Ojitos contentos

Aún es mentira...

Cada mañana pienso en ti con el escepticismo en la boca. Saboreo tu abrazo, tu beso, tu mirada infantil, tu abdomen, tu mano en mi pecho, tu olor a coco, tu impavidez y tu voz; todo difuminado en la neblina.

Cada día cuando te encuentro es lo mismo, me doy cuenta de que existes. Cada día que te veo es porque estás ahí con tus labios serenos. Entonces siempre mientras corro hacia ti para pensar menos, estoy discutiendo conmigo mismo para convencerme de que mis brazos no te van a atravesar. Y se remece mi alma entera con el par de pasos, que para todas tus expresiones son pesados, que alcanzas a dar antes de soltar la sonrisa fulminante que muchas veces me impide llegar a ti.

Entonces voy, y no te abrazo, porque quizás cuando lo haga despierte y te pierda para siempre. Todos los días me pregunto de nuevo si es verdad que me perteneces, que tu ímpetu ingenuo pelea conmigo antes que nadie más. Cuando te veo, será hoy el día en el que me acerque a ti y descubra que todo fue un sueño cuando te sonría feliz y no me saludes porque siquiera hemos hablado jamás.

Finalmente, cada día de nuevo, mi duda se aclara. Te abrazo. No sólo estás ahí, no sólo sonríes, a veces con sarcasmo y otras porque me quieres. No, además eres mía, ¡¡¡MÍA!!! Y te alegras de verme, y eso es lo más lindo que podría escribir en este monólogo.