Crónica de mi viaje sin rumbo.

Mientras pasaba bajo la torre de alta tensión, había elegido ese momento para redactar mi historia.

No había estado asustado, la calle que nuevamente se había presentado a mí como una manifestación de la extraña dimensión de santiago cuando salgo de mi casa escapando de algo, esta vez era mucho más iluminada y amable. Nuevamente, el recuerdo del apellido de la calle, haciendo gala de sus atributos metafísicos, sólo fue parte de mi memoria mientras la recorría.

Sin embargo necesitaba más tiempo. Quizás el doble o el triple de lo que me había tomado ahogar las lágrimas.

Redacté "sin rumbo" a pesar de que en el fondo sabía exactamente hacia dónde me dirigía y para qué iba. Eso era lo paradójico, aún sabiendo lo que sucedería, seguía caminando.
Seguiría avanzando por las calles y por mis pensamientos que lentamente dejaban de acosarme y se convertían en ti. Llegaría hasta tu casa con el ánimo de admirar tu sonrrisa. Me pararía pazmado frente al citófono tal como lo haría un imbécil en un día normal. Y ahí me quedaría. Quizás un minuto, tal vez media hora. Y me iría.

Mientras más lo pensaba, más sabía que mi romanticismo cuando camino un buen rato se iba a convertir en esa triste historia de la cual nadie se enteraría.
Pero necesitaba estar cerca de ti. Odiándote por no responder mi mensaje, apenado por no poder ir a verte. Y luego totalmente desencantado, redactando el fin de nuestra efímera historia por no contestarme el celular.
Aún así sabía que estaba siendo inconsecuente. Pues me había rendido, no lo podía soportar.

Hoy descubro que todo es mentira. ¿Cómo podría enfrentarme a salir de mi cama si no te tuviera? Ir a la universidad, ver a mis compañeros, volver a mi casa y prender el computador... No podría.

La verdad es que... aún espero poder mostrarte las cosas que escribo algún día y sentir dicha por eso en vez de resignación.