martes, 31 de octubre de 2017

Propósito

-Eso sería todo, hija querida.
-¿Crees que le tengo miedo a este corbículo?
-No es Roberto del que tienes que tener miedo.
Albers amarrado todavía sobre una especie de camilla metáica parecía especialmente calmo.
-Qué crees que va a pasar, Sithuria, no tienes poder contra estos dos, no tienes más trucos. Entrega el orbe y olvídate.
-¡No!
Los dos tipos con rifles parados tras ella no pudieron ayudarla tampoco, en cuanto detuve el tiempo para hacerme cargo, noté que Chiro ya había derribado a uno, al volver el tiempo Calia nos observaba impotente sobre ambas copiáceas junto a ella. Asía con especial afán el orbe metálico que había extraído del laboratorio de Albers.
-¡Se los advierto!
-No le hagan caso, ya no le quedan trucos. Podemos terminar con esto.
No fue problema para Chiro recuperar el orbe de los brazos de Calia mientras yo liberaba a Albers.
-Calia, ¿de qué se trata todo esto? Tú sabes que para mí este mundo es extraño, pero te encuentro una persona inteligente, sensata. ¿No te das cuenta de lo ridícula que es esta conspiración?
-Claro Roberto, tú llegaste por casualidad y ahora tienes poderes sobrenaturales. ¿Qué te parece eso?
-Bueno… no es el punto.
-¡El punto es que las posibilidades son ilimitadas!
Albers se mantenía al margen, entonces algo se movió dentro de él, algo sobre la infinidad de posibilidades le picaba una sensibilidad antigua.
-No entiendes Sithuria, antes de todo esto las cosas estaban bien, antes el mundo estaba sano, feliz. Todo empezó con los coralis, las crovs, los ikghurianos, todo eso es mentira, todo es falso, nada de esto debía existir. ¡Éramos felices! La gente suele decir que es el precio para tener nuevas tecnologías, diablos, yo mismo lo creí así cuando comencé Vaco, realmente creí que podíamos tomar toda la mierda que nos había caído encima y dar vuelta la tortilla, usarlo para hacer del mundo algo mejor…
Nada de lo que decía Albers tenía sentido, era como si mezclara distintos tiempos en el presente, quizás los poderes sobrenaturales tenían un efecto secundario en las capacidades cognitivas.
-En todo caso Calia, ¿qué pretendías?
Calia respondió mirando fijamente a Albers.
-Quiero mejorar el mundo. Tú quieres arreglar las cosas acabando con todo, y crees que eso es lo mejor que puedes hacer, qué astuto. ¡Eres un cobarde! Si quieres arreglar las cosas aprovecha todo lo que hemos logrado.
-A qué te refieres.
-Mira Roberto honestamente el mundo no me interesa, cada uno hace lo que puede por sí mismo, pero es la humanidad la que decide el destino de sí misma. Vaco no es malo, ¿cómo podría serlo? Vaco se mueve en el mercado y la gente elige lo que compra, si la demanda exige instrumentos de destrucción, ¿quién es malo, el que las vende, el que las compra o el que las usa? La humanidad usa lo que tiene como puede, si los coralis no existen algo más será usado para provocar sufrimiento a los demás. Y puedo apostar a que la realidad de la que provienes me da la razón.
Algo de razón tenía, y pudo notarlo en mi expresión al escucharla, aún así no lo necesitaba, estaba suficientemente segura por sí misma, por esa aguda mente que era su arma más peligrosa. Volviéndose a Albers nuevamente, continuó explayando.
