Cuando damos sentido a las cosas, es fácil malinterpretar. (En realidad es horrorosamente difícil, para cualquiera menos para el ser humano)
Un día de sequía llovió. No había una razón, llovió porque llovió.
Otro día de sequía llovió. Ese día un indígena de la zona se había tropezado enterrándose una de sus flechas en la mejilla. Quizás fue eso, o quizás sólo llovió porque llovió. En cualquier caso hoy la tribu entera tiene la cara dolorosamente perforada.
Un día un sujeto murió. No había una razón más allá que el infarto, murió porque murió.
Otro día un sujeto murió. Ese sujeto había engañado, matado y robado...
sábado, 6 de febrero de 2010
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