval enclaustrada en medio de un valle con sus muros exteriores intactos, aunque algo de ella parecía poco natural, como civilizada. En cuanto al de la derecha, desde la vista de una persona promedio se alzaba una imponente edificación que pretendía tocar las estrellas, mucho más allá de una amplia cúpula dorada se erguían torcidos unos tentáculos de pálido celeste, como arbotantes huachos de una catedral invisible que se sostienen a la vez que se pisan unos a otros intentando alcanzar los cielos. En ambas esquinas escaleras cubiertas de alfombra púrpura, por la izquierda la escalera subía y por la derecha bajaba, al centro, justo bajo la pintura, una rudimentaria puerta antigua que muy mal encajaba con el resto de la ambientación.
No podía volver a echar a andar el tiempo inmediatamente, estos tipos estaban preparados para defender el lugar, tenía que encontrar dónde detenerme, esperaba que Albers pudiera aguantar, ya iba cerca de un minuto. Me detuve osadamente sobre el primer peldaño de la escalera que subía, tras uno de los matones, pero antes de volver al tiempo, me preparé mentalmente, tenía que volver a detenerlo rápido, de lo contrario me descubrirían. Sin embargo no fue necesario, en pocos segundos Chiro no sólo entraba por la puerta, además destruía las copiáceas sin dificultad alguna, sus movimientos eran más rápidos de lo que mis ojos podían entender. Me hice una nota mental, si alguna vez tenía que enfrentarme con él, podía tenerle miedo, era detener el tiempo primero o nada, no había forma de ganarle si tenía el más mínimo espacio para moverse, uno de los dos debía morir rápidamente, como un fugaz duelo de sables en el Japón imperial.
-Vamos.
No había rastro de duda o preocupación, su actitud comenzaba a irritarme. Quién se creía, actuaba como si yo lo siguiera a él, ¿acaso no se daba cuenta de que no lo necesitaba en absoluto? Era yo quien le permitía, por caridad, acompañarme. Fácilmente podía terminar con todo el asunto inmediatamente, simplemente no lo hacía para preservar la vida de Albers, se trataba de un acto altruista.
Chiro pasó tranquilamente a mi lado y comenzó a subir las escaleras. Me quedé pensando un momento, algo de la recepción me parecía extraño, pero no lograba señalarlo con certeza. No me dio tiempo de darle muchas vueltas, a los pocos segundos Chiro ya estaba desarmando un grupo de copiáceas más arriba, aunque esta vez se escuchaban choques de metal.
-¿¡Katanas!? Andan con katanas. ¿Por qué andan con katanas? Eso no tiene sentido.
Chiro no se inmutaba. Pero yo ya entendía qué era lo que no me cuadraba; demasiada parafernalia de ciencia ficción. Por qué llenarían un edificio con guardias armados con rifles y katanas. Por qué el arma de elección estaba diferenciado según sujeto, noté que las katanas sólo las llevaban unos tipos delgados y pequeños en comparación al grandulón. Además, este último sólo portaba los bates calientes, los rifles estaban reservados para el tercero, de estatura y contextura promedio. Al final de la escalera una bifurcación en T con una puerta en frente nuestro.
-Tres a la izquierda y tres a la derecha, ninguno detrás de la puerta.
Chiro entendió inmediatamente que había usado mis poderes para registrar rápidamente el lugar y sin problemas se encargó de los seis sujetos.
-¿A dónde vamos ahora?
-Espera. Estamos buscando un secuestrado. Tendría más sentido ir al subterráneo, ¿no?
-Quizás.
Nos devolvimos, pisando entre la carne mustia de las copiáceas marchitas en la entrada, Chiro decidió abrir casualmente la puerta del fondo, se detuvo en el umbral y lo acompañé a echar un vistazo. Una enorme sala de techo alto se extendía delante, oscura y desordenada. A la derecha varias filas de archivadores y la izquierda calderas y grandes tuberías, algunas de ellas descubiertas y otras con gruesos revestimientos. Nada de interés allí, sin embargo era evidente por las dimensiones, que esta sala ocupaba prácticamente la totalidad de la planta baja.
Continuamos descendiendo, en la base de las escaleras no pudimos creerlo, un real tumulto de copiáceas llenaba un ancho pasillo, serían unas trescientas fácilmente. Difícilmente Chiro iba a poder con todo eso, iba a tener que hacerlo yo, pero no iba a ser fácil de todas formas, ya que no podía detener el tiempo por mucho rato. Tenía que tomar un rifle y dispararles con el tiempo detenido, probablemente estos rifles podían matar a varias de una vez, pero aún así iba a tomar su tiempo, además, por la misma razón no había garantía de que hubiese copiáceas con rifles entre el tumulto.
-Échate para atrás.
-Qué.

