Salimos juntos a caminar en la niebla nocturna. Salimos tipo una de la mañana, el parque se nos presentaba en un esplendor impresionante que nunca antes había visto. La luz de los faroles que se colaba entre los árboles parecía tratar de tocarnos. Caminamos por el paseo, ella siempre silenciosa a mi lado. A veces me miraba como constatando que estuviera allí.
Caminamos lento bajo la noche y entre los ladridos de los perros. A veces ella se asustaba y se me pegaba un poco. Pero sabía que yo estaba ahí para protegerla ante cualquier cosa. Me agaché y se me acercó, me puso la patita sobre la rodilla y me dio un langüetazo.
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