viernes, 11 de enero de 2013

Élipos

Descenso desde la luz matutina, una silueta borrosa aturde el canto de unas pocas estelas marchitas en el sol.  Mis brazos, sus manos, una oblicua se intenta extender entre la suntuosa seducción sinestésica. Mi piel y tus oídos, o tu canto y mi gusto, siempre la luz molesta lo inunda todo, las lágrimas y la saliva se me mezclan en alguna parte entre el corazón y los dedos. Mis labios bajan por tu cuello y mis ojos bajan del cielo, estoy estacado dos años y arrancado de mi mismo, no puedo mirar ni empujar a un lado ni al otro, sé que la pena y la alegría me empujan y me detienen y me muestran que si me quedo o si vuelvo me quedaré, y me quedaré feliz. Pero nadie avanza, unas rojas y jugosas bayas me adornan los hombros suspendidas en el baño blanquecino.
Veo que mis manos tratan de alcanzar algo, a mis pies no les importa, disfrutan descansar un año o dos, mi torso se separa en sí mismo, ninguna fuerza empuja en ninguna dirección, pero las distancias en mi interior crecen sin sentido. Dame tu frescura y déjame un poco de rubor, recuérdame aquel día de pureza en el tejado vivo, si me entregas una mano te invito a descansar sobre nubes coloradas, si me pides una te invito a saltar desde los tornados semiácidos. Préstame una nariz y un labio, quiero contarte bocadillos de sabores frescos y malolientes, pero deliciosos.

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