No lo repitió, simplemente me empujó hacia las escaleras, desde ahí no pude ver lo que ocurrió en el pasillo, sólo lo vi desaparecer moviéndose hacia ellos. Un segundo después una masa de cuerpos volaba a toda velocidad frente a mí, los escuché chocar contra la pared del fondo bastante más allá. Eso no era “agilidad sobrehumana”, Chiro tenía algo secreto. Al pararme nuevamente en el pasillo, sólo me miró serio y levantó su dedo sobre los labios, probablemente nadie o muy pocos lo habían visto hacer algo así; asentí mecánicamente. 

sábado, 8 de julio de 2017

Iragok

Romug observa el horizonte rojizo, sereno. Observa desde el futuro, sin embargo lo que observa no es el pasado, él no cuenta con esa facultad, es más bien un estado de calma interior lo que le permite comunicarse con el cosmos. Romug no tiene un poder especial que le permita conocer el pasado, cualquiera podría acceder al mismo conocimiento que él, cualquiera que se hubiese visto forzado por las circunstancias, tal como él. Mientras observa el horizonte nota una perturbación en la historia, una perturbación que proviene desde el pasado, no está en sus sentidos, no está en su percepción, es una noción, una cognición, casi como una conclusión inexorable a la que ha llegado a través de la reflexión contemplativa en su eterna meditación.
Junto a él Yureni se hace acreedor de la misma información, Yureni sí puede sentirlo, su capacidad para manipular el espacio temporal se lo permite. Lo siente en su cuello y en la parte superior de sus brazos; la historia está cambiando. Recién entonces Yureni pierde su vista en el mismo horizonte que contempla su compañero.
-Es difícil de explicar, pero…
Yureni observa a Romug, él no le da una señal, él permanece siempre sereno, es más bien ella misma quien se da cuenta de la futilidad de sus palabras.
-Ya lo sabes, ¿verdad?
-Sí. La historia está cambiando.
-Así es, está ocurriendo hace unos cinco años, en la época de la que viene Roberto. El presente y el pasado están conectados, por eso, aunque los cambios ocurren hace cinco años, podemos sentir el momento en el que nuestro presente cambia.
Romug no sabía esto, aun así permanece sereno. Yureni sólo puede preguntarse si es que él sabía esto o no. De todas formas algo en la calma del hombre bulto resulta contagioso, Yureni pronto estima que la misma pregunta es irrelevante.
-Es un cambio menor, no es el evento que ocasionó la colisión de segmentos de Ra’lla en en este lugar y tiempo. ¿Qué crees?
-¿Te has preguntado por qué estás aquí, Yureni?
-¿A qué te refieres?
-Si algún día los problemas de Ra’lla se solucionan, en el curso de las cosas. Yo desapareceré. Yo no soy un problema en Ra’lla, técnicamente. Si entiendes lo que quiero decir. Yo estoy aquí hoy, soy joven trescientos años después de mi nacimiento, es por eso que no existo en la época de la catástrofe espacio-temporal; antes-durante la catástrofe, yo vivía tan tranquilamente como ahora en este bosque. Pero tú Yureni, ¿qué haces aquí?
-Entiendo lo que quieres decir. Y puedo sentirlo también, cada vez que toco el tiempo en este lugar, es cierto. Todas las cosas y todos los tiempos que yacen aquí, incluso los cadáveres de Roberto y el otro sujeto, todo está relacionado, todo está unido por un argumento temporal. Pero no es mi caso, yo no estoy aquí producto de las circunstancias, más bien todo lo contrario; yo estoy aquí como reacción a las circunstancias. Yo misma me traje a este lugar, y es por lo mismo que no formo parte de la época de la catástrofe, aunque sí existo en ella.
-En algo te equivocas, que estés acá no es coincidencia. Tienes un rol qué jugar en todo esto, algo te une a este tiempo así como tú unes este tiempo con algo.

