jueves, 25 de marzo de 2010

El metro se detenía y más temprano que tarde, lo que temía, pero esperaba, sucedió. Sentí un sobresalto que me sacudió de pies a cabeza. Repetí maldiciones varias veces en mi mente y me mantuve absolutamente inmóvil durante cuatro estaciones, esperando que mis piernas dejaran de tambalearse.

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