La sirena hoy se retuerce con especial frenesí. Kei mira por la ventana de la choza cómo el viento corretea las nubes cafesosas mientras se lleva los pequeños bocados de gahu a los labios. Si las bayas no fuesen cafés como las nubes, cafés como la madera de su vivienda, y cafés como su piel, se avergonzaría al ver cuán manchada está pese a la delicadeza con la que cree comer. No es digno de una dama, pensaría.
-Mal presagio.
Señala su madre agachándose a mirar por la misma ventana mientras acaricia su pelo negro.
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