Tras ellos se aproximan Iragok, Iragok, Iragok e Iragok; vienen desde otra dimensión, todos lucen idénticos, salvo ciertas diferencias en su atuendo. Yureni observa confusa, casi asustada, hasta que uno de ellos explica.
-Hermana, no he encontrado una dimensión ideal. En mis viajes he llegado a aprender que incluso las realidades más utópicas están atravesadas por profundas conflictivas. Pero como ves, he—hemos descubierto algo. Desde distintas dimensiones podemos unir fuerzas.
-Hermano…
Ambos se abrazan, Yureni extiende su mano hacia los otros Iragoks, atribulada.
-En fin, sólo veníamos a darte la noticia, creo que grandes cosas nos esperan, la unión hace la fuerza. ¡Tú me decías eso cuando chico!
Ella permanece perpleja observando cómo un vestigio de luz es el único testigo de la desaparición de sus hermanos hacia otra dimensión. El último de ellos, vistiendo lanas coloridas, algo inusual para su hermano, se voltea antes de desvanecerse.
-Hermana, para todos nosotros eres tan hermana como la nuestra.

viernes, 7 de julio de 2017

Pre-detención

Nadie se movía, no se trataba de congelamiento, sino estupefacción. Diversos pensamientos se deshacían en el aire. “Fallamos”, “¿Qué pasó?”, “Un milagro”, “No hay que bajar la guardia”…
En medio de la conmoción Calia, liberada de las manos de Chiro, sonreía ante la visión de Albers y las copiáceas descansaban sus rifles como si su misión estuviese completa. Algo olía mal.
-Sithuria.
-Padre.
Tenía que ser una broma. ¿Calia estaba metida en todo esto como parte de una disputa familiar? Albers se acercó a ella tranquilamente.
-Ya veo. ¿Dónde estás ahora?
-¿Por qué, quieres venir a tomar té como un buen padre?
-Pendeja malcriada.
Calia no dejaba de sonreír. Qué quería decir la pregunta de Albers, ¿la Calia frente a nosotros era una copiácea? Pero ella había reaccionado ofendida cuando le pregunté si había usado copiáceas hacía tiempo. Instantáneamente noté lo estúpido de mi raciocinio, todo sobre ella eran mentiras; claramente era una copiácea, qué cobarde. La verdadera Calia dirigía la operación desde algún lugar remoto sin temer consecuencia alguna. No habíamos ganado nada, no tenía caso interrogarla, no tenía caso torturarla. Entonces Calia hizo un curioso gesto de desaprobación, levantando una mano en señal de desinterés.
-No importa, Padre, nosotros ya ganamos.
Los siguientes segundos, Albers detuvo el tiempo cuatro veces mientras observaba a Calia. Al detener el tiempo cada vez, permanecía con los pies fijos y observaba rápidamente alrededor. La cuarta vez que detuvo el tiempo, se desplazó un paso al costado antes de volver a echarlo a andar. En seguida dos disparos invisibles atravesaron la copiácea de Calia ante la impresión de todos los que observábamos, especialmente todos los demás, quienes sólo vieron a Albers evitar la muerte con un preciso desplazamiento instantáneo.
-Es típico en los hijos subestimar a sus padres, pero estaba bien al tanto de tus francotiradores.
Calia se rehusaba a borrar la sonrisa de su cara, aún mientras rápidamente el torso de su copiácea comenzaba a descomponerse.
-Supongamos que ese fuera el caso.
-Testaruda, de todas formas te encontraré.
-Más pronto de lo que piensas.
La descomposición del torso completo de Calia reveló un instrumento metálico, que, rajando su abrigo, saltó sobre Albers, inmovilizándolo sin darle tiempo de reaccionar. Inmediatamente los clones se movilizaron coordinados amenazando alrededor con los rifles y bates amarillos, tres de ellos sujetaron al científico y comenzaron a llevárselo. Pero  acaso Calia no contaba conmigo, yo también podía detener el tiempo tenía que poder, si para Albers resultaba tan fácil, yo tenía que ser capaz también. Me concentré y visualicé el campo, era más simple, la geografía monótona era fácil de imaginar. Y finalmente lo logré.
-Bien, Sáilinguer, pero estoy detenido acá, como probaste antes, mientras no pueda moverme, a menos que puedas quitarme este aparato en menos de un minuto, me ahogaré. Así que mejor deja que me lleven, si no quieres asesinarme. Pero está bien, me van a llevar a donde sea que tienen el orbe, eso es justo lo que necesito. Si quieres ayudar puedes seguirme sin que te descubran.
Y así, dejé que se lo llevaran. Pero al menos lo había logrado, había congelado el tempo. Nada podía detenerme ahora. Al menos nada que no saliera sorpresivamente desde dentro de una persona descompuesta.
Por otra parte, tenía algo más de qué preocuparme, los togas me veían como un enemigo ahora, o un infiltrado quizás. En todo caso no me importunaba demasiado, tomando control sobre este poder, poca relevancia tenía la opinión de los demás, incluso de los ikghurianos especiales.

