-Claramente
no iba a funcionar. O sea, no es que fuera obvio, pero hubiese sido demasiado fácil…
Andrea y
Calia obtuvieron poco de nuestro intento por devolver a Andrea a través del
portal, sólo un par de interrogantes nuevas.
-Pero
cuando Roberto cruzó, aunque ya no lo estaba tocando, sentí un cosquilleo en la
piel, en las manos. Y en las fosas nasales. Fue exactamente mientras Roberto
desaparecía frente a mi vista, así que estoy segura de que no es coincidencia.
Calia también
había sentido ese cosquilleo varias veces. Lo pensó y supuso que bien podría
coincidir con las veces en que yo había dejado Ra’lla, porque definitivamente
no le había pasado nunca antes de conocerme. Y el cosquilleo que Calia había
sentido había ido propagándose, la primera vez lo sintió en las manos, las
fosas nasales y la mejilla, la última vez lo había sentido en todo su cuerpo, incluso
le había parecido sentirlo dentro suyo. Lo pensó un poco y se guardó esto para
sí misma.
-Señor Sáilinguer,
no ha olvidado tomar el medicamento, ¿cierto?
Ahí
estaba. Segunda sesión con este misterioso medicamento. La noche previa había
sido igual de desagradable que la de la semana anterior. Comenzaba a tener sospechas
de este tipo nuevamente, algo sobre el medicamento no me cuadraba, pero a la vez
estaba tremendamente emocionado, emocionado por soñar, por descubrir lo que me
deparaba el sueño.
Nuevamente
el campo florido. Nuevamente sin Calia. Esperé ahí, no me cuestionaba estar
soñando, sin embargo incluso así, ya me había acostumbrado. Esperé varios días
meditando, hasta que de pronto, al abrir los ojos vi una alargada silueta
oscura de pie entre las flores a pocos metros de mí. No sabía cómo ni cuándo
había llegado, pero no me importaba. La contemplé un rato, no parecía ser
femenina ni masculina, y su oscuridad desentonaba con las flores iluminadas por
el son de medio día. Parecía contemplarme de vuelta.
Decidí
acercarme, sin saber por qué, probablemente para hablar, sin saber de qué. Al
intentar ponerme de pie, este simple acto se me dificultó enormemente, hasta
que noté que era la tierra la que sucumbía justo debajo de mí, lentamente
cayendo a un vacío subterráneo. La figura permaneció inmóvil mientras yo descendía
con el trozo de campo, sólo se inclinó levemente como para intentar ver qué se
hallaba debajo.
Finalmente
todo se oscureció y sólo quedó el ruido telúrico, cada vez más fuerte, como si
cada vez más kilómetros de tierra temblaran con ferocidad. Parecían
explosiones, y en realidad lo eran, lo supe cuando una de ellas iluminó el
cielo en penumbras. A mi alrededor se erguían algunos edificios mientras otros
se desmoronaban, la mayoría eran edificios bajos, de unos cuatro o cinco pisos.
En las calles yacían cientos de cadáveres esparcidos heterogéneamente, pero no
al azar, por aquí y por allá se veían zonas circulares completamente
despobladas de cuerpos y con absolutamente nada de sangre. Sólo eso alcancé a
ver en el instante que la explosión iluminó la escena, luego la obscuridad volvió
a apoderarse de todo. Seguía escuchando explosiones, o quizás disparos, pero nada
de luz. Comencé a caminar tanteando entre los cuerpos, tratando de moverme en dirección
a uno de los círculos limpios, cuando algo se desplomó junto a mí azotándome el
hombro de pasada. Nuevamente una explosión iluminó en el lugar y pude ver con
claridad el sangriento cuadro. Junto a mí yacía el cuerpo mutilado de un ser
humanoide de unos cuatro metros sangrando profusamente por la cabeza. La mayor
parte de su torso y el brazo derecho habían caído al interior de un círculo
limpio, pero lo más extraño era un segundo cadáver, el de una persona a la que
me dio la impresión que el gigante había estado sosteniendo con sus manos antes
de caer. La mitad de ella apoyada sobre la mano izquierda, pero la otra mitad,
que debiera estar asida por la mano derecha del gigante, faltaba, como si se
hubiese desintegrado todo vestigio del cuerpo al interior del círculo limpio,
sangre incluída.
Al mismo
tiempo que las luces se apagaban y la oscuridad se apoderaba del lugar
nuevamente, algo o alguien me empujaba en dirección al círculo limpio, y en el
momento que supuse que mi carne se desintegraría como la de la persona que
acababa de ver, desperté.
A mi alrededor la sala nuevamente desordenada, y
yo con un dolor importante en el hombro derecho. Al ver el aparato de
mediciones tirado al lado, deduje que al caer me había golpeado el hombro y que
eso me llevó a soñar lo que soñé. Pero no podía dejar de preguntarme si es que
acaso había sido al revés.