Nadie se movía, no se trataba de
congelamiento, sino estupefacción. Diversos pensamientos se deshacían en el
aire. “Fallamos”, “¿Qué pasó?”, “Un milagro”, “No hay que bajar la guardia”…
En medio de la conmoción Calia,
liberada de las manos de Chiro, sonreía ante la visión de Albers y las
copiáceas descansaban sus rifles como si su misión estuviese completa. Algo
olía mal.
-Sithuria.
-Padre.
Tenía que ser una broma. ¿Calia
estaba metida en todo esto como parte de una disputa familiar? Albers se acercó
a ella tranquilamente.
-Ya veo. ¿Dónde estás ahora?
-¿Por qué, quieres venir a tomar
té como un buen padre?
-Pendeja malcriada.
Calia no dejaba de sonreír. Qué
quería decir la pregunta de Albers, ¿la Calia frente a nosotros era una
copiácea? Pero ella había reaccionado ofendida cuando le pregunté si había
usado copiáceas hacía tiempo. Instantáneamente noté lo estúpido de mi
raciocinio, todo sobre ella eran mentiras; claramente era una copiácea, qué
cobarde. La verdadera Calia dirigía la operación desde algún lugar remoto sin temer
consecuencia alguna. No habíamos ganado nada, no tenía caso interrogarla, no
tenía caso torturarla. Entonces Calia hizo un curioso gesto de desaprobación,
levantando una mano en señal de desinterés.
-No importa, Padre, nosotros ya
ganamos.
Los siguientes segundos, Albers
detuvo el tiempo cuatro veces mientras observaba a Calia. Al detener el tiempo
cada vez, permanecía con los pies fijos y observaba rápidamente alrededor. La
cuarta vez que detuvo el tiempo, se desplazó un paso al costado antes de volver
a echarlo a andar. En seguida dos disparos invisibles atravesaron la copiácea
de Calia ante la impresión de todos los que observábamos, especialmente todos
los demás, quienes sólo vieron a Albers evitar la muerte con un preciso
desplazamiento instantáneo.
-Es típico en los hijos
subestimar a sus padres, pero estaba bien al tanto de tus francotiradores.
Calia se rehusaba a borrar la
sonrisa de su cara, aún mientras rápidamente el torso de su copiácea comenzaba
a descomponerse.
-Supongamos que ese fuera el caso.
-Testaruda, de todas formas te
encontraré.
-Más pronto de lo que piensas.
La descomposición del torso
completo de Calia reveló un instrumento metálico, que, rajando su abrigo, saltó
sobre Albers, inmovilizándolo sin darle tiempo de reaccionar. Inmediatamente
los clones se movilizaron coordinados amenazando alrededor con los rifles y
bates amarillos, tres de ellos sujetaron al científico y comenzaron a
llevárselo. Pero acaso Calia no contaba
conmigo, yo también podía detener el tiempo tenía que poder, si para Albers
resultaba tan fácil, yo tenía que ser capaz también. Me concentré y visualicé
el campo, era más simple, la geografía monótona era fácil de imaginar. Y
finalmente lo logré.
-Bien, Sáilinguer, pero estoy
detenido acá, como probaste antes, mientras no pueda moverme, a menos que
puedas quitarme este aparato en menos de un minuto, me ahogaré. Así que mejor
deja que me lleven, si no quieres asesinarme. Pero está bien, me van a llevar a
donde sea que tienen el orbe, eso es justo lo que necesito. Si quieres ayudar
puedes seguirme sin que te descubran.
Y así, dejé que se lo llevaran.
Pero al menos lo había logrado, había congelado el tempo. Nada podía detenerme
ahora. Al menos nada que no saliera sorpresivamente desde dentro de una persona
descompuesta.
Por otra parte, tenía algo más de
qué preocuparme, los togas me veían como un enemigo ahora, o un infiltrado
quizás. En todo caso no me importunaba demasiado, tomando control sobre este
poder, poca relevancia tenía la opinión de los demás, incluso de los
ikghurianos especiales.
Jarso me tomó de la muñeca. No
era un gesto amenazante, me miró con seriedad. Tras él los togas esperaban a
que hablara. Sólo Andrea y Chiro parecían molestos.
-En realidad es más simple de lo
que parece. Los experimentos del sueño de Albers en realidad buscaban imbuír a
una persona con poderes similares a los ikghurianos. Así gané una especie de
capacidad de control temporal, que ni yo mismo acabo de entender, y tampoco sé
bien cómo controlarla. Pero es sólo eso, no estoy metido con vaco, ni tampoco
pedí esto.
-Te creo.
Andrea y Chiro no parecían tan
convencidos.
-En todo caso ahora les sugiero
que nos concentremos en Calia y Vaco. Vaco está tratando de replicar el
experimento de Albers y, mientras creo que Albers no tiene malas intenciones,
no puedo decir lo mismo de Vaco. Ahora que tienen a Albers es mucho más
probable que lo logren.
-Bueno, tenemos un problema.
Jarso señaló a la entrada del
túnel grieta, ante la misma dos matones con bates hirvientes amenazaban a
cualquiera que planeara seguir a los demás. Probablemente se quedarían ahí
hasta que sus copiáceas perecieran. Esto no era un problema, imagino la
impresión de los togas al verme desaparecer de su lado y reaparecer entre dos
copiáceas tiradas en el suelo con sus cabezas rostizadas y sosteniendo uno de sus bates amarillos. Igual sorpresa me
llevé yo al detener el tiempo y comprobar que Chiro ya se hallaba a mitad de
camino entre nosotros y los sujetos, definitivamente había algo sobrenatural en
su destreza física. No podía ser simplemente el sigilo que le permitía
desplazarse sin que lo notáramos, pero tampoco podía llamársele
súper-velocidad, era algo intermedio que lo hacía parecer moverse con la gracia
de un felino.
-¡No me miren así! Prometo que es
la primera vez que logro usar esto de detener el tiempo.
Se me vino a la mente llamar al efecto de sus
miradas una “post-detención”, se trataba del tiempo que tardaban los asistentes
en reincorporarse tras presenciar los efectos de alguien que es capaz de una cosa
así. Una vez que volvieron en sí, y con el grupo dividido entre simpatía y sospecha,
continuamos siguiendo a los sujetos cuidando que no nos viesen; por fin sabríamos
dónde encontrar a Vaco.
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