Jarso me tomó de la muñeca. No era un gesto amenazante, me miró con seriedad. Tras él los togas esperaban a que hablara. Sólo Andrea y Chiro parecían molestos.
-En realidad es más simple de lo que parece. Los experimentos del sueño de Albers en realidad buscaban imbuír a una persona con poderes similares a los ikghurianos. Así gané una especie de capacidad de control temporal, que ni yo mismo acabo de entender, y tampoco sé bien cómo controlarla. Pero es sólo eso, no estoy metido con vaco, ni tampoco pedí esto.
-Te creo.
Andrea y Chiro no parecían tan convencidos.
-En todo caso ahora les sugiero que nos concentremos en Calia y Vaco. Vaco está tratando de replicar el experimento de Albers y, mientras creo que Albers no tiene malas intenciones, no puedo decir lo mismo de Vaco. Ahora que tienen a Albers es mucho más probable que lo logren.
-Bueno, tenemos un problema.
Jarso señaló a la entrada del túnel grieta, ante la misma dos matones con bates hirvientes amenazaban a cualquiera que planeara seguir a los demás. Probablemente se quedarían ahí hasta que sus copiáceas perecieran. Esto no era un problema, imagino la impresión de los togas al verme desaparecer de su lado y reaparecer entre dos copiáceas tiradas en el suelo con sus cabezas rostizadas y sosteniendo uno  de sus bates amarillos. Igual sorpresa me llevé yo al detener el tiempo y comprobar que Chiro ya se hallaba a mitad de camino entre nosotros y los sujetos, definitivamente había algo sobrenatural en su destreza física. No podía ser simplemente el sigilo que le permitía desplazarse sin que lo notáramos, pero tampoco podía llamársele súper-velocidad, era algo intermedio que lo hacía parecer moverse con la gracia de un felino.
-¡No me miren así! Prometo que es la primera vez que logro usar esto de detener el tiempo.
Se me vino a la mente llamar al efecto de sus miradas una “post-detención”, se trataba del tiempo que tardaban los asistentes en reincorporarse tras presenciar los efectos de alguien que es capaz de una cosa así. Una vez que volvieron en sí, y con el grupo dividido entre simpatía y sospecha, continuamos siguiendo a los sujetos cuidando que no nos viesen; por fin sabríamos dónde encontrar a Vaco.

