viernes, 15 de agosto de 2008

Curioso, una 100 especial

Es curioso, las cosas se sucedieron mágicamente a tropezones siguiendo mi forma de ser.
Siento que el destino se apresuró a alcanzarme hasta ese momento en el que no podía faltar.

Primero le dije por primera vez a alguien, que tú me interesabas. Luego te mencioné (y sé que no entendiste, porque no di ninguna pista) que me tenías nervioso. Y finalmente, todo un mismo día, empezaste bruscamente a ser parte de mi vida. Quién hubiera pensado que la noche siguiente íbamos a estar detenidos en el descanso de la escalera, tú desvanecida y yo aterrorizado?

Me escapé esa noche perdido en triángulos de cartón, pero quería estar junto a ti, era innegable. Me acosté y haciéndome el tonto después de un rato, me di vuelta hacia ti. No podía cerrar los ojos, quería mirarte, contemplar tu mirada profunda negada por el letargo de la ternura que jamás antes me mostraste. Tú te movías y no sé cuándo dormías y cuándo no.
Hasta que intercambiamos la primera mirada, y desde entonces estuvo claro, nuestros rostros "por arte del sueño" cada vez más cerca, entreabría un ojo y te miraba. Tú respiración fue la primera en hablar, se agitó y me dio un escalofrío. Tan tierna dejaba salir una marcha de su emoción por un par de agujeros al final de la nariz, la niñita que tanto tiempo había sido implacable. Me quedé escuchando, encantado, sólo sintiendo tu respiración, deslumbrado con la sensación vaga de lo que mi corazón me susurraba.

Un rato espués, nunca supe si por simple frío o nerviosismo, mi cuerpo entero se convirtió en un terremoto. Mis piernas llamaban a las tuyas con fatal remecimiento, y te desperté. Me preguntaste y nuestros brazos se cruzaron, yo ya era feliz, el frío, según creemos, me acercaba cada vez a la hermosa mujer que hasta entonces sólo miraba a escondidas.
Cuando te toqué la mano ya habías entendido, ¿tú qué pensabas entonces? Yo no pensaba nada, mi corazón habló libre. Tú sabías y corriste tu mano, y sin estar segura, me aceptaste.
-No me pongas en aprietos.
(Disculpa, yo soy así.)
Pero tu mano desentendida untaba mi cara en su delicadeza, esos son suficientes aprietos a mi parecer.
Por eso, casi sin saberlo...

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