-¿Ves? Tienes que usar lo que tienes, porque al final lo único malo es la humanidad como colectivo, ¿acaso vas a borrar a la humanidad completa? Seguramente eso sería más ético que lucrar con lo que tienes. Piénsalo, infinitas realidades, infinitos tiempos, sólo significa una cosa: infinitas tecnologías. Todo lo que quiero es establecer un modelo económico que trascienda las barreras del espacio y tiempo, ¡podría ofrecerle a Ra’lla las tecnologías más inimaginables! Seguro habría -mejores y peores- opciones, pero no seré yo quien elija lo que se vende, sería el libre mercado.
-Qué bien Sithuria, ¿sabes que la humanidad tiende a autoaniquilarse y pretendes darle la posibilidad de hacerlo en módicas cuotas?
-Mientras que tú quieres ser quien elige el destino de todos, y tal vez quieras que te levantemos un monumento por eso.
-Pero Calia, si realmente no te importa nada, ¿no crees que la tendencia natural sería tomar ese poder y usarlo para estar cómoda de la forma más fácil?
-Robertito no has entendido nada, no habría honor en eso. Te digo que yo no soy la mala de la película, no hay tal cosa como lo bueno y lo malo, no hay tal cosa como un orden natural, lo bello de la vida es ver más allá de un sentido intrínseco. Si crees ser bueno mientras pretendes arbitrar la naturaleza, no eres realmente bueno.
Vacilé menos de un instante, creo que Chiro también, Albers observaba a Calia con una mezcla de disgusto y resolución. ¿Podía ser acaso que tuviera razón? Quizás tuve ese pensamiento porque en definitiva nada de lo que sucediera significaba realmente un peligro para mí. Chiro parecía tener mayor claridad, se dirigió a Albers cargando aún el orbe en sus manos.
-Cómo nos deshacemos de esto.
Nadie más lo pudo ver, pero la breve expresión en su cara me fue clara, la impresión, casi miedo, antes de reflexionar una respuesta; estaba midiendo sus palabras. El orbe era importante, aunque nadie quisiera referirse directamente a él, Albers y Calia intentaban bajarle el perfil, pese a ello ya quedaba claro que su relevancia era crucial en los planes de ambos. Todo estaba en las manos de Chiro, cosa que me daba una extraña sensación de calma, a fin de cuentas, en las manos y las decisiones de este curioso adolescente, nada salía mal. Sin embargo Calia no estaba dispuesta a dejarlo ir aún, mientras comenzábamos a retirarnos debía seguir intentando, aunque ya no le prestáramos atención.
-¿Acaso no tiene sentido? ¿De verdad van a dejar que el viejo arruine todas estas maravillas?
-No.
-Entonces, Chiro, qué quieres tú. ¿Qué crees que deberíamos hacer con todo esto?
-Nada.
Su voz seria, su mirada intensa, ninguno de nosotros podía entenderlo en ese momento, probablemente aun Calia no lo habría entendido. Pero a través de ese acto Chiro le estaba dando una magistral lección de vida, él había entendido cabalmente el raciocinio que ella explicara segundos antes, e incluso podría estar de acuerdo, con todo, su comprensión no acababa ahí; Chiro experimentaba ambos puntos de vista varios pasos más adelante. Calia sólo lo observaba de vuelta concentrada, como si sus palabras hubiesen cavado hondo en ella, la verdad era otra.
Mientras los tres concentrábamos nuestra atención en la escena, ella llamaba a sus copiáceas para emboscarnos. Fue Chiro quien sintió primero el tirón en su pierna y hombro casi simultáneamente, mientras un tercer sujeto se abalanzaba sobre el orbe. Nadie más alcanzaba a reaccionar mientras Chiro instintivamente extendía su mano con el orbe, alejándolo de sus atacantes. Y mientras la inercia del movimiento desprendía levemente el mismo de su palma, los ojos inexplicablemente horrorizados de Albers servían a Calia como clave de que algo había cambiado a su favor.

