viernes, 7 de julio de 2017

Pre-detención

Nadie se movía, no se trataba de congelamiento, sino estupefacción. Diversos pensamientos se deshacían en el aire. “Fallamos”, “¿Qué pasó?”, “Un milagro”, “No hay que bajar la guardia”…
En medio de la conmoción Calia, liberada de las manos de Chiro, sonreía ante la visión de Albers y las copiáceas descansaban sus rifles como si su misión estuviese completa. Algo olía mal.
-Sithuria.
-Padre.
Tenía que ser una broma. ¿Calia estaba metida en todo esto como parte de una disputa familiar? Albers se acercó a ella tranquilamente.
-Ya veo. ¿Dónde estás ahora?
-¿Por qué, quieres venir a tomar té como un buen padre?
-Pendeja malcriada.
Calia no dejaba de sonreír. Qué quería decir la pregunta de Albers, ¿la Calia frente a nosotros era una copiácea? Pero ella había reaccionado ofendida cuando le pregunté si había usado copiáceas hacía tiempo. Instantáneamente noté lo estúpido de mi raciocinio, todo sobre ella eran mentiras; claramente era una copiácea, qué cobarde. La verdadera Calia dirigía la operación desde algún lugar remoto sin temer consecuencia alguna. No habíamos ganado nada, no tenía caso interrogarla, no tenía caso torturarla. Entonces Calia hizo un curioso gesto de desaprobación, levantando una mano en señal de desinterés.
-No importa, Padre, nosotros ya ganamos.
Los siguientes segundos, Albers detuvo el tiempo cuatro veces mientras observaba a Calia. Al detener el tiempo cada vez, permanecía con los pies fijos y observaba rápidamente alrededor. La cuarta vez que detuvo el tiempo, se desplazó un paso al costado antes de volver a echarlo a andar. En seguida dos disparos invisibles atravesaron la copiácea de Calia ante la impresión de todos los que observábamos, especialmente todos los demás, quienes sólo vieron a Albers evitar la muerte con un preciso desplazamiento instantáneo.
-Es típico en los hijos subestimar a sus padres, pero estaba bien al tanto de tus francotiradores.
Calia se rehusaba a borrar la sonrisa de su cara, aún mientras rápidamente el torso de su copiácea comenzaba a descomponerse.
-Supongamos que ese fuera el caso.
-Testaruda, de todas formas te encontraré.
-Más pronto de lo que piensas.
La descomposición del torso completo de Calia reveló un instrumento metálico, que, rajando su abrigo, saltó sobre Albers, inmovilizándolo sin darle tiempo de reaccionar. Inmediatamente los clones se movilizaron coordinados amenazando alrededor con los rifles y bates amarillos, tres de ellos sujetaron al científico y comenzaron a llevárselo. Pero  acaso Calia no contaba conmigo, yo también podía detener el tiempo tenía que poder, si para Albers resultaba tan fácil, yo tenía que ser capaz también. Me concentré y visualicé el campo, era más simple, la geografía monótona era fácil de imaginar. Y finalmente lo logré.
-Bien, Sáilinguer, pero estoy detenido acá, como probaste antes, mientras no pueda moverme, a menos que puedas quitarme este aparato en menos de un minuto, me ahogaré. Así que mejor deja que me lleven, si no quieres asesinarme. Pero está bien, me van a llevar a donde sea que tienen el orbe, eso es justo lo que necesito. Si quieres ayudar puedes seguirme sin que te descubran.
Y así, dejé que se lo llevaran. Pero al menos lo había logrado, había congelado el tempo. Nada podía detenerme ahora. Al menos nada que no saliera sorpresivamente desde dentro de una persona descompuesta.
Por otra parte, tenía algo más de qué preocuparme, los togas me veían como un enemigo ahora, o un infiltrado quizás. En todo caso no me importunaba demasiado, tomando control sobre este poder, poca relevancia tenía la opinión de los demás, incluso de los ikghurianos especiales.

Jarso me tomó de la muñeca. No era un gesto amenazante, me miró con seriedad. Tras él los togas esperaban a que hablara. Sólo Andrea y Chiro parecían molestos.
-En realidad es más simple de lo que parece. Los experimentos del sueño de Albers en realidad buscaban imbuír a una persona con poderes similares a los ikghurianos. Así gané una especie de capacidad de control temporal, que ni yo mismo acabo de entender, y tampoco sé bien cómo controlarla. Pero es sólo eso, no estoy metido con vaco, ni tampoco pedí esto.
-Te creo.
Andrea y Chiro no parecían tan convencidos.
-En todo caso ahora les sugiero que nos concentremos en Calia y Vaco. Vaco está tratando de replicar el experimento de Albers y, mientras creo que Albers no tiene malas intenciones, no puedo decir lo mismo de Vaco. Ahora que tienen a Albers es mucho más probable que lo logren.
-Bueno, tenemos un problema.
Jarso señaló a la entrada del túnel grieta, ante la misma dos matones con bates hirvientes amenazaban a cualquiera que planeara seguir a los demás. Probablemente se quedarían ahí hasta que sus copiáceas perecieran. Esto no era un problema, imagino la impresión de los togas al verme desaparecer de su lado y reaparecer entre dos copiáceas tiradas en el suelo con sus cabezas rostizadas y sosteniendo uno  de sus bates amarillos. Igual sorpresa me llevé yo al detener el tiempo y comprobar que Chiro ya se hallaba a mitad de camino entre nosotros y los sujetos, definitivamente había algo sobrenatural en su destreza física. No podía ser simplemente el sigilo que le permitía desplazarse sin que lo notáramos, pero tampoco podía llamársele súper-velocidad, era algo intermedio que lo hacía parecer moverse con la gracia de un felino.
-¡No me miren así! Prometo que es la primera vez que logro usar esto de detener el tiempo.
Se me vino a la mente llamar al efecto de sus miradas una “post-detención”, se trataba del tiempo que tardaban los asistentes en reincorporarse tras presenciar los efectos de alguien que es capaz de una cosa así. Una vez que volvieron en sí, y con el grupo dividido entre simpatía y sospecha, continuamos siguiendo a los sujetos cuidando que no nos viesen; por fin sabríamos dónde encontrar a Vaco.

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