sábado, 24 de junio de 2017

Punto de fusión

No alcancé a sentir las miradas inquisitorias sobre mí cuando comenzaron a emerger decenas de clones en traje negro desde el túnel grieta, todos cargados con rifles similares a los anteriores. Esta vez no se hicieron esperar para comenzar a disparar, pude ver la mirada burlona de Calia, su sonrisa parecía marcar un desinterés general, para ella no era más que un juego, y todos los involucrados éramos peones desechables.
Instintivamente varios togas tomaron los rifles de las copiáceas anteriores para contraatacar, pero era demasiado tarde, nuestros enemigos ya disparaban y en una fracción de segundo nuestro número se reduciría drásticamente. No había nada qué hacer, incluso con los poderes que creía tener, no podía reaccionar tan rápido. Cerré mis ojos, más para no ver, que para intentar algo, por mi mente pasaron los cuerpos de los togas atravesados por los disparos, su sangre tiñendo las hojas de coralis, los cuerpos inerte de Andrea, Jarso y Chiro, entonces sólo hubo silencio, un silencio antinatural. Abrí los ojos para presenciar la escena congelada. ¡Lo había logrado! Pude ver los proyectiles, ¿láseres?, no, eran una especie de líquido o vapor, varios de ellos a pocos centímetros de los togas detenidos. Andrea estaba tendida en el suelo, Jarso en una postura desafiante, y Chiro cinco metros sobre el suelo, como volando, un buen trecho más delante que los demás. Pensé en la cara que iba a poner Calia, mi poder era absoluto, con esta habilidad todo era posible, ¡era un poder realmente invencible! O al menos eso supuse, por un instante, aunque era difícil medir el tiempo cuando éste técnicamente no estaba transcurriendo.
-¿Qué tal?
El pánico me invadió efímero dando paso a la preocupación. Albers caminaba tranquilamente en mi tiempo detenido. Algo estaba mal, que Albers estuviera allí no encajaba de alguna forma, no se trataba del hecho de que fuera capaz de moverse en tales circunstancias, sino que estuviera allí en ese momento.
-Pareces confuso, pero sólo me miras a mí, o sea, lo que te confunde no es lo que está pasando, sino que yo esté aquí. En otras palabras, crees que esto es obra tuya.
No lo era, era él, él había detenido el tiempo. Continuaba moviéndose mientras hablaba, caminaba alrededor sin pisar dos veces el mismo lugar, algo en ello parecía cuidado, desde sus pasos hasta su respiración.
-Sé lo que parece todo esto, y sé que debes tener muchas preguntas, no tenemos tiempo, así que te lo puedo contar.
Había en sus palabras una calma inusual, ya no parecía un científico estresado por los resultados. En mis estudios sobre psicología había aprendido que las personalidades como la suya, las que buscan respuestas incansablemente, no cambian jamás, aunque encuentren respuestas, nunca dejan de buscar. No parecía ser el caso, Albers reaparecía con una profunda serenidad como quien ha descubierto todas las respuestas que buscaba en la vida. Mientras lo escuchaba comencé a sentirme mareado, la vista se me empezó a nublar. Entonces él hizo una pausa, se quedó quieto por primera vez y con un gesto me indicó acercarme a él.
-Primero tienes que entender las bases físicas de lo que está pasando. Si no hay tiempo, no hay muchas cosas, no hay momento, por ejemplo, no hay gravedad. Pero para que puedas experimentar estas cosas, significa que las leyes físicas siguen funcionando dentro de tu cuerpo, de lo contrario no nos sería posible caminar, al primer paso quedaríamos suspendidos en el aire.
-Tiene sentido, pero entonces, ¿cómo podemos respirar?
-Por eso es que tienes que caminar, el aire fuera de tu cuerpo no se mueve, tienes que moverte tú, de lo contrario estarás respirando el mismo dióxido de carbono.
Luego de caminar volví a sentirme bien, efectivamente era aire lo que me hacía falta. Junto con ello un sinfín de interrogantes cruzaron mi cabeza, ¿qué pasaría con los vacíos de aire que dejamos una vez que nos movemos mientras el tiempo está detenido? Al pensar en ello, por primera vez tuve una idea de lo que había sucedido aquella vez que viajé a la gran guerra, el más mínimo cambio mientras el tiempo estaba detenido, podía tener repercusiones catastróficas una vez que volviera a ponerse en marcha. Albers difirió.
-No te preocupes tanto, Sáilinguer, probablemente tendrás oportunidad de probar tú mismo qué pasa. Ahora concentrémonos en salvarles la vida a estos personajes, mientras te explico. Vamos a tener que moverlos a ellos, no toques los proyectiles, si son lo que creo, al tocarlos te vas a quemar feo.
Definitivamente algo sobre el viejo era diametralmente distinto, incluso tenía una sensación diferente, ya no me producía sospecha, más bien tenía un extraño sentimiento de armonía con él, como si lo conociese desde toda la vida.
-Verás, Sáilinguer, tengo claro que vienes de otra dimensión. Precisamente por eso tuve la esperanza de que el experimento funcionara contigo. La misma esperanza tenía con esta chica que está tirada ahí en el suelo. Honestamente hay muchas variables del experimento que me son desconocidas, como te imaginarás, esto no ha sido por el bien de la ciencia, no me interesa entender las bases, sólo quiero solucionar el problema. Todo comenzó hace unos trescientos años con las plantas de coralis.
A grandes rasgos, el viejo relataba la historia global de Ra’lla en los últimos tres centenarios, mencionó la aparición del coralis como una plaga mundial, luego la creación de los ikghurianos especiales y las copiáceas, señalando que estos dos últimos habían surgido gracias a ciertas propiedades especiales de las plantas de coralis. Mientras continuábamos moviendo a los togas, seguía explicándome.
-Ahora mismo estamos en Plurr, sólo a unos cuántos kilómetros de Ikghur. En ese lugar no hay plantas de coralis, allí los coralis se desarrollaron de forma distinta, probablemente como una mutación. He comprobado que las propiedades son las mismas, sin embargo en ese lugar los coralis crecen como árboles. La única diferencia, probablemente, entre éstos y las plantas de coralis, es que de alguna forma influenciaron la evolución artificial que dio paso a los ikghurianos especiales en ese lugar hace unos doscientos años. Seguramente por el intercambio de minerales con el lago, ya que las plantas de coralis desarrollan raíces sumamente profundas, y los árboles de coralis aún mucho más. Pero en fin…
-Albers, tú no te imaginas lo descabellado que es todo esto para mí. En mi dimensión no podemos empezar a imaginarnos cosas como las copiáceas o los ikghurianos, y ahora mismo, ¡tenemos detenido el tiempo!
-Precisamente, Sáilinguer, es a todo eso a lo que voy. Estas cosas no son naturales, pero finalmente quiénes somos nosotros para decidir eso. Lo que sí podemos decidir es que son malas.
Su tono se tornó serio al decir esto, hizo una pausa antes de continuar.
-Todos estos cambios, todos estos avances, todas estas cosas antinaturales, no han hecho más que traer desgracia al planeta. Vaco estaba pensado para ayudar a la humanidad, sabes, y hoy no es más que una sucia mafia. Las personas se matan y se odian, y aun cuando no se matan entre ellas, es la naturaleza la que nos extermina. Y todo esto comenzó por estas malditas plantas.
Su mirada perdida parecía evocar recuerdos de un pasado traumático, su voz se emocionó profundamente al enunciar esto, era más que una idea, era algo personal; casi como si toda la historia de la que hablaba la hubiese vivido él mismo. Pero no podía ser, él era humano, claramente, y relataba hechos aún anteriores a la aparición de los ikghurianos.
-¿¡Qué pasa!?
Albers se reincorporó tras mi exclamación. Una sensación de profunda incomodidad me había recorrido, por un instante me pareció que alrededor los colores se habían invertido.
-Disculpa, ese es el problema cuando se juega con las fuerzas de la naturaleza, todo se vuelve… inestable.
Había algo interesante en su elección de palabras. “Jugar” con las fuerzas de la naturaleza, es un término que usaría alguien en una posición de prepotencia narcisista, o por el contrario, alguien que critica dicha posición y no desea estar en ella. Definitivamente Albers no parecía del tipo narcisista. ¿Pero entonces qué quería? Cómo podía ser que alguien que profesa en contra de una idea así llegara a manipular algo tan fundamental como el tiempo.
-Eliminarlos de cuajo, literalmente de raíz. Si los coralis no hubiesen existido nunca, el mundo estaría mucho mejor. Eso es lo que estoy tratando de hacer, volver al pasado y dejar que la historia siga su curso natural. El problema es que obviamente no he podido. Por eso estoy aquí ahora, hay dos cosas de las que tengo que ocuparme. La primera es aprender la forma de hacer que esta manipulación me transporte en el tiempo. La segunda es recuperar un cierto objeto que ahora mismo está en el poder de Vaco.
Se trataba del aparato esférico que Calia se había llevado desde el laboratorio. En ese aparato se mezclaban los líquidos rosa y amarillo, el resultado, una especie de polvo anaranjado, era el compuesto con el que finalmente había podido darnos poderes a él y a mí. Me explicó que ese aparato, construido por él mismo, era necesario para mezclarlos debido a que ambos compuestos eran sumamente inestables, y que mezclarlos de cualquier otra forma era físicamente imposible.