lunes, 30 de octubre de 2017

Acción política

Entre tanto, en Nueva York, Jarso y Andrea conversaban con transeúntes alrededor de una mesa con aromáticos panfletos. Repartían hojas de papel con detalladas imágenes, ilustraciones que parecían tan reales como una fotografía, explicando la actividad de Vaco, resaltando anomalías ecológicas y denunciando el defecto inmanente de quien quiere jugar contra las fuerzas de la naturaleza. Varios togas dispersos por el lugar repartían los panfletos invitando a los incautos ciudadanos a acercarse a escuchar los relatos.
No entendían nada, tras todo su esfuerzo, habían decantado en tal patético cliché. De todas formas no tenía mucho caso, finalmente los togas no tenían realmente mayor capacidad para contribuir de alguna forma en lo que realmente importaba. En cierta forma ambas cosas eran relevantes, ellos apuntaban a derribar a Vaco, nosotros a salvar el destino del mundo: era un tema de prioridades. Este tipo de cosas eran las que lentamente me hacían comprender mi lugar en el mundo, en este mundo, mi destino, y las grandes cosas en él.
Para ellos Vaco era una empresa más con inclinaciones corruptas, desde esa perspectiva el objetivo no era más que derrocarla de manera de detener su actividad por medio de la extirpación del incentivo lucrativo. Incluso teniendo en cuenta que los peligros hasta ese punto se bifurcaban lejos de las consecuencias comerciales, algo de razón tenía suponer que Vaco seguiría significando un efecto ecológico nocivo luego de acabar con sus intenciones de manipular las fuerzas de la naturaleza. En definitiva, la acción de los togas, al menos, no era del todo fútil.

