jueves, 18 de enero de 2018

La ciudad desesperada

La sirena hoy se retuerce con especial frenesí. Kei mira por la ventana de la choza cómo el viento corretea las nubes cafesosas mientras se lleva los pequeños bocados de gahu a los labios. Si las bayas no fuesen cafés como las nubes, cafés como la madera de su vivienda, y cafés como su piel, se avergonzaría al ver cuán manchada está pese a la delicadeza con la que cree comer. No es digno de una dama, pensaría.
-Mal presagio.
Señala su madre agachándose a mirar por la misma ventana mientras acaricia su pelo negro.

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