sábado, 8 de julio de 2017

Iragok

Romug observa el horizonte rojizo, sereno. Observa desde el futuro, sin embargo lo que observa no es el pasado, él no cuenta con esa facultad, es más bien un estado de calma interior lo que le permite comunicarse con el cosmos. Romug no tiene un poder especial que le permita conocer el pasado, cualquiera podría acceder al mismo conocimiento que él, cualquiera que se hubiese visto forzado por las circunstancias, tal como él. Mientras observa el horizonte nota una perturbación en la historia, una perturbación que proviene desde el pasado, no está en sus sentidos, no está en su percepción, es una noción, una cognición, casi como una conclusión inexorable a la que ha llegado a través de la reflexión contemplativa en su eterna meditación.
Junto a él Yureni se hace acreedor de la misma información, Yureni sí puede sentirlo, su capacidad para manipular el espacio temporal se lo permite. Lo siente en su cuello y en la parte superior de sus brazos; la historia está cambiando. Recién entonces Yureni pierde su vista en el mismo horizonte que contempla su compañero.
-Es difícil de explicar, pero…
Yureni observa a Romug, él no le da una señal, él permanece siempre sereno, es más bien ella misma quien se da cuenta de la futilidad de sus palabras.
-Ya lo sabes, ¿verdad?
-Sí. La historia está cambiando.
-Así es, está ocurriendo hace unos cinco años, en la época de la que viene Roberto. El presente y el pasado están conectados, por eso, aunque los cambios ocurren hace cinco años, podemos sentir el momento en el que nuestro presente cambia.
Romug no sabía esto, aun así permanece sereno. Yureni sólo puede preguntarse si es que él sabía esto o no. De todas formas algo en la calma del hombre bulto resulta contagioso, Yureni pronto estima que la misma pregunta es irrelevante.
-Es un cambio menor, no es el evento que ocasionó la colisión de segmentos de Ra’lla en en este lugar y tiempo. ¿Qué crees?
-¿Te has preguntado por qué estás aquí, Yureni?
-¿A qué te refieres?
-Si algún día los problemas de Ra’lla se solucionan, en el curso de las cosas. Yo desapareceré. Yo no soy un problema en Ra’lla, técnicamente. Si entiendes lo que quiero decir. Yo estoy aquí hoy, soy joven trescientos años después de mi nacimiento, es por eso que no existo en la época de la catástrofe espacio-temporal; antes-durante la catástrofe, yo vivía tan tranquilamente como ahora en este bosque. Pero tú Yureni, ¿qué haces aquí?
-Entiendo lo que quieres decir. Y puedo sentirlo también, cada vez que toco el tiempo en este lugar, es cierto. Todas las cosas y todos los tiempos que yacen aquí, incluso los cadáveres de Roberto y el otro sujeto, todo está relacionado, todo está unido por un argumento temporal. Pero no es mi caso, yo no estoy aquí producto de las circunstancias, más bien todo lo contrario; yo estoy aquí como reacción a las circunstancias. Yo misma me traje a este lugar, y es por lo mismo que no formo parte de la época de la catástrofe, aunque sí existo en ella.
-En algo te equivocas, que estés acá no es coincidencia. Tienes un rol qué jugar en todo esto, algo te une a este tiempo así como tú unes este tiempo con algo.

Tras ellos se aproximan Iragok, Iragok, Iragok e Iragok; vienen desde otra dimensión, todos lucen idénticos, salvo ciertas diferencias en su atuendo. Yureni observa confusa, casi asustada, hasta que uno de ellos explica.
-Hermana, no he encontrado una dimensión ideal. En mis viajes he llegado a aprender que incluso las realidades más utópicas están atravesadas por profundas conflictivas. Pero como ves, he—hemos descubierto algo. Desde distintas dimensiones podemos unir fuerzas.
-Hermano…
Ambos se abrazan, Yureni extiende su mano hacia los otros Iragoks, atribulada.
-En fin, sólo veníamos a darte la noticia, creo que grandes cosas nos esperan, la unión hace la fuerza. ¡Tú me decías eso cuando chico!
Ella permanece perpleja observando cómo un vestigio de luz es el único testigo de la desaparición de sus hermanos hacia otra dimensión. El último de ellos, vistiendo lanas coloridas, algo inusual para su hermano, se voltea antes de desvanecerse.
-Hermana, para todos nosotros eres tan hermana como la nuestra.