viernes, 20 de octubre de 2017

Rho

El pasillo se extendía en solitaria penumbra, tuberías de varios grosores recorrían el techo y se bifurcaban ingresando a través de las paredes aquí y allá, mas los accesos laterales correspondientemente esperables, brillaban por su ausencia. Lentamente, a medida que avanzábamos, la cantidad de tuberías sobre nuestras cabezas disminuía y la penumbra se transformaba en umbra; se nos aparecía como un misterio el origen de la tenue iluminación a la vez que la ausencia de puertas laterales acrecentaba en mí un sentido de sospecha. Luego de caminar cerca de un kilómetro nos detuvimos, ya no divisábamos la subida de la escalera por donde habíamos llegado, nos comenzábamos a preguntar qué tan lejos podía llevarnos este pasaje recto. Mientras decidíamos si continuar o volver, un fugaz sonido metálico me hizo voltear, describir ese momento resulta significativamente más simple de lo que fue vivirlo, y debo agregar que describirlo no carece de dificultad: Mientras el trozo diagonal de metal suspendido en el aire caía verticalmente y la punta de su filo rozaba la punta de mi propia nariz, su silueta se imprimía inversamente en mi camisa manchando de sangre todo alrededor. Y el desplome de la menuda figura inmediatamente tras ella, descubría a Chiro serenamente -sin deleite ni orgullo- erguido un paso más allá.
-¡Mierda! ¡Chiro! ¡Lo mataste!
Sólo el tamboleo de la espada en la roca fría se escuchaba. Chiro apenas prestaba atención, como sumido en un interés ulterior.
-De dónde salió este sujeto.
Ni siquiera se dignaba a justificar su acto, podría haber dicho que no sabía, que lo había tomado por copiácea, podría haber dicho que me había salvado la vida, lo cual, en efecto, y con el pesar de mi ego, había hecho. Pero nada de eso, no le interesaba, sólo quería saber de dónde había salido. Me acerqué a examinar el cadáver, no había lugar a interpretación, su pecho estaba perforado de un lado al otro y un charco de sangre le servía de lecho. Pocos segundos después una sinfonía de campanas celebraba el deceso, a todo nuestro alrededor, desde las paredes podíamos escucharlas, tenuemente resonaban en el pasillo. Estábamos desconcertados, pero algo nos hacía intuír que el inesperado réquiem no era casual, así que nos detuvimos contra nuestras espaldas a esperar.
-¿Alguna idea?
-¿Qué?
-Qué fueron esas campanas.
Se volteó ligeramente sobre su hombro, intentaba hacer sentido de mi pregunta.
-No importa.
Súbitamente se vertieron sobre el corredor una masa de copiáceas, cientos de matones con bate cerraban el camino adelante y tantos del sujeto con rifle cortaban el camino de regreso. Los matones se abalanzaron sobre mí sin titubear, el asunto no se veía bien, no iban a hacer preguntas y no nos querían vivos. No podía darme el lujo de alterarme, respiré y me concentré, al menos el entorno era fácil de visualizar, podía hacerlo. Me tiré al suelo, necesitaba al menos unos segundos, y si es que los tipos de rifle estaban tan decididos a atacar como los del bate, los disparos me iban a alcanzar mucho antes, la única opción era que apuntaran a Chiro en primer lugar y éste los desviara, de todas formas, con su velocidad difícilmente iban a poder dar con él.
En efecto, la simpleza del lugar ayudó, en pocos segundos lo había logrado. Chiro estaba cerca del techo junto a mí, su mirada de reojo puesta sobre mí con suma concentración. Chiro podría haber terminado el asunto antes de que yo congelara el tiempo, quizás había adivinado lo que trataba de hacer, pero a la vez, esto tenía que terminarlo yo, si me posicionaba detrás de las copiáceas acabaría aplastado, como hubiese sucedido con el tumulto que encontramos al ingresar. Tenía que pensar en algo rápido, pero sólo tenía a disposición los rifles y bates calientes, quizás podía combinarlos de alguna forma. Lo más rápido que pude tomé seis de los bates, efectivamente estaban calientes, los dejé suspendidos, tres de ellos apuntando hacia las copiáceas de un lado y tres hacia el otro. Inmediatamente tomé uno de los rifles y disparé dos veces detrás de cada uno de los bates, esperaba que los disparos pudieran propulsar los bates a través de las copiáceas, la mayor cantidad de ellas idealmente, y, volviendo al suelo, eché a andar el tiempo.
Sólo escuché varios gritos, al parecer había tenido éxito. Al levantar la vista noté lo contrario, sólo unas pocas de las copiáceas cerca de nosotros estaban quemadas, pero al parecer Chiro ya se había encargado del resto, cuyos restos se exhibían aplastados contra las paredes cercanas. Realmente me estaba hartando de su altanería, quizás los poderes eran más como un juego de cachipún, según la situación podría borrarle la cara sin problemas, pero en estas circunstancias había que admitir que sus habilidades resultaban más eficientes que las mías. En fin, ya llegaría mi momento.
