jueves, 27 de diciembre de 2012

2012

Este si que fue un año cuático.

Gané muchas experiencias, pero perdí algunas de las cosas más importantes.

El 2012 empieza con un final, empieza con un viaje de proporciones desmedidas que es paralelo al viaje de similares proporciones de alguien que difícilmente soportaba no tener cerca. Mientras yo tomaba el buque rumbo Antártica, mi polola, entonces de un año y diez meses, acababa de llegar a Francia para pasar la mitad del año allá. El año comienza con uno de los finales, ese viaje a antártica que después de 50 años finalmente logró realizar mi abuelo acompañado de su nieto, a visitar la base donde según él vivió el mejor año de su vida, el 61 en la Base O'Higgins, como segundo comandante, el Teniente José Miguel Bernal Olivares. El viaje para los que lo conocimos fue el punto cúlmine de las hazañas de este viejo lobo de mar, que en noviembre se despidió inesperadamente de nosotros la misma semana de su cumpleaños.

La mitad del año estuvo marcada por la ausencia de mi polola, la palabra emblemática del primer semestre fue Skype, también significó una mejoría sustancial en mis notas, pero fue bastante duro.

El segundo semestre lo marcó el desgano, malas notas, pero al menos mi polola estaba de vuelta y todo se veía alegre de todas formas. De alguna manera me las arreglé para llegar a fin de semestre con promedio bastante buenos en todos los ramos, sin embargo el fin de año fue asediado de eventos fortuitos que me azotaron fuerte.

A principios de noviembre recibí la primera noticia, no fue tan impactante, pero no sospeché que sólo me estaba preparando el camino para lo que seguía. Había muerto la Toffy, quiltra recogida del mapocho hace como diez años, ahora toda fina y amorosa,... ella me quería harto. Sin embargo esto no me afectó tanto, a fin de cuentas he tenido muchísimas mascotas y estoy acostumbrado a que hay que quererlos por un tiempo y que ellos pronto dejan tu vida. A los pocos días murió una hermana de mi abuelita paterna, no me afectó porque no la recuerdo, pero afectó muchísimo a mi abuela y me significó estar muy pendiente de ella por algunas semanas. Finalmente, a mi abuelo materno le descubrieron cáncer al estómago. Nada grave, se lo descubrieron recién empezando y tras una pequeña operación iba a estar bien, y así fue. El 19 de noviembre, el día se su cumpleaños, mi regalo fue medio litro de sangre. Él solía decirme que no tenía que donar altruístamente porque si un día él o cualquier otro familiar mío necesitaban, yo no iba a poder darles, pero para mí no era razón como para dejar de ayudar a otras personas que también lo necesitan. El 19 de noviembre almorcé donde mi abuela paterna, al rededor de las dos de la tarde partí hacia el hospital metropolitano a hacer mi donación altruista de sangre, que puede hacerse cada tres meses, pero justo cuando iba saliendo me llamó mi abuelo materno para pedirme sangre, que él necesitaba tres donantes para hacerse su operación, así que cambié rumbo hacia el hospital militar. Aproveché de darle una visita y me topé con una de las sorpresas más conmovedoras, él y su polola me esperaban con un cierto papelito que querían mostrarme: "...han contraído matrimonio..." se habían casado Bonnie y Clide como bien se ganaron los sobrenombres el par de viejos bándalos en la capilla del hospital -por la iglesia nomás, ya que ninguno quería perder la pensión-. Pepito era mi pártner, nunca fue realmente mucho un abuelo tanto como un amigo, y nunca pensé que me iba a doler tanto verlo partir. Pero el viejo se fue feliz, los últimos años de su vida fueron los mejores, le costó mucho, pero encontró una buena mujer que lo acompañó en sus últimas locuras,  logró hacer el viaje que siempre había querido hacer, hizo montones de otros viajes... Y sin pasar por una merma en sus condiciones... se fue.

Empecé a andar en bicicleta, decidí que sería mi medio de transporte, a la semana me caí y me quebré el radio, al lado del codo derecho, eso fue lo de menos quizás, la recuperación ha sido rápida y a partir del 15 de enero podré retomarlo.

Y cuando ya pensaba que habían sido suficientes cosas juntas, tan inesperadamente como se fue mi abuelo, terminó mi relación. La mujer con la que esperaba casarme y hacer toda mi vida, me dejó. Un día me dijo que ya no soportaba más un cierto aspecto de la relación, se había hecho demasiado para ella, el único aspecto que por mucho que intentamos, no pudimos solucionar... porque todo lo demás era perfecto. Finalmente, la mañana del 24 de diciembre, cual regalo de navidad, me dejó, con los ojos entumecidos por el llanto. Ningún momento en nuestra relación dudé que iba a pasar mi vida con ella, aun teniendo en cuenta la desconfianza que le tomé a las relaciones en mis experiencias anteriores, con ella desde el principio supe que sólo debía confiar, nada malo podía pasar. Con ella ningún problema era demasiado, todo lo podíamos solucionar, ningún problema en mi vida era realmente un problema, siempre podría apoyarme en ella. Ahora mi polola es mi ex, y el puntal que tenía para soportar el fin de este accidentado año, cedió bajo el abismo.
Afortunadamente, durante el primer semestre tuve la oportunidad de restablecer amistades, por lo que ahora no estoy solo y tengo un afiatado grupo de amigos me soporta. Esto, siento, es también legado de ella, que me hizo ver y me enseñó -entre tantas otras cosas-, que no se puede pasar por la vida sin tener un grupo de amigos con los cuales juntarse más a menudo que a veces.

Y así va terminando el año, lleno de emociones. Experiencias que en algo me cambiaron y en algo me fortalecieron gracias a que me afectaron. Bueno o malo este 2012, no lo sé, pero sé que son experiencias que me preparan para un buen 2013. 

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