sábado, 11 de octubre de 2014

La Grieta

   Mientras reflexionaba sobre el extraño y cansador sueño, empecé a preocuparme. Noté cómo los sueños habían estado siguiendo una cierta línea, salvo el caso del sueño distinto en el que según Albers los registros habían salido mal. Además, el último sueño se había quebrado de una extraña forma y esto coincidía con el inicio de la segunda etapa del estudio, tal vez tenía que ver con las pastillas. Entonces recordé las copiáceas, quizás lo que Albers me había dado era esto, aunque no alcanzaba a ser tan desproporcionado como me lo había descrito Calia, decidí preguntarle más al respecto.
   Camino a la Alameda, que desde la fuente siempre se veía vacía, pero que a medida que me acercaba se iba llenando de tráfico, indicándome que volvía al mundo real, en el callejón vi un grupo de jóvenes como de mi edad parados observando una muralla de la que seguían apareciendo más de ellos. Pensé en Héctor Plasma, pero éstos eran de estatura perfectamente normal, incluso algunos bajitos. Segían saliendo de la muralla hasta formar un grupo de unas 12 personas reunidas en un semicírculo. La mayoría estaban vestidos con una especie de tela holgada de colores oscuros, similares a las que usan los krishna o los catecistas a veces, aunque también un par de ellos estaban vestidos con ropas comunes. Como el callejón es pequeño y la mayor parte es visible desde fuera, supuse que no sería raro acercarme a mirar, si era como parecía, en Ra'lla lo sobrenatural era bastante natural.
   Ya llegando al grupo, miré un momento tras de mí, y al volver la cabeza alcancé a ver cómo una figura aparecía justo delante de mí, como venida del cielo, o como saltando desde un segundo piso, pero cayendo sin ningún esfuerzo y casi sin hacer ruido al tocar el suelo. Miré de reojo a ambos lados, en los segundos pisos nada parecía indicar que alguien hubiese estado allí hace segundos, las amplias ventanas, todas cerradas, permanecían inmóviles como si con sus reflejos se negaran a hacer algo, en el exterior, partícipe de sus espacios interiores. Era un adolescente de unos 16 años vestido con una tela morada, un poco más clara que las otras; se quedó ahí parado en frente mío con las manos en la cintura, mirándome fijamente a los ojos como si esperara que le dijera algo. Lo imagino mirando el bowl de piedra relleno con frutos secos con la misma expresión tranquila un instante antes de depositar esos ojos jóvenes llenos de experiencia en el horizonte de un paisaje cordillerano a sus pies cogiendo cada semilla y fruta una a la vez, como si comiera y no lo hiciera a la vez.
   -¡Chiro! Ven para acá.
   Rápidamente se unió al grupo, me volvió a impresionar la ligereza y el sigilo con que se movía, era el más pequeño del grupo. Un par de sujetos se quedaron mirándome de reojo mientras otro que usaba tela burdeo parecía explicar algo.
   Me acerqué sin prestar mucha atención a lo que decían, tratando de echar una mirada a la muralla, al principio parecía una muralla común, pero a medida que sobrepasaba un cierto ángulo pude notar una enorme grieta en ella, por la que sin problemas cabría una persona. No dejaba de ser extraño, qué hacía un grupo de gente reunida al interior de un edificio saliendo por una grieta, lo que es más, no cualquier edificio, sino un imponente edifico de oficinas.
   Finalmente el sujeto de burdeo dejó de hablar y tras un momento de silencio los chicos que lo oían se retiraron hacia Nueva York esparciéndose en distintas direcciones. Me quedé parado incómodamente cruzando una mirada con el sujeto de burdeo, hasta que de pronto comenzó a acercarse a mí.
   -Hola, ¿buscabas a alguien?
   -Eh, no, estem... Sólo miraba, me llamó la atención la Grieta en la pared.
   -Jaja, claro, es una grieta bastante grande, ¿verdad?
   -Sí, digo, salieron como veinte personas de adentro.
   Entonces su mirada cambió, me miró intensamente con incredulidad y de pronto sentí un golpe en las piernas y alguien me tomó por los codos tras la espalda, en cosa de segundos me tenían agarrado con una llave y me hacían caminar de espaldas hacia la grieta. Tras el umbral del edificio todo era penumbra, el sujeto de burdeo y el otro que me llevaba iban delante de mí y no los podía ver, pero no decían una palabra. Un par de metros tras cruzar la grieta nos detuvimos, sentí un golpecito en el suelo y mi captor me giró a tiempo para ver cómo el sujeto de burdeo se elvaba en el aire, entonces me empujó un poco más y comencé a sentir una extraña sensación en mi piel, como si un flujo de aire me recorriera desde los pies a la cabeza, hasta que también nosotros nos elevamos.
   Un par de metros más arriba apareció una tenue luz y vi al sujeto de burdeo parado ahí observando junto a dos otras siluetas en el fonto iluminadas por varias velas dispuestas sobre montones de esperma junto a las paredes. Finalmente pude ver al sigiloso Chiro mientras me arrojaba al suelo delante de nosotros y saltaba junto a mí sin hacer un sonido.
   -¡Roberto!
   -¡¿Calia?!
   La figura oscura se me acercó y me ayudó a pararme, realmente era Calia. Ninguno de los otros pareció inmutarse, la figura del fondo permaneció inmóvil, seguía oscurecida por las velas tras ella.
   -Andrea, él es Roberto, es el nuevo del que te hablé.
   Alcancé a escuchar ese semi suspiro que revela el esbozo de una sonrisa prometedora mientras se levantaba de su banco y se acercaba a mí. Rubia, metro sesenta y poco más. Entre estas mismas velas serviría sobre una pequeña mesa dispuesta descuidadamente frente a un banco el pequeño plato en el que se suceden los pequeños bocados  que en movimientos cortos y precisos hace desaparecer sin quitar la vista de un punto perdido sobre las tenues llamas de la pared de entrada. Sería imposible ver los bocados, pero probablemente los unta con sus palillos en un pequeño pocillo de soya, de manera que no hay gran misterio en lo que come, pese al ritmo que lleva, probablemente disfruta intensamente cada bocado.
   Se acercó y me dio la mano cordialmente aún sonriendo. Entonces Chiro y el otro sujeto se sentaron en el suelo junto al hoyo de la entrada, casi al mismo tiempo al que Calia saltaba hacia él, y se elevaba hasta desaparecer por lo que parecía ser otro hoyo más arriba.

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