-Bueno Sáilinguer, creo que ya te he dicho todo lo que sé. Tengo algunas teorías por probar para el viaje en el tiempo, pero ahora mi prioridad es recuperar, o al menos destruir el orbe de fusión.
-Espera, pero, ¿cómo sabes que puedes confiar en mí? Diciéndome todo esto.
-Más que si es que puedo o no confiar en ti, eres el único que puede hacer esto además de mí. Así que necesito saber si eres un enemigo o no.
En realidad me parecía sensato, incluso demasiado bueno. Me llamó la atención la idea de jugar con las fuerzas de la naturaleza. Era como ser Dios, ¿acaso no se daba cuenta de que estaba haciendo eso? Quería cambiar la historia, pensaba que eso era lo natural, pero eso era precisamente lo más antinatural de todo. Lo pensé, quizás yo no era tan buena persona como él, quizás él se merecía este poder y yo no, o quizás simplemente era hipócrita. ¿Cómo podía pensar en cambiar la historia sólo por el bien del planeta? No tenía sentido, no era una cuestión de inconsecuencia, era una cuestión de psicología.
-No, no soy enemigo.
No técnicamente, me consideraba más un observador, un científico de la conducta. Un dios artificial juzgando a otro dios artificial. No era su enemigo aún, quizás en el momento del juicio. Eso estaba por verse.