viernes, 7 de julio de 2017

Pre-detención

Nadie se movía, no se trataba de congelamiento, sino estupefacción. Diversos pensamientos se deshacían en el aire. “Fallamos”, “¿Qué pasó?”, “Un milagro”, “No hay que bajar la guardia”…
En medio de la conmoción Calia, liberada de las manos de Chiro, sonreía ante la visión de Albers y las copiáceas descansaban sus rifles como si su misión estuviese completa. Algo olía mal.
-Sithuria.
-Padre.
Tenía que ser una broma. ¿Calia estaba metida en todo esto como parte de una disputa familiar? Albers se acercó a ella tranquilamente.
-Ya veo. ¿Dónde estás ahora?
-¿Por qué, quieres venir a tomar té como un buen padre?
-Pendeja malcriada.
Calia no dejaba de sonreír. Qué quería decir la pregunta de Albers, ¿la Calia frente a nosotros era una copiácea? Pero ella había reaccionado ofendida cuando le pregunté si había usado copiáceas hacía tiempo. Instantáneamente noté lo estúpido de mi raciocinio, todo sobre ella eran mentiras; claramente era una copiácea, qué cobarde. La verdadera Calia dirigía la operación desde algún lugar remoto sin temer consecuencia alguna. No habíamos ganado nada, no tenía caso interrogarla, no tenía caso torturarla. Entonces Calia hizo un curioso gesto de desaprobación, levantando una mano en señal de desinterés.
-No importa, Padre, nosotros ya ganamos.
Los siguientes segundos, Albers detuvo el tiempo cuatro veces mientras observaba a Calia. Al detener el tiempo cada vez, permanecía con los pies fijos y observaba rápidamente alrededor. La cuarta vez que detuvo el tiempo, se desplazó un paso al costado antes de volver a echarlo a andar. En seguida dos disparos invisibles atravesaron la copiácea de Calia ante la impresión de todos los que observábamos, especialmente todos los demás, quienes sólo vieron a Albers evitar la muerte con un preciso desplazamiento instantáneo.
-Es típico en los hijos subestimar a sus padres, pero estaba bien al tanto de tus francotiradores.
Calia se rehusaba a borrar la sonrisa de su cara, aún mientras rápidamente el torso de su copiácea comenzaba a descomponerse.
-Supongamos que ese fuera el caso.
-Testaruda, de todas formas te encontraré.
-Más pronto de lo que piensas.
La descomposición del torso completo de Calia reveló un instrumento metálico, que, rajando su abrigo, saltó sobre Albers, inmovilizándolo sin darle tiempo de reaccionar. Inmediatamente los clones se movilizaron coordinados amenazando alrededor con los rifles y bates amarillos, tres de ellos sujetaron al científico y comenzaron a llevárselo. Pero  acaso Calia no contaba conmigo, yo también podía detener el tiempo tenía que poder, si para Albers resultaba tan fácil, yo tenía que ser capaz también. Me concentré y visualicé el campo, era más simple, la geografía monótona era fácil de imaginar. Y finalmente lo logré.
-Bien, Sáilinguer, pero estoy detenido acá, como probaste antes, mientras no pueda moverme, a menos que puedas quitarme este aparato en menos de un minuto, me ahogaré. Así que mejor deja que me lleven, si no quieres asesinarme. Pero está bien, me van a llevar a donde sea que tienen el orbe, eso es justo lo que necesito. Si quieres ayudar puedes seguirme sin que te descubran.
Y así, dejé que se lo llevaran. Pero al menos lo había logrado, había congelado el tempo. Nada podía detenerme ahora. Al menos nada que no saliera sorpresivamente desde dentro de una persona descompuesta.
Por otra parte, tenía algo más de qué preocuparme, los togas me veían como un enemigo ahora, o un infiltrado quizás. En todo caso no me importunaba demasiado, tomando control sobre este poder, poca relevancia tenía la opinión de los demás, incluso de los ikghurianos especiales.

Jarso me tomó de la muñeca. No era un gesto amenazante, me miró con seriedad. Tras él los togas esperaban a que hablara. Sólo Andrea y Chiro parecían molestos.
-En realidad es más simple de lo que parece. Los experimentos del sueño de Albers en realidad buscaban imbuír a una persona con poderes similares a los ikghurianos. Así gané una especie de capacidad de control temporal, que ni yo mismo acabo de entender, y tampoco sé bien cómo controlarla. Pero es sólo eso, no estoy metido con vaco, ni tampoco pedí esto.
-Te creo.
Andrea y Chiro no parecían tan convencidos.
-En todo caso ahora les sugiero que nos concentremos en Calia y Vaco. Vaco está tratando de replicar el experimento de Albers y, mientras creo que Albers no tiene malas intenciones, no puedo decir lo mismo de Vaco. Ahora que tienen a Albers es mucho más probable que lo logren.
-Bueno, tenemos un problema.
Jarso señaló a la entrada del túnel grieta, ante la misma dos matones con bates hirvientes amenazaban a cualquiera que planeara seguir a los demás. Probablemente se quedarían ahí hasta que sus copiáceas perecieran. Esto no era un problema, imagino la impresión de los togas al verme desaparecer de su lado y reaparecer entre dos copiáceas tiradas en el suelo con sus cabezas rostizadas y sosteniendo uno  de sus bates amarillos. Igual sorpresa me llevé yo al detener el tiempo y comprobar que Chiro ya se hallaba a mitad de camino entre nosotros y los sujetos, definitivamente había algo sobrenatural en su destreza física. No podía ser simplemente el sigilo que le permitía desplazarse sin que lo notáramos, pero tampoco podía llamársele súper-velocidad, era algo intermedio que lo hacía parecer moverse con la gracia de un felino.
-¡No me miren así! Prometo que es la primera vez que logro usar esto de detener el tiempo.
Se me vino a la mente llamar al efecto de sus miradas una “post-detención”, se trataba del tiempo que tardaban los asistentes en reincorporarse tras presenciar los efectos de alguien que es capaz de una cosa así. Una vez que volvieron en sí, y con el grupo dividido entre simpatía y sospecha, continuamos siguiendo a los sujetos cuidando que no nos viesen; por fin sabríamos dónde encontrar a Vaco.