Pinta las estrellas con trazos grotescos y me azota el cielo contra la cara, pero me siento en el tan temido ocaso todavía, lleno de recuerdos muertos y expectativas marchitas. Aquí está la nocturna que tanto querías, golpea el olor a luna y media al son del chirrido de los carriles.
El sol me tapa la boca, no lo veo, la luna los ojos, y el calor insoportable me lleva a creer que el crepúsculo de nuevo se abalanzó sobre la mañana.
Con suerte a ratos siento un rubor en mi mejilla, una luz pálida que me sorprende como el reflejo del sol inesperado en algún edificio moderno. La mano lánguida extiende su refrescante calidez por mis pómulos, acaricia con un movimiento breve mis cejas y se esfuma suavemente con un pulso templado que me arranca el olor a luna de los ojos. Sólo un instante, relájate, olvídate, quiérete, háblame, recuerda que también hay alba aunque se escurra entre una indolente bruma de sueños erosionados. Gracias, ...
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