jueves, 28 de diciembre de 2006

Segunda Composición Literaria

El Pré ya está en la primera, así que lo doyle nomás:

Hoy amanece más temprano

Buenas noches,
me gustaría tomarme unos minutos
la libertad de despedirnos poéticamente.

Qué sería recordar el inicio,
más que un cliché futuro.
Qué sería caracterizarnos,
más que escapar al llanto.

Prefiero no seguir cánones
y sacar la nostalgia de cada uno,
podría detenerme ahora y sería el mismo sentido,
estamos olvidándonos de ser en el tiempo recogido.

De pronto unos bebés están en la tarima.
¿Quién es el que está ahí con mi hijita?
¿En qué momento me crecieron vellos blancos?
Para nadie es una sorpresa estar atónito
y nadie quisiera dejar de saborear estos segundos.

Sin embargo a todos nos duele
el desligamiento de ser personas.

¿A quién se le hubiese ocurrido, acaso,
pedirle su opinión a la persona que aún no tenía dientes?

No somos conscientes de nuestra inocencia,
pero aquí estamos, graduados ya,
dejando atrás nuestra lucidez,
y convirtiéndonos en público de nuevos imperios.

En este descanso,
donde todos miran atrás,
algunos con los ojos más tibios que otros,
nadie puede evitar que haya amanecido.

En este instante todos los horizontes son azul profundo,
pero ya por fin,
todos los horizontes son distintos.
Hemos de soñar sin miedo a perder esta señal de encuentro,
pues una vez dado el primer paso,
no se debe mirar atrás.

Durante todos estos años hicimos de la noche un solo punto minúsculo,
hicimos del sol una invención propia
en la que vemos reflejadas las caras de nuestros compañeros.

Para nadie es fácil simplemente mirar a los suyos
y decir adiós.

Cuántas cosas compartimos,
cuántas de ellas nos hicieron lo que somos.

Es difícil no dejarse llevar por la circunstancia,
ojalá pudiéramos todos gritar lo que sentimos,
dejar claro hacia dónde vamos para divisarnos desde las montañas.

Y sin embargo,
dejando de lado lo evidente,
no me interesa bordar las paredes ni atravesar todos los oídos,
sólo este momento escuchad:
Quiero que todos os perdáis en el viento,
en vuestros pensamientos,
en la sinfonía de nostalgias,
en el bosque tupido
o en la marea cauta de recuerdos.

Debiera ser el espacio más bello,
pero nos interesa más la autenticidad.
Y sin embargo,
¿Cómo no ser emotivos cuando se conquista la cima de una edificación propia?

Ya somos dignos embriones de la sociedad,
todos con ansias de nacer y ser azotados por el aire pesado.
Estamos unidos por el mismo lazo maternal,
y cada uno siente del otro el doloroso desgarro.

Qué será de nosotros:
sin la Mara dando la cara por nuestra voluntad,
sin la Isi con su sonrisa enorme,
sin la Cepe defendiendo los derechos humanos,
sin la Ana poniéndole ritmo a la vida,
sin la Vale consiguiéndonos pareja,
sin el Jan cada día con una nueva sorpresa,
sin mí, aunque no sepa qué decir de mí mismo,
sin la Yaya aterrizándonos a las buenas costumbres.

Qué será de nosotros:
sin el Miguel aliviándonos con su inocencia,
sin la Cami soportando nuestros problemas,
sin el Mario mostrándonos que el estudio y la diversión son posibles juntos,
sin la Cale para mostrarnos los dos lados de la moneda,
sin la Fran convirtiendo los conflictos en una fiesta,
sin el Juaco que nos de la visión técnica de los asuntos,
sin la Jasmin para darnos sus ánimos conciliadores,
sin el Stefan para sostenernos en los peores momentos.

Qué será de nosotros:
sin el Ian para decirnos que los problemas nunca son tan complicados,
sin el Alex para hacernos reír en cualquier momento,
sin la Alo poniendo la cuota feliz donde nadie la ve posible,
sin el Felix con su rol paternal en los momentos precisos,
sin la Rebe que nos contagie su siempre buen ánimo,
sin la Laura para que nos despierte del mundo real a ratos,
sin el Vieli fortaleciéndonos para enfrentar la vida,
sin la Rosi ofreciéndonos su sonrisa eterna a pesar de los problemas,
y sin la July llenándonos siempre de su impávido cariño de niña.

Ojalá nunca lo perdiéramos,
sólo hay que superar un adiós.
No esperemos reunirnos,
sino permanecer juntos en la lejanía.

Sin desperdiciar este aliento,
debemos irnos cada uno por el opuesto a sus sentimientos.
Preguntarse de qué sirvió aprender la materia
será muchas veces el consuelo.
Pero nunca la fatiga será tan grande
como para rehusar la mano amiga.

Desde ahora en adelante
los que fuimos unidos seremos dispersos,
pero no por eso miniaturas de un pasado perdido
ni aparatosos enjambres de recuerdos,
seremos donde vayamos
una antología de experiencias.

Y es así,
como espero que esta sarta de frases
haya bastado para juntar las fuerzas necesarias
y cerrar finalmente el ciclo que conmemoramos.

Y para darme la libertad de esgrimir mi letra estos últimos versos,
permíteme decirte, querido curso:
Perdón por no haber podido olvidarte.

2 comentarios:

Col dijo...

me gusta en una forma muy distinta a lo otro,pero me gusta
sabes? eso muy facilmente podria haberse transformado en un discurso de despedida de la generación,es bastante adaptable.

saludoles otra vez.

Anónimo dijo...

Recuerdo ese momento. Muchas personas sentadas en el gimnasio, todas quietas, todas calladas. Atentas. Escuchando. Ese discurso.

A mí me conmovió, y eso contando que no soy parte del curso.

Nada que decir, fue muy emotivo!