De todas formas, la pregunta de Chiro ahora se hacía más patente aún: de dónde habían salido. Y sin embargo no había tiempo para ello, hasta donde alcanzaba la vista, a lo largo de todo el pasillo, más y más copiáceas aparecían. De dónde salían, a estas alturas, incluso combinando mis habilidades y las de Chiro, la situación se volcaba en nuestra contra, la única opción era encontrar por dónde estaban llegando, esa podría ser quizás la única vía de escape para nosotros. Quizás fue el estrés del momento, quizás la adrenalina, como fuere, logré detener el tiempo casi instantáneamente, y de inmediato busqué en las pareces, palpando, debía haber algún conducto. Me aventuré hacia las copiáceas de un lado y descubrí que el muro se había desplazado lateralmente, descubriendo varias aperturas dejaban salir copiáceas a lo largo del túnel. Tomé a Chiro, que se encontraba convenientemente suspendido horizontalmente cerca del techo y lo empujé hasta una de dichas aperturas, una de las pocas que se encontraba despejada. Al interior una escena bizarra nos saludó: centenares de copiáceas del sujeto con katana, todas teñidas de una tonalidad celeste, en diversas posiciones naturales, algunas de ellas tendidas sobre el suelo, rígidas, como estatuas caídas en una amplia sala de techo bajo. En los costados estanques llenos de un líquido azul desprendían un tenue destello que iluminaba el lugar apenas lo suficiente para poder ver.
Al volver el tiempo, el muro volvió a cerrarse, dejando al resto de las copiáceas afuera, aunque también a nosotros encerrados dentro. Escuchábamos la conmoción, nos buscaban, al menos no sabían que nos encontrábamos en esta habitación, teníamos algo de tiempo para planificar nuestro próximo movimiento.
-¿Qué es esto? Están todos tiesos.
-Crees que sea porque…
-Fue cuando mataste al original. Mira todas las katanas en el suelo, esto fue lo que escuchamos antes, al matar al original, todas sus copiáceas dejaron de funcionar.
-Pero por qué no se marchitaron.
-¡Cresta! Está congelado.
El frío me había quemado la yema del dedo en un instante, me recordó al cristal rosado que había inundado los campos de coralis días antes. Investigamos el lugar en busca de pistas, pero todo lo que había allí eran las copiáceas congeladas y los estanques. El cuarto no tenía ninguna salida, salvo por donde habíamos entrado, y no teníamos la más mínima idea de cómo volver a activarla. Chiro miraba en todas direcciones, su mirada iba y venía desde las tuberías que salían de los estanques y se posaba brevemente sobre las copiáceas.
-Ahí.
Señaló un punto de la pared cercano al techo.
-Ese tubo es el que alimenta los estanques. Si rompemos esa pared, llegaremos a algún lugar.
-¿Tienes alguna idea para romper el concreto?
No me prestó más atención. De inmediato se acercó a una de las copiáceas.
-¡Cuidado!
Mas el tacto de la misma no parecía afectarle, la tomó y la trasladó hasta dejarla en el suelo cerca del punto que había señalado. Luego tomó otra y la situó a continuación, finalmente tenía cinco copiáceas congeladas en línea. Seguía sin hablar, no tenía ninguna hipótesis sobre qué trataba de hacer. Se acercó a cada una de ellas, posando su mano sobre la piel rígida, aún me resultaba inexplicable que pudiese soportar la extrema temperatura de las figuras. A la vez que hacía esto, me pareció verlas moverse, aún rígidas, como acercándose unas a otras.
-Chiro qué estás haciendo. Qué es esto.
No me prestaba atención. Las cinco copiáceas juntas formaban una línea hacia el puto que Chiro había señalado, se detuvo frente a la segunda desde la pared, y con esfuerzo comenzó a levantarla, comprobé que las cinco copiáceas estaban unidas, como por acción de un pegamento invisible, aunque parecía costarle trabajo llevar a cabo la acción, eran demasiado pesadas.
-Un poco de ayuda me podría servir.
-No las puedo tocar, Chiro.
Me miró con su inexpresividad característica, por favor, al menos podría haberse dignado a mostrar un atisbo de desilusión. Sólo se detuvo en su lugar, pensativo. Entonces tuve una idea, la transmisión de calor ocurría matemáticamente como una diferencial en el tiempo, es decir, si detenía el tiempo, tal vez podría tocarlas sin quemarme. Lo intenté, finalmente me animé y vencí la reticencia, al tocarlas pude comprobar aquello a lo que no había prestado atención en ocasiones anteriores, no tenía sensación de calor o frío.
-Perfecto Roberto, necesito que las levantes y las apoyes sobre ese punto, luego párate aquí.
Me señaló un punto en la mitad de la habitación. Me intrigaba su plan, pero no perdía nada. No esperaba que luego de todo lo que ya había visto, el engreído sujetillo pudiere seguir sorprendiéndome; cuán equivocado estaba. Lo que sucedió a continuación volvía a escapar a mi capacidad lógica. Chiro se detuvo frente a la copiácea de en medio, y acercó sus manos a las dos adyacentes a ésta, haciendo una pausa al posarlas sobre ellas.
-¿Listo? Sólo quédate ahí.
No pude ver qué fue lo que hizo, sólo reaccioné a cubrirme cuando los cuerpos violentamente se azotaron unos a otros en el aire y trozos de ellos volaron en todas direcciones, Chiro parado en frente me servía como escudo humano; o ikghuriano. Había previsto aquello. Una vez que la arrebatada entropía había finalizado su ciclo, la escena daba paso a una enorme grieta en el punto que Chiro había señalado, justo bajo la tubería, además de una profusa perforación en el suelo, donde la quinta de las copiáceas había estado apoyada.

Del otro lado podíamos escuchar la tos de una mujer tan sorprendida como yo despejando el polvo de los escombros en